sábado, septiembre 09, 2006

Reflexión 10 de Saptiembre - Domingo XXII durante el año

EVANGELIO
 
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos
 
a    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
7, 31-37
 
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua; Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete». Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
 
Palabra del Señor.
 
 
 
Reflexión
 
 
 
EL REINO SE HA HECHO PRESENTE
1.- Las tres lecturas de la Eucaristía están perfectamente de acuerdo: El Reino de Dios se ha hecho presente entre nosotros gracias a Jesús de Nazaret. Todos los milagros son señales y, por eso, no tienen sentido en sí mismos, sino aquello a lo que señalan: La presencia del Reino de Dios, que es Dios quien reina y no el mal, no el pecado, no sus manifestaciones más palpables: la enfermedad, la muerte, la injusticia.
La primera lectura, que procede del profeta Isaías, hace referencia a la curación de los enfermos, llevada a cabo por Jesús, como señal de que Dios mismo está aquí, de que El ha venido en persona, de que El hace justicia y de que es El quien nos salva. La curación de un sordomudo es el símbolo del pueblo de Israel: Sordo para escuchar la de Dios y por tanto, incapaz de dar una respuesta a la misma.
Cuando el pueblo de Dios exclama que Jesús “hace oír a los sordos y hablar a los mudos”, está citando al profeta Isaías: “Se despegaran los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán”. Todos esos “milagros” son señales de que el Reino de Dios ha llegado al mundo y empezado en Jesús de Nazaret. El pueblo nos dice Marcos, reconoce el reinado de Dios en esas señales que Jesús hace.
2.- Recordemos las frases de Pedro y Juan, en los Hechos de los Apóstoles, cuando acaban de curar a un paralítico: No somos nosotros quienes hemos hecho andar a este hombre con nuestro poder o fuerza, es Jesús quien tiene el poder, es en El quien debemos poner la fe; sólo en El está la salvación. Isaías nos recuerda que en la proclamación de esta verdad debemos dejar de lado nuestra cobardía y temor.
La segunda lectura tomada de la carta del apóstol Santiago, subraya algo que debiera estar escrito sobre las paredes de todos los lugares en donde celebramos nuestras eucaristías: “No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo con la acepción de personas”. La comunidad cristiana debe ser el signo claramente visible de que es Dios quien reina y no el dinero o el poder.
La sociedad de consumo nos ha acostumbrado a valorar a las personas no por lo que son, sino por lo que tienen. Decente no es ahora el que actúa con criterios decentes, sino el que vive en un barrio “decente”, tiene una casa y automóvil “decente” y se viste con ropa “decente”. La decencia ya no es una cuestión de actitudes, sino de barrio, de coche o de ropa.
Hoy el dinero divide la sociedad y se convierte en criterio decisivo. Jamás debiera ser así en nuestras comunidades cristianas. Más que nunca, como lo manda el Evangelio, debemos optar entre Dios y el dinero. La comunidad cristiana tiene que ser signo del Reino de Dios, de que es Dios el que reina y no el dinero. La comunidad cristiana debe ser signo evidente de que el criterio decisivo es el amor y no el dinero. De que a un hombre o mujer se le valora porque es hijo de Dios y no porque es varón o mujer.
3. Jesús es “el esperado”, nos dice el Evangelio, en El y con El llega a nosotros el Reino de Dios puesto que El hace oír a los sordos y hablar a los mudos. ¿Ponemos nuestra fe, nosotros, en Jesús o en los milagros? Porque aquí está la segunda idea esencial: Jesús manda, una vez curado el sordomudo, que no lo dijeran a nadie.
Cuando en una ciudad esperaban a Jesús para que hiciera milagros, Jesús, nos dice el Evangelio, daba un rodeo y no entraba en ella. No lo esperaban a El, sino a los milagros, El no tenía nada que hacer allí. ¿Entraría Jesús en nuestras ciudades?
La comunidad cristiana primera, veía en el milagro que nos relata el Evangelio, un signo del bautismo y la confirmación: Jesús impone las manos, separa del cuerpo el recipiente del don, usa la saliva, manda a callar lo ocurrido y desata la lengua para proclamar la gloria de Dios. Fijémonos: Todo lo hace el contacto personal con Cristo, con la persona de Cristo.
Digamos la frase del pueblo: “Todo lo ha hecho bien”. ¿De qué líder de nuestra comunidad cristiana podemos nosotros decir una cosa así? ¿Alguien entre nosotros merece una alabanza así por haber hecho hablar a la comunidad con toda libertad y porque haya hecho reinar a Dios, o sea al amor, como criterio decisivo, absoluto, indiscutible?
Cristo está resucitado, por medio de Él no sólo obró Dios en el pasado, sino que Dios sigue haciéndolo todo bien; acerquémonos a Él con confianza, con fe; en Él Dios sigue obrando en medio de su pueblo, en Él Dios sigue salvando a su pueblo.
 
