sábado, mayo 15, 2010

ASCENSIÓN DEL SEÑOR

ASCENSIÓN DEL SEÑOR
CICLO C
Lo hizo sentar a su derecha en el cielo.

PRIMERA LECTURA
Lectura de los Hechos de los apóstoles 1, 1-11

En mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido.
Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios.
En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: «La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días.»
Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»
El les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra.»
Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir.»

Palabra de Dios.


SALMO Sal 46, 2-3. 6-7. 8-9 (R.: 6)

R. Dios asciende entre aclamaciones,
asciende el Señor al sonido de trompetas.

O bien:

Aleluia.

Aplaudan, todos los pueblos,
aclamen al Señor con gritos de alegría;
porque el Señor, el Altísimo, es temible,
es el soberano de toda la tierra.

El Señor asciende entre aclamaciones,
asciende al sonido de trompetas.
Canten, canten a nuestro Dios,
canten, canten a nuestro Rey.

El Señor es el Rey de toda la tierra,
cántenle un hermoso himno.
El Señor reina sobre las naciones
el Señor se sienta en su trono sagrado.


SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Efeso 1, 17-23

Hermanos:
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza.
Este es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro.
El puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas.

Palabra de Dios.

A elección:

Cristo entró en el cielo

Lectura de la carta a los Hebreos 9, 24-28; 10, 19-23

Cristo, en efecto, no entró en un Santuario erigido por manos humanas -simple figura del auténtico Santuario- sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro. Y no entró para ofrecerse así mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya. Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio. Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.
Por lo tanto, hermanos, tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, siguiendo el camino nuevo y viviente que él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne. También tenemos un Sumo Sacerdote insigne al frente de la casa de Dios. Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y llenos de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura. Mantengamos firmemente la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel.

Palabra de Dios.


EVANGELIO
XLectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 46-53

Jesús dijo a sus discípulos:
«Así esta escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto.»
Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.

Palabra del Señor.

Para reflexionar

Se racionaliza el futuro, se planifica el nacimiento, se programa la educación, se organiza el trabajo, se nos impone lo que tenemos que consumir, y se nos llega a convencer de que no existe más futuro que el resultante de las estructuras y de los organigramas de nuestra sociedad. Se mata, en consecuencia, la esperanza, se castran los sueños y se achica la libertad.
Paradójicamente, al hombre que siempre quiere ir más allá, se le ha inventado un cielo más acá. El cielo que nos han impuesto tiene techo. Y si además faltan: la esperanza, los sueños y la libertad, no se puede ascender al cielo con el que alguna vez soñamos porque nos han “cortado las alas” que nos podía llevar. Todas las "drogas" que nos llevan a la ensoñación nos encierran en pequeños paraísos que podemos alcanzar a corto plazo. Las montañas de nuestras pobres ascensiones están en las propagandas, en las vidrieras o se compran por internet. ¿Será verdad que nuestros anhelos más profundos de trascender, de soñar, de “ascender” los límites que las cosas nos imponen son sólo un mecanismo de evasión?
La fe en la ascensión del Señor suena a cuento de chicos, porque la auténtica esperanza ha sido sustituida por la seudo seguridad del progreso y de las expectativas razonables. Pero a pesar de tanto avance, el hombre no deja de sentir la angustia de otros límites y se ve encerrado en la prisión de su propia técnica.

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En el texto a los Efesios, para el autor paulino, la Ascensión no es un simple cambio de lugar, aunque haya que utilizar categorías espaciales para expresar este misterio: "a la derecha... por encima... bajo sus pies... por encima de todo"; es una glorificación que lleva a Jesús, Cristo resucitado, junto al trono mismo de Dios; tan cerca, que comparte sus poderes sobre todas las cosas.

