sábado, octubre 28, 2006

Domingo 29 de octubre de 2006 - Evangelio: Mc 10,46-52

Domingo 29 de octubre de 2006
XXX Semana del Tiempo Ordinario - DOMUND
 
Evangelio: Mc 10,46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego llamado Bartimeo se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!". Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".
Jesús se detuvo entonces y dijo: "Llámenlo". Y llamaron al ciego, diciéndole: "¡Animo! Levántate, porque Él te llama". El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: "¿Qué quieres que haga por ti?". El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver". Jesús le dijo: "Vete; tu fe te ha salvado". Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino. Palabra del Señor.
Meditación
Jericó era famosa por su riqueza derivada del Jordán y de las vías comerciales. Pero también famosa por los vicios que, a menudo, acompañan a la riqueza, esto hace que, con frecuencia, se ha visto una contraposición entre Jerusalén -la Ciudad Santa, roca de la fe de Israel- y Jericó, la ciudad mundana. Hay que maravillarse al constatar la fe de un hombre de Jericó: Bartimeo, un ciego mendigo.
En la sociedad antigua el pobre, el mendigo, no tenía derechos, era visto con fastidio, no era objeto de atención alguna. Vivía con los marginados de la sociedad sin que nadie se ocupara de él. Tenía sólo el derecho de pedir limosna, al cual correspondía el deber religioso de ofrecerla.
Se comprende, entonces, el enfado de muchos de los seguidores de Jesús por el grito desesperado de Bartimeo. Él es el primero que, en el Evangelio de Marcos, suplica a Jesús llamándole "Hijo de David". Para los presentes se trataba de una afirmación escandalosa. Jesús, de hecho, se presenta de forma totalmente diversa del Mesías prometido por las Escrituras y esperado por Israel.
Por otra parte la insistencia del mendigo ciego es signo de que la suya es una convicción que radica, en una intuición no pasajera. Por este motivo, Jesús, reconoce su fe, lo manda llamar, se preocupa del mendigo ciego, hace justicia al pobre.
Es importante destacar que el milagro obrado por el Maestro no se produce para contentar a las masas. Es un milagro que pide fe y que busca suscitar la fe. Jesús mismo subraya que ha sido la fe del ciego la que le ha curado. La curación no es una concesión de lo alto que establece una relación comercial. No es un instrumento para consolidar un poder opresivo, revestido de una aureola de magnanimidad y justicia. La curación implica la totalidad de la persona que es invitada a fiarse de Jesús, a dejarse envolver en la lógica de su Reino. El ciego es salvado, no sólo curado, y se convierte en discípulo de Jesús. El encuentro profundo con Jesús cambia profundamente la existencia de este pobre mendigo. La multitud que ha visto el milagro -y con ella cada uno de nosotros- es invitada ella misma a creer, a fiarse, pero para ello hay que abandonar toda idea de un Mesías según los esquemas humanos.
Oración
Señor, como Bartimeo, también yo vivo en una sociedad que, con mucha frecuencia, no se acuerda de ti, presa de sus nuevos ídolos, como el dinero ¡No sé si soy capaz de imitar a Bartimeo con su gran fe! Te pido, Señor, que aumentes mi poca fe.
Propósito
En la misa recordaré que el domingo es "el día de la fe" y, por tanto, buscaré impregnar el día con este sentido religioso. ¿Puedo invitar a otros a misa?, ¿puedo dedicar algún tiempo más a la buena lectura, al silencio, a la meditación?

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