sábado, octubre 07, 2006

Domingo 8 de octubre - XXVII durante el año Evangelio según San Marcos 10, 2-16

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
10, 2-16
Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?»
Él les respondió: «¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?»
Ellos dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella».
Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, "Dios los hizo varón y mujer". "Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne". De manera que ya no son dos, "sino una sola carne". Que el hombre no separe lo que Dios ha unido».
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
El les dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquélla; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio».
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él». Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.
Reflexión
EL DESIGNIO DE DIOS
1. El gran riesgo de la reflexión cristiana sobre las lecturas de este domingo es el de tomarlas aisladamente, cada uno de ellas tres por un lado, sin advertir el vinculo que las une, las clarifica mutuamente y las sitúa en el marco del designio de Dios.
La lectura con un mensaje más radical es la primera, tomada del Libro del Génesis. A través de unos antiguos mitos, que la Sagrada Escritura hace suyos en su relato formal, se nos aporta una lección de antropología. El hombre y la mujer son ya, desde los orígenes, una sola carne. Este “ser una sola carne e” corresponde a su esencia más personal e intransferible.
El hombre se realiza en la relación con su prójimo. El “yo” de cada cual surge en el diálogo con el “tu” de los otros. No hay verdaderamente persona humana hasta el momento en que se entabla una relación de igualdad, libertad y responsabilidad con el prójimo. Ese “no está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude” es un principio básico del pensamiento bíblico y, por ello, del pensamiento cristiano. En la comunión con los demás, el hombre camina hacia su plena realización.
2.- Sobre este telón de fondo se establece el criterio bíblico y cristiano acerca del matrimonio. En la unión matrimonial se condensa el diálogo comunitario de dos personas y los hijos, fruto del matrimonio, expresan toda la creatividad de dicha comunión. Nada hoy de más radical comunión interpersonal que la unión matrimonial y, por ello, el horizonte a que ha de tender, como ideal supremo, la unión del matrimonio es a su permanencia de por vida.
En la palabra de Jesús no hay una descalificación absoluta e incondicionada de la legislación mosaica; hay una superación de la misma y la proposición de la indisolubilidad del dialogo y vinculo matrimonial como meta cimera de toda realización plenamente humana. ¿Extrañará, según esto, que el pensamiento cristiano no propugne en modo alguno el divorcio, lo considere como un mal en si mismo y que sólo se avenga a su introducción en el campo de la legislación civil como salida de emergencia a mal menor entre otros males mayores?
La Iglesia, en seguimiento de cristo, ha de cuestionar proponiendo la indisolubilidad del matrimonio como expresión y cumplimiento del diálogo interpersonal que realiza al hombre y a la mujer. Y los creyentes en Jesús, adheridos a su mensaje, se comprometen a perseguir ese ideal en el sacramento del matrimonio.
3.- ¿Que es dura esta página del mensaje? ¿Que es exigente este ideal cristiano? Muy oportunamente se nos convoca hoy a reflexionar un texto magnifico de la Carta a los Hebreos. “Dios juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación”. Estamos con este texto ante una dialéctica tan propia del mensaje cristiano. La “entrega” de Jesús es un símbolo, o mejor aún, el arquetipo de toda entrega conyugal; En lugar de la mujer aparece la humanidad entera, a la que cristo se une y se mantiene fiel.
A la plenitud de la vida se llega por la senda de la muerte; a la mañana de la Resurrección, por la subida al patíbulo de la Cruz. La realización del hombre entraña dolor y sufrimiento, como toda generación. El hombre de hoy intenta olvidarlo; pero de la evasión no puede surgir el encuentro con uno mismo y con la realidad, y la opción por lo más fácil, por lo más cómodo, por el dejarse llevar, jamás dará a luz una personalidad estable, cumplida, reconciliada consigo misma...
4.- A los matrimonios cristianos, estables e indisolubles, se les confía el dar testimonio de que es posible la comunión matrimonial y de que ésta es hacedora de alegría, de plenitud, de gozo, de creatividad para sus componentes y para la convivencia social. Quienes --como hoy ocurre-- se mofan de este ideal cristiano, no saben que están debilitando uno de los pilares más firmes de la armonía social y cegando una de las fuentes más claras de la realización personal. Deberían tener la valentía de reconocer que el divorcio, aún en la hipótesis de que así haya de aceptarlo el legislador en unas circunstancias concretas de la sociedad contemporánea, es siempre fruto de una equivocación o de una frustración anterior.