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La ascensión de Jesús señala, en la narración de Lucas, la tensión en la que entra la comunidad de los discípulos entre la ausencia del Señor y, al mismo tiempo, su presencia desde que han terminado sus apariciones como Resucitado. San Lucas une íntimamente la ausencia del Resucitado con el Don del Espíritu Santo.
Esta presencia, nueva, va a cambiar la vida de los discípulos que se convierten, a partir de la ascensión de Jesús, en la comunidad que hereda el Espíritu de Jesús para continuar su misión. Con estos versículos, Lucas remarca el hecho de que termina una página de la historia evangélica. La experiencia que algunos hombres tuvieron de una cercanía inmediata y visible con Jesús, ha terminado. A partir de ahora, Jesús está "ausente" y nadie volverá a oírlo ni a verlo. Jesús no se acercará a ninguno de sus amigos, de camino para recorrer el camino con él y hacer que su corazón arda al explicarle las Escrituras y al partir el pan.
La Ascensión es la plenitud de la Pascua. La Pascua sin la ascensión quedaría incompleta y Jesús no sería más que un muerto que ha revivido. Este el paso definitivo, es el momento en que Jesús es revelado a los hombres como Señor, investido de la dignidad propia de "Dios, el Padre de la Gloria". Los discípulos que habían visto a Jesús por última vez, reconocieron después la eficacia de su poder en las obras que realizaban; percibieron que no había fuerza superior a él, que Jesús estaba "por encima de todo", que la eficacia divina que los acompañaba era porque Jesucristo es el Señor, totalmente cercano a Dios.
Cristo no ha triunfado solo. De su victoria ya participamos todos: "la Ascensión de Jesucristo es ya nuestra victoria", "nos da ya parte en los bienes del cielo", "en Cristo nuestra naturaleza humana ha sido enaltecida y participa de su misma gloria", "ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino", "para hacernos compartir su divinidad".
Desde la Ascensión del Señor, alguien de los nuestros, algo de nosotros alcanzó la meta y está ya en el cielo. Como todo lo que contemplamos de la vida del Señor, la Ascensión no sólo nos revela quién es Dios sino que desvela también la profundidad y la altura de nuestra condición humana. En la glorificación de Jesús, la humanidad ha sido investida con la dignidad misma de Dios. Él, que siendo de condición divina no se avergonzó de hacerse nuestro hermano, abre para nosotros con su glorificación esa nueva esperanza a la que nos llama.
La ascensión es lo imposible que amplía hasta el infinito nuestras posibilidades. Es el misterio que pone en duda todas nuestras razones humanas, limitaciones y justificaciones. Él, que siendo rico por nosotros se hizo pobre, nos comunica los tesoros de "la riqueza de gloria que da en herencia a los santos". Desde la glorificación de Jesús, la vida de los que creemos en él está atravesada por la certera esperanza de alcanzar las promesas de Dios.
Por eso, la vida del hombre que hasta ahora estaba marcada por "la nostalgia " que lo convertía en un desterrado, a partir de la Ascensión lo convierte en peregrino hacia el encuentro definitivo con Dios al que esperamos llegar con segura confianza.
Nada más glorioso para el hombre que ver al Hombre exaltado a la derecha del Padre. La glorificación de la Cabeza es la esperanza del cuerpo. Creer en la ascensión del Señor es un acto de libertad contra todos los señores de este mundo y contra lo que pretende domesticar a los hombres. Pero es también una responsabilidad. La ascensión del hombre es la ascensión de su mundo y de la sociedad en que vive. Jesús subió al cielo llevando consigo parte de este mundo, coronó con su gloria nuestra carne y nos sentó con él a la diestra del Padre. Nuestra misión es ahora alcanzar al que ha recorrido ya toda nuestra esperanza, sacar adelante la esperanza del mundo.
La creación entera gime y está en dolores de parto hasta que se manifieste la gloria de los hijos de Dios. Ascender como Jesús no es abandonar el mundo, sino llevar al mundo a su perfección. La ascensión no es tampoco un arrebato místico y espiritualista que nos aleje de los hermanos, sino un compromiso con los hermanos para construir junto a todos la fraternidad. El cielo no es un lugar al que vamos sino una situación en la que seremos transformados si vivimos en el amor y en la gracia de Dios.
Se inaugura, por lo tanto, el tiempo de la Iglesia, el tiempo de vivir la misión, para eso se nos da el don del Espíritu, cuya fiesta celebraremos el Domingo próximo. Esto es lo que Jesús quiere decir a sus discípulos cuando afirma: “ustedes son mis testigos”. Comienza el tempo del testimonio público y valiente que debe llegar a todos los hombres y todos los aspectos de la vida.
Así como Cristo ha sido el gran testigo del Padre, ahora la comunidad cristiana lo tiene que seguir siendo en cada generación, animada siempre por el Espíritu de Jesús. Porque cuando Jesús nos dice: “Les toca a ustedes”, no nos deja solos y desamparados, sino que Él mismo, con su vuelta al Padre, se queda para siempre con nosotros en todos los tiempos y lugares. Se queda enviando su Espíritu, se queda en la Iglesia, en la Palabra y los sacramentos, se queda en el conjunto de la vida de su comunidad de discípulos. Que se esfuerza por vivir por los demás”.
Con la Ascensión se abre un nuevo tiempo para la Iglesia caracterizado por la acción del Espíritu, por el esfuerzo misionero. Por eso, la Iglesia tiene que ser con renovado fervor, en todo tiempo y lugar, la comunidad de discípulos que no se aísla ni evade los desafíos de este mundo y de este tiempo. La Iglesia tiene que ser comunidad de testigos, comunidad misionera que no se queda mirando el cielo, sino que se siente enviada a este mundo para transformarlo por la palabra y la fuerza del resucitado.

