EVANGELIO DEL DÍA Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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DOMINGO XI V DURANTE EL AÑO
Yo haré correr hacia ella la paz como un río
Lectura del libro de Isaías
66, 10-14
¡Alégrense con Jerusalén
I y regocíjense a causa de ella,
todos los que la aman!
j Compartan su mismo gozo
los que estaban de duelo por ella,
para ser amamantados y saciarse
en sus pechos consoladores,
para gustar las delicias
de sus senos gloriosos!
Porque aSÍ habla el Senor:
Yo haré correr hacia ella
la prosperidad como un río,
y la riqueza de las naciones
como un torrente que se desborda.
Sus niños de pecho serán llevados en brazos
y acariciados sobre las rodillas.
Como un hombre es consolado por su madre,
así Yo los consolaré a ustedes,
y ustedes serán consolados en Jerusalén.
Al ver esto, se llenarán de gozo,
y sus huesos florecerán como la hierba.
La mano del Señor se manifestará a sus servidores,
y a sus enemigos, su indignación.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 65, 1-3a. 4- 7a. 16. 20
R. ¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre!
Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!» R.
Toda la tierra se postra ante ti,
y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
Vengan a ver las obras del Señor,
las cosas admirables que hizo por los hombres. R.
Él convirtió el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el Río.
Por eso, alegrémonos en Él,
que gobierna eternamente con su fuerza. R.
Los que temen al Señor, vengan a escuchar,
yo les contaré lo que hizo por mí.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración
ni apartó de mí su misericordia. R.
Yo llevo en mi cuerpo las cicatrices de Jesús
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Galacia
6, 14-18
Hermanos:
Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.
Estar circuncidado o no estarlo, no tiene ninguna importancia: lo que importa es ser una nueva criatura. Que todos los que practican esta norma tengan paz y misericordia, lo mismo que el Israel de Dios.
Que nadie me moleste en adelante: yo llevo en mi cuerpo las cicatrices de Jesús.
Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes. Amén.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Esa paz reposará sobre él
a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
10, 1-12. 17-20
El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca".
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad».
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».
Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».
Palabra del Señor.
Reflexión
¿ACABAMOS LOS CURAS CON LA AFICIÓN?
1. - Este Evangelio siempre ha tenido para mí resonancias taurinas. El pobre torero en medio de la plaza haciendo lo que puede ante un toro resabiado y que ve mal de un ojo y desde todos los tendidos escucha insultos y gritos de la gente exigiéndole que se arrime.
Una cosa es gritar y otra estar en la arena con el capote en la mano y dos enormes cuernos a veinte centímetros de la nariz.
Jesús nos quiere decir aquí que si somos uno de esos 72 discípulos, es decir, si pertenecemos a su Iglesia, a su familia, a su pueblo misionero, no podemos quedarnos sentados en el tendido de sombra criticando a los demás, sino que todos, vosotros y yo, tenemos que tirarnos al ruedo.
Aquella concepción de Iglesia de curas para arriba y de pueblo que usa los templos, de curas para abajo, no tiene cartel ya. Es cosa vieja.
2. - Se oye con frecuencia que los curas acabamos con la afición, sobre todo de los jóvenes, con nuestras misas y nuestros sermones. Y lo comprendo perfectamente, porque los curas somos unos pesados predicando y, por otro lado, la misma misa, a pesar de todas las reformas de sus cánones y oraciones, todavía queda muy alejada del lenguaje inteligible.
Pero también habría que preguntarse si por parte de los 72 discípulos del pueblo, en la profesión de la propia Fe en el credo, en el rezo comunitario de la oración cristiana por excelencia del Padre Nuestro, o en las contestaciones de la liturgia, muestra una Fe convencida, vibrante, expresada con decisión o todo se va en un murmullo apagado con deseo de ver a quien acaba antes. Eso también acaba con la afición de los jóvenes.
Todos nos tenemos que tirar al ruedo para predicar, para enseñar a los demás nuestra Fe.
3. - "La mies es mucha y lo operarios pocos". ¿Por qué pocos? ¿Podéis imaginar lo que podrían hacer en este mundo cuatrocientos millones de misioneros católicos?
Cuatrocientos millones que salieran a segar la mies con la urgencia con al que uno dice Jesús. Sin entretenerse en cosas vanas. Sin estar apegados a los bienes materiales, buscando tan sólo llevar a los demás el mensaje del Reino, mensaje de paz y de justicia.
Vosotros sois la luz del mundo. ¿No iluminaríamos al mundo entero si fuéramos cuatrocientos millones de antorchas luciendo en la oscuridad de la vida?
¿No habría cuatrocientos millones de hogares que recibirían con agradecimiento el mensaje de alegría y paz, cuando el mundo entero está anhelando la paz?
Cada uno de nosotros tiene que convertirse en su propio ambiente en mensajero de alegría y de paz. ¿No creéis que si lo hiciéramos así todos, si nos quedásemos en nuestro tendido de sombra criticando con saña al pobre torero, si todos nos lanzáramos al ruedo, se haría realidad el deseo de Jesús de que el Padre habría enviado operarios suficientes en sus Mies? Vamos a pedir con la Oración de San Francisco de Asís que sepamos llevar al mundo la Paz del Señor.