Antonio Díaz Tortajada
www.betania.es
¿PARA SIEMPRE? ¡Si! ¡PUEDE SER!
1.- Esta semana, un rotativo, se hacía eco de una encuesta realizada a nivel nacional: más del 50% de los jóvenes no piensan, en principio, en optar por el camino del matrimonio. Otros tantos, cuando lo inician, “piensan” (entre comillas) que, siempre hay una puerta abierta (la separación o el divorcio). La sociedad nos está habituando a la eventualidad en todo, de tal forma, que hasta el amor parece ser ya capricho del momento y, según algunos, si no hay placer… ¡eso no es amor! O sin placer ¡Para qué compartir una vida con otra persona! ¿Es bueno?
Desde luego que no. El equilibrio de una sociedad, su paz, su bienestar, depende –en gran parte- de la serenidad y de la salud de sus componentes. Y, Jesús, en el Evangelio nos dice que el amor, si se cuida, no se apagará nunca y, además, contará con la bendición de Dios. ¿Por qué tanto fracaso? ¿Por qué tantas dudas? ¿Por qué tantas rupturas? ¿Por qué tantos miedos a unirse, cuando sabemos, que en la unión está la fuente de la felicidad y la cuna de la fuerza? Las razones son variadas y de muy diversa índole pero, un matrimonio, no es sólo un simple vínculo jurídico: ha de estar soldado y garantizado por el amor. Exclusivamente por el amor. Si falla ese eslabón, se rompe la cadena. Lo demás puede quedar sostenido en el puro y simple artificio.
Pero es que, cuando las cosas no van bien, cuando falla el amor, desde la fe, Jesús nos invita a comenzar a amar. A intentarlo.
2.- En el mundo, el evangelio de hoy, escandaliza, molesta y, algunos, puede que hasta se sonrían. Pero, para el que cree, le aporta una fuerza superior que le empuja a buscar razones para el encuentro, para el perdón, para comenzar de nuevo.
La fidelidad, entre otras cosas, implica no ceder a la primera de cambio, no ahogarnos con la primera ola que viene de frente, no hundirnos en el maremoto de las pequeñas discusiones de cada día.
Nunca como hoy, el amor ha sido tan expresado, ninguneado, cantado, celebrado o televisado. Pero ¿Es auténtico amor? ¿Es amor llevado hasta las últimas consecuencias? ¿Es amor de corazón o amor de pantalla? ¿Es amor de escaparate o amor que busca el bien del otro? ¿Es amor que se da o cuento que se vende?
En un programa televisivo, el listo de turno, afirmaba “cuando una persona ha quedado decepcionada de la otra, lo mejor es irse cada uno por su camino”. A las personas las tenemos que querer con su lado claro y con su vértice oscuro, con su sonrisa en la boca y con su temperamento escondido, con su mirada nítida y con sus pensamientos ocultos. Vivir de espaldas o, marcharse por el foro, no es amor: es oportunismo.
No podemos caer en el error de pensar que amor es igual a contrato temporal con una persona. Dios, que es la fuente del amor, nos pide que miremos un poco más allá; un poco más al fondo de las cosas; que hagamos un esfuerzo por amar un poco más al otro y que nos centremos un poco menos en nosotros mismos. Ya sé que, todo esto, a muchos les sonará a chino, rancio, sacrificado o que, incluso a otros, les parecerá un imposible. Pero, los imposibles, también están para los cristianos.
3.- No es bueno, entender el amor o el matrimonio, como aquel amigo que, después de jugar durante una temporada con otro amigo, se cansó de corretear con él porque ya no le divertía y lo abandonó. El amor no es un juego ni, los amantes, son juguetes. Ni el matrimonio es un viaje en busca de placer. Dios reconoció que a su gran obra le faltaba algo. Que al hombre le faltaba una compañera.
No sé por qué me da que, también al mundo, a la sociedad…también le falta “algo” el amor auténtico, fiel, dialogado, recíproco y transparente. ¡Lo que necesitas es amor! (pregonaba un programa televisivo) y, en el fondo es así, el mundo es mendigo de amor.