Para discernir

¿Dónde experimento la presencia viva del resucitado?
¿Busco la justificación al llamado en mis méritos y virtudes o en su gracia y amor?
¿Siento que por su ascensión mi vida esta para siempre escondida en Dios y unida a ÉL?

Para discernir

…Queremos compartir tu cielo…

Para la lectura espiritual
Nuestro Señor Jesucristo podría haber ascendido en secreto y no públicamente. Pero así como tuvo por testigos de su Resurrección los ojos de sus discípulos, así también constituyó a estos mismos testigos oculares de su elevación «Viéndolo ellos se elevó», y fue quitado de entre ellos y era elevado al cielo y una nube lo recibió en su seno. Y como estuvieron viéndolo ellos, fue tomado, fue elevado, era llevado hacia arriba y entró allá. «Porque no entró Cristo en un santuario fabricado por mano de hombres, sino en el mismo cielo, para comparecer delante de Dios». Hb. 1, 24
Y no solamente entró, sino que penetró. Porque dice Pablo: «Teniendo pues un pontífice grande que penetró en los cielos, Jesús.» Hch. 4.14
¡Ascendió, se fue, hizo su camino, penetró! ¡Ascendió como quien tiene potestad! Para que se cumpliera el oráculo del profeta, ¡sube Dios entre voces de júbilo! Salmo 46, 6. «Alzad, oh príncipes, vuestras puertas y levantaos puertas eternales y entrará el rey de la gloria» Salmo 23, 7-8
Dos cosas sucedieron: porque así como quedó estupefacta la tierra cuando vio el salvador vestido de cuerpo, y como cuando vemos a un extraño solemos preguntar ¿quién es este?, puesto que de un conocido no se hace esa pregunta; del mismo modo la tierra, al ver al Divino Salvador dotado de divina virtud y que mandaba a los vientos y al mar, dice: «¿quién es este que aun los vientos y el mar le obedecen» Mt. 8, 27. Pues del mismo modo que la tierra clama, ¿quién es éste?, así también el cielo estupefacto al ver en carne a la divinidad, dice: «¿Quién es este rey de la gloria» Sal. 23, 8
Y observa una cosa admirable, El Salvador vino, y viniendo trajo al Espíritu Santo, y al regresar llevó consigo allá a lo alto el cuerpo santo, con el objeto de dar al mundo una prenda de salvación que es la virtud del Espíritu Santo, para que a su vez diga todo cristiano que el cuerpo santo es prenda de salud para el mismo mundo.
... Tenemos una prenda suya allá arriba, que es el cuerpo que por nosotros tomó, y acá en la tierra también la tenemos, que es el Espíritu Santo que está con nosotros.
El cielo poseyó el Santo cuerpo, la tierra recibió el Espíritu Santo. Vino Cristo y trajo al Espíritu Santo, Ascendió Cristo y llevó consigo nuestro cuerpo...
...Con certeza seremos elevados en las nubes, si es que se nos encuentra dignos de salirle al encuentro en las nubes... hagamos, pues, todos nosotros seamos del número de aquellos que le saldrán al encuentro aunque nos encontremos en un orden inferior. Porque, a la manera de los que salen al encuentro del rey, aunque no todos sean de la misma dignidad, sin embargo, todos son recibidos honoríficamente por él, así sucederá en aquel tiempo, ya que no todos han tenido un mismo género de vida. «Porque cada uno recibirá un premio conforme a su propio trabajo» I Cor 3,8
San Juan Crisóstomo


Para rezar

Ascensión

Te alabamos, Señor, y te damos gracias
y proclamamos tus maravillas por toda la tierra,
cantamos himnos en tu honor y decimos llenos de alegría:
Qué grandes son las obras del Señor.

Porque ya no nos sentimos huérfanos ni desamparados
pues sabemos que vivimos en vos y vos en nosotros,
y que por la mediación de Jesucristo
nos envías al Espíritu Santo,
el Espíritu de la verdad y de la fortaleza,
nuestro abogado y defensor.

Esta es la promesa que nos hizo Jesucristo
y esta es la realidad que hoy vivimos,
que somos tu comunidad y tu pueblo,
llamado a proclamar al mundo
este mensaje de la salvación.

Hoy reconocemos, Señor,
toda nuestra dignidad, la de hombres
y la de hijos tuyos,
llamados por el bautismo a una nueva vida,
abiertos a la esperanza
y destinados a compartir
contigo la vida para siempre.

Santos Benetti

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