José María Maruri, SJ
SOMOS LLAMADOS Y ENVIADOS
1.- Nuevamente Jesús hace una llamada urgente: hacen falta obreros que trabajen en la mies. No podemos hacernos los sordos ante este reclamo del Señor. Hoy, creo yo, la mies es más abundante, no porque haya crecido el número de habitantes del planeta, sino porque hay mucha sed de Dios, muchos hombres y mujeres perdidos en la inmensidad del desierto. Dicen que nos invade una mentalidad laicista que quiere borrar la resonancia de Dios en nuestra vida y enseña a vivir prescindiendo de Dios. Se trata de eliminar todo sentido trascendente en el hombre, para pensar sólo en las cosas de este mundo. ¿Qué podemos hacer? El Evangelio nos dice que tenemos que rogar al dueño de la mies para que nos mande obreros a trabajar en ella. Pero, ¿te has preguntado alguna vez si tú eres uno de esos obreros? Quizá seamos todos los bautizados, pues evangelizar no es una labor encomendada exclusivamente a los sacerdotes. Todos los cristianos debemos ser mensajeros de la Palabra de Dios, porque todos somos "vocacionados", llamados por Dios a dar testimonio de nuestra fe.
2.- La misión que se nos encomienda no siempre es fácil. Ya lo anunció Jesús cuando les dijo que les mandaba como corderos en medio de lobos. Frecuentemente recibo el testimonio de laicos comprometidos de lleno en la parroquia que dicen que en su oficina o taller les ridiculizan, les llaman beatos o se burlan de los postulados de la Iglesia. ¿Qué hacer? Lo más fácil es callarse, pero en ocasiones hace falta nuestra palabra y, sobre todo, nuestro ejemplo. Me cuentan también que cuando estas personas alejadas de la fe tienen problemas al primero que acuden es a aquél que llamaban beato. Seguramente porque su vida en cierto modo les cuestiona y les anima a buscar el sentido de lo que les ocurre. Lo de curar enfermos y llevar la paz se traduce hoy día en la atención que prestamos y en el espíritu de servicio que demostramos a los que nos rodean.
3.- Jesús insiste en que no llevemos talega, ni alforja, ni sandalias. Por muchos recursos que se empleen hoy en la pastoral, lo fundamental será siempre la transmisión de nuestra experiencia de Jesús de Nazaret. Lo cual exige en nosotros una conversión de vida y una disponibilidad radical para escuchar su Palabra y anunciarla con valentía. El premio está asegurado, pues nuestros nombres estarán inscritos en el cielo. No es que haya que buscar la recompensa, pues ésta se encuentra ya en el gozo que produce el anuncio de la Buena Noticia. No hay que temer el rechazo, la picadura de los escorpiones y serpientes. Jesucristo nos acompaña en la misión, por eso estamos alegres y seguros de que merecerá la pena. Si echas una mirada a nuestro mundo te darás cuenta de la urgencia de la evangelización, no escurras el bulto lánzate a comunicar a otros lo que tú has conocido: la misericordia, la bondad del señor, todo lo que ha hecho contigo, como canta el autor del salmo 65.
José Martín OSA
LAS MEDALLAS Y EL ANUNCIO
1.- A tal mérito tal medalla. El mundo nos tiene tan acostumbrados al agasajo o trofeo por lo que se realiza, que resulta difícil emprender una gesta, sea pequeña o grande, sin correr el riesgo de pensar en el premio correspondiente.
Alguien sentenció, con cierta razón, "que la condecoración es motor para el trabajo".
Cuando uno se acerca al Evangelio, en este domingo de verano, sabe de antemano que el anuncio del mensaje de Jesús conlleva (sobre todo en estos tiempos que nos toca vivir) no precisamente distinción, privilegio, clase, sino todo lo contrario: rechazo. Vamos que, el que pretenda lucir hoy una medalla en su pecho, el camino del Evangelio no es precisamente un podium para conquistarla ni merecerla a los ojos de la sociedad.
Pero Jesús, que siempre tiene palabras de ánimo, nos orienta y empuja de nuevo hacia la misión. ¡Poneos en camino!
Muchos intentarán que os quedéis quietos. Que vuestros criterios queden sepultados en el olvido. Responded con la fuerza de vuestras convicciones más profundas: lo que no hagáis nadie lo hará por vosotros. ¡Mirad que os mando como corderos en medio de lobos!
Pensaréis que muchos estarán con vosotros y, luego, os daréis cuenta que viven de espaldas con lo que dicen creer. Responded con la constancia de vuestro trabajo. Las fieras también se pueden domesticar. ¡No andéis cambiando de casa!
2.- Entrad para conocer muy de cerca la realidad de los hombres y mujeres que os rodean. Pero, que esas circunstancias, no os impidan vivir con intensidad y con libertad vuestra relación con otras personas. Que la espesura del bosque no obstaculice la visión del horizonte al que estáis llamados. ¡No llevéis alforja, ni sandalias!
Tened las manos libres para abrazar con libertad y sin condiciones. Soltad el volante de las falsas seguridades para agarraros a mi Palabra que nunca os ha de faltar ni defraudar ¡Está cerca el reino de Dios!
3.- No perdáis la esperanza. Aunque todo os parezca estío e infructífero; vuestros esfuerzos baldíos; la siembra aparentemente perdida; la creatividad puesta en tela de juicio: pensad que Yo estoy cerca de vosotros. En la prueba y en el sufrimiento, en las dudas y en el esfuerzo es donde lleváis las mismas marcas que el anuncio del reino dejó en mi cuerpo ¡Vuestros nombres están inscritos en el cielo!
Cesan las luchas en la tierra y comienza el descanso celeste Se apagan las luces del mundo y se enciende la antesala del cielo. Cicatrizan las heridas causadas por el anuncio y empieza a divisarse aquello por lo que dimos la vida, las horas, la creatividad, el impulso, la sangre, y por lo que vertimos tantas lágrimas a tiempo y destiempo. ¡Gracias, Señor, Tú eres la medalla de oro a la que yo aspiro!
Javier Leoz
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