Javier Leoz
www.betania.es
MATRIMONIO DE AMOR
1.- Dos de los textos litúrgicos de este domingo –primera lectura y Evangelio--inciden directamente en la valoración de lo que debe ser el matrimonio cristiano. Y resulta más que obvio que el tema es de completa actualidad en estos días. Jesús definió ya hace más de 2.000 años la indisolubilidad del matrimonio frente a la Ley de Moisés que permitía al marido la entrega de un libelo de repudio a la esposa: una fórmula de divorcio legal. Bien es cierto que ley mosaica dejaba al marido como juez y parte en la decisión de despedir a al mujer y como enseñan los historiadores llegó a entregarse el libelo de repudio a esposas ejemplares por el simple hecho de haber envejecido y no ser ya del agrado de los maridos.
En estos tiempos en los que la sociedad ha asumido la mayoría de los postulados sobre los derechos fundamentales de la mujer, resulta asombroso para nosotros, hoy, el poco peso que esta tenía en la sociedad antigua. Y no solo es países con un fuerte sentido de lo tradicional como podía ser Israel, también en Roma, donde el amor a la innovación y el respeto por el derecho codificado eran más que notables. Sin embargo, la esposa era considerada como --poco menos-- un esclavo. El cristianismo trae a las gentes del amplio espacio ocupado por el Imperio Romano una nueva dimensión en el respeto de las mujeres y los niños. La defensa de la continuidad del matrimonio --sin rupturas—fue, en primer termino, una defensa de la mujer y de la prole frente al poder y la frivolidad de los hombres. La cuestión era revolucionaria, de acuerdo con los postulados de la sociedad de entonces y, así, una vez más, Jesús de Nazaret se convertía en un revolucionario.
Esta precisión histórica tiene su valor, pero hemos de enfrentarnos a la situación actual que no es muy lisonjera. Los matrimonios siguen rompiéndose y el drama de las parejas rotas alcanza a los hijos. Las causas de la ruptura son variadas y puede, incluso, suponerse que hay un cierto número de casos en que la separación podría justificarse por razones humanitarias, pero no es la mayoría. Los ejemplos de hombres maduros --casi siempre bien situados económicamente-- que deciden disponer de una esposa más joven y atractiva, siguen siendo muy numerosos. También, las rupturas por aparición de un tercero en la vida de uno de los cónyuges es una causa muy frecuente. No parece, entonces, que el nivel de dificultades, la presunta rutina o el cansancio mutuo sean causas generalizadas de separación.
2.- No hay otro ingrediente fundamental en el matrimonio que el amor. Y lo mismo ocurre con nuestro sentir cristiano, donde el amor debe inundar todas nuestras acciones. Todos los amores se basan en la misma sustancia. Y es que hay un solo amor que es el Amor. Existe una cierta tendencia a ponerle adjetivos al amor. Se habla de amor de madre, de amor de hombre o de amores apasionados o de amores de hermanos. Y no hay razón de hacer distingos porque la sustancia de esos amores es la misma que la del Gran Amor. Ni siquiera la sexualidad producida en el contexto de un gran y verdadero amor debe excluirse de dicha sustancia. Y ello parece muy claro en la encíclica de nuestro Papa, Benedicto XVI, “Dios es Amor”, donde se da una lección magistral sobre esa unidad de todos los amores en la acción de amar de Dios hacia sus criaturas. El amor es bello, ilusionante, sacrificado, comprensivo, magnánimo, generoso y muchas más cosas. Y no puede ser mentiroso, ni traidor, ni taimado, ni cruel. Por tanto, a partir de la sustancia del amor es difícil pensar en la separación matrimonial. Puede ocurrir que el amor desaparezca. Pero el amor como toda situación de nuestra vida necesita el mismo tratamiento que un organismo viviente. El ejemplo de la planta es útil. Hay que trabajar todos los días para que la planta no se marchite y en dicha labor algunas veces habrá que hacer esfuerzos importantes para evitar situaciones que son contrarias al desarrollo del amor.
La permisividad sexual --valorada hoy mucho y de manera muy parecida igualmente por hombres y mujeres-- destruye el principio de la propiedad compartida (material, física y espiritual) de la pareja. Y, además, como vivimos un mundo lleno de falsedad y de dobles verdades, la infidelidad hace daño por igual; hasta el extremo que un cónyuge habitualmente infiel quedará muy fastidiado si descubre que su pareja también le traiciona. Además, en esto de las infidelidades hay mucho más de frivolidad que de necesidad. Una conquista con final exitoso en lo sexual es, para muchos, un galardón de alto valor, cuando, en realidad, no deja de ser el principio de muchos problemas. Y como además el amor es un sentimiento que no llega en seguida --los flechazos, al igual que las conversiones instantáneas, sólo los manda Dios--, se va rápido, dichas conquistas producen remordimientos, sentimientos encontrados y una cierta cantidad de perplejidad y sufrimiento.
