RAFAEL PRIETO
El sí de María es la palabra humana más importante que s
e haya pronunciado. Es una palabra cargada, llena de matices y valores. Destacamos:
· Un sí permanente. María desde su primera conciencia, y aún en el subconsciente, está ensayando el sí. Su vida entera es un sí a Dios, como quiera y en quienquiera se manifieste. Ella dijo sí con su palabra o con sus sentimientos, o con su pensamiento o con sus gestos, con su vida entera. Ella dijo sí y ya nunca se volverá atrás, aunque no sepa adónde la llevará.
· Un sí gozoso, dicho en positivo, no contrariado o angustiado. Es fruto de la gracia. Por eso es gratuito, nada pide a cambio.
· Un sí humilde, no desde la autosuficiencia, sino desde la pequeñez y la pobreza.
· Un sí libre, no desde el miedo o la imposición, sino desde la lucidez y el amor.
· Un sí responsable, bien consciente, bien pensado y decidido, acepta las consecuencias, aunque no las sepa hasta el fin.
· Un sí confiado, porque pone su fuerza en Dios como en un Padre; es un sí filial.
· Un sí creyente, fruto de la fe, un sí que es fe, un sí al misterio. No se, pero acepto.
· Un sí enamorado, como el de una novia, porque Dios es todo su amor. Nada puedo negarte, porque te amo.
· Un sí maternal, con entrañas y anhelo de madre, abierto a la ternura y la misericordia.
· Un sí de plenitud, porque no es solo el sí de una persona, sino el sí de la criatura humana; un sí que recoge todas las actitudes afirmativas de la humanidad, especialmente del pueblo elegido, pobre y humilde, de todos los pobres de Dios, los que solo confiaban en Él, los que todo lo esperaban de Él. El sí de María recoge el sí de Abrahan y todos los creyentes; el sí de Isaac y el de todos los hijos que confían; el sí de Jeremías y de todos los profetas que obedecen y se entregan y cantan al mundo nuevo; el sí de la madre de los Macabeos y de todos los mártires, que ponen su vida en Dios, hasta el fin.
· Un sí entregado, porque pone toda su vida en las manos del Padre, en las manos de Dios. Es signo de la obediencia radical: lo que Tú digas, Padre, lo que Tú quieras.
· Un sí reparador, por todos los noes pronunciados, por todas las rupturas del hombre con Dios.
El sí de María es la palabra humana más importante que s

· Un sí permanente. María desde su primera conciencia, y aún en el subconsciente, está ensayando el sí. Su vida entera es un sí a Dios, como quiera y en quienquiera se manifieste. Ella dijo sí con su palabra o con sus sentimientos, o con su pensamiento o con sus gestos, con su vida entera. Ella dijo sí y ya nunca se volverá atrás, aunque no sepa adónde la llevará.
· Un sí gozoso, dicho en positivo, no contrariado o angustiado. Es fruto de la gracia. Por eso es gratuito, nada pide a cambio.
· Un sí humilde, no desde la autosuficiencia, sino desde la pequeñez y la pobreza.
· Un sí libre, no desde el miedo o la imposición, sino desde la lucidez y el amor.
· Un sí responsable, bien consciente, bien pensado y decidido, acepta las consecuencias, aunque no las sepa hasta el fin.
· Un sí confiado, porque pone su fuerza en Dios como en un Padre; es un sí filial.
· Un sí creyente, fruto de la fe, un sí que es fe, un sí al misterio. No se, pero acepto.
· Un sí enamorado, como el de una novia, porque Dios es todo su amor. Nada puedo negarte, porque te amo.
· Un sí maternal, con entrañas y anhelo de madre, abierto a la ternura y la misericordia.
· Un sí de plenitud, porque no es solo el sí de una persona, sino el sí de la criatura humana; un sí que recoge todas las actitudes afirmativas de la humanidad, especialmente del pueblo elegido, pobre y humilde, de todos los pobres de Dios, los que solo confiaban en Él, los que todo lo esperaban de Él. El sí de María recoge el sí de Abrahan y todos los creyentes; el sí de Isaac y el de todos los hijos que confían; el sí de Jeremías y de todos los profetas que obedecen y se entregan y cantan al mundo nuevo; el sí de la madre de los Macabeos y de todos los mártires, que ponen su vida en Dios, hasta el fin.
· Un sí entregado, porque pone toda su vida en las manos del Padre, en las manos de Dios. Es signo de la obediencia radical: lo que Tú digas, Padre, lo que Tú quieras.
· Un sí reparador, por todos los noes pronunciados, por todas las rupturas del hombre con Dios.
Fuente: Red de Catequistas, para mas informacion ver la seccion "páginas relacionadas a la catequesis"
1 comentario:
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