3.- La frase de San Agustín que dice "Ama y haz lo que quieras" define el poder del amor. Si se ama no se puede hacer ningún mal. La infidelidad matrimonial, origen de la inmensa mayoría de las separaciones, se alimenta de hechos frívolos y malvados. La promiscuidad --antes "patrimonio exclusivo" de los hombres, pero hoy ampliable al comportamiento de las mujeres-- es un principio de inmadurez o la respuesta a estados de ansiedad que deben corregirse. La realidad es que la mayoría de los humanos -con o sin vínculo matrimonial- viven en pareja. Y dicha promiscuidad es a todas luces un estado que tiende a la soledad posterior. Busquemos, con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu, el amor. Es la base de la paz y del sosiego. La sublimación del sexo es un error. Ciertamente que puede haber sexo sin amor, pero también hay muchos caminos que no conducen a ninguna parte.
Una consecuencia de la unión amorosa que se da en el matrimonio es la familia y la unidad principal de la familia está en la unión de la pareja. Eso es el matrimonio. Y este debe ser sano y fuerte. Y una condición para esa sanidad y fortaleza es que se mantenga fuertemente unido. La fidelidad –pedida por Cristo—es condición fundamental. Pero la fidelidad no es un decreto o una orden prefijada sin más. Surge del amor y del deseo de que este permanezca. Al amor hay que cuidarle y alimentarle todos los días y si bien la rutina es uno de sus mayores enemigos, también lo es la frivolidad o los “encantamientos” que el entorno puede producir. Es relativamente fácil para un hombre sentir el golpe instintivo y atávico de la “conquista”. Y es también para una mujer sentir la lisonja de un engañador y seductor que solo busca sexo o satisfacer su vanidad de “macho”. El trabajo y la actividad profesional pueden ser un campo que facilite ese tipo de cuestiones. Pero no por eso, el hombre deja de trabajar. Ni por la misma razón debe hacerlo la mujer. El tema es acostumbrarse a esa hojarasca de la aventura y el halago. Y no darlos importancia. Esa fidelidad profunda, basada en el amor y en reconocimiento de la labor común necesaria para construir una familia feliz, será uno de los mejores ingredientes para el camino nada fácil de la vida en común, que producirá otras vidas a las que “construir” y educar. El Padre del Amor será una ayuda fundamental para los difíciles momentos de un camino duro. Jesús lo explica en el Evangelio de hoy. La Virgen María puede acompañarnos, asimismo, en el deseo de fabricar en nuestro interior un corazón puro y amoroso. La familia cristiana lo necesita.
4.- Hasta el final del Tiempo Ordinario –ya en las puertas del Adviento—leeremos todos los domingos fragmentos de la Carta a los Hebreos. Esta Carta atribuida durante muchos años a San Pablo y hoy considerada como anónima, está dirigida –parece—a cristianos procedentes del judaísmo y por eso tiene como contenido fundamental la superioridad del sacerdocio de Cristo sobre los otros sacerdocios del rito de la antigua alianza. Y una parte de ese sacerdocio sublime de Cristo es su Sacrificio que liberó al género humano de la esclavitud del pecado. Así, en el fragmento del capítulo segundo que hemos escuchado hoy pone de manifiesto la realidad salvadora del sacrificio de la Cruz. Es un texto muy bello, muy expresivo, el cual merece la pena volver a ser leído cuando llegamos a casa, para que nos sirva de motivo de meditación.
También debe ser objeto de nuestra meditación para que mejor se grabe en nuestros corazones, la lección que nos da Jesús respecto a la indisolubilidad del matrimonio, cuestión que no parece fácil en un mundo como el actual en que ese valor de la fidelidad es ridiculizado por muchos en la calle, en los medios de comunicación, en las conversaciones de todas las horas. Reflexionemos, pues, sobre el mundo que nos circunda e iniciemos, en la medida que nos sea posible, una acción de testimonio que se oponga a ese menosprecio generalizado del matrimonio y de la familia cristianos.
Ángel Gómez Escorial
www.betania.es

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