Antonio Díaz Tortajada
www.betania.es
 
NUNCA HA HABIDO MÁS SORDOS Y MÁS MUDOS
1. - Miles de satélites por los aires. Nuevos cables submarinos por todos los mares. Autopistas que unen naciones. Facilidades de paso por las fronteras. Todo nos lleva a una mayor comunicación y sin embargo nunca ha habido más sordos ni más mudos.
Tantas ondas, tanto ruido ha estropeado nuestro tímpano y cada vez somos menos capaces de oírnos y de oír a los demás. Y el que habla abre y cierra la boca como en el cine mudo, no nos parece que pronuncia palabras inteligibles, porque nadie le presta atención.
Nunca ha habido tanta soledad. Soledad de los ancianos que, o viven solos, o en medio de las familias no encuentran a quien contar sus batallitas. Los esposos no se entienden con los hijos y no pocas veces entre ellos. Los jóvenes nos acusan de que los mayores no les entendemos.
Sea por nuestro propio egoísmo, sea por las desilusiones que nos hemos llevado con lo demás, sea porque nos sentimos llenos de problemas y no nos basta con los propios para ocuparnos de los demás, el caso es que en la era de las comunicaciones estamos incomunicados unos con otros. El contacto de Tú a Tú va pasando a ser pieza de museo, o motivo de novela romántica.
2. - Nunca ha tenido más actualidad el grito de Jesús al sordomudo del evangelio: “¡ÁBRETE!”
* Ábrete al hombre, abre tu corazón y sal al encuentro de los hombres que te necesitan y tú necesitas.
* Ábrete al hombre que te ofrece su amistad* Ábrete al que necesita tu cariño* Ábrete al que tiende su mano hacia ti en espera de ayuda* Ábrete y escucha al que te cuenta esos problemas que nadie más puede contar* Ábrete al que necesita tus palabras de consuelo, sal de tu mudez y deja oír tus palabras* Ábrete sobre todo a ese Señor que habla quedito en lo hondo del corazón, apártate de la muchedumbre de vez en cuando, como Jesús apartó al sordomudo para hacerle oír su voz.
3. - En realidad nunca estamos incomunicados con el Señor si sabemos acallar tanto ruido y tantas voces a nuestro alrededor y prestamos atención a la voz tenue de nuestro Dios que no nos habla ni por radio, ni por televisión, sino en lo hondo del corazón. Comencemos por dejar resonar en el corazón ese “¡ÁBRETE!” de Jesús.
 
José María Maruri, SJ
www.betania.es
 
¿HAY REMEDIO PARA LOS CATÓLICOS SORDOS Y MUDOS?
1.- En el Antiguo Testamento, la enfermedad, era exponente del castigo de Dios. Hoy, si Jesús regresara camino de los “nuevos Galileas” (los lagos donde vivimos o mal vivimos, trabajamos o descansamos, cantamos o lloramos) se encontraría con un nuevo fenómeno: la sordera espiritual.
El Papa Benedicto, desde el mismo día del inicio de su pontificado, nos alertaba del “intento de silenciar a Dios en el mundo”. Es una de las afecciones más graves que existen en nuestra vida cristiana y contemporánea. Porque, aquí, en medio de nosotros, hay personas que oyeron hablar un día de Dios; de un tal Jesús de Nazaret; de la fuerza del Espíritu o de Santa María.
Todo ello, además, gracias a la mejor Madre y Maestra Espiritual que es la Iglesia. Pero ¿qué ha ocurrido? ¿Por qué los oídos tan despiertos para las sensaciones de mundo y tan opacos para las cosas de Dios?
Porque, lo malo, no es que existan instituciones, políticas y políticos, católicos y cristianos “duros de oído” para la voz de Dios. Lo malo es que esa sordera no es de nacimiento. El secularismo, el pragmatismo, la simple apariencia, la hostilidad hacia todo lo que “huela a iglesia” o “suene a Dios” ha logrado dinamitar la sensibilidad hacia la experiencia de Dios.
Por eso, el Señor, un Domingo más, nos dice: ¡Effetá! ¡Ábrete”.
2.- Hay dos tipos de sorderas en el mundo que nos rodea y que vivimos:
Una, la que por sistema y son contemplaciones, rechaza todo lo que tenga referencia a la cuestión religiosa y, otra más, la que escuchando la Palabra y afirmando que oye, a continuación, vive como si nunca hubiera entendido nada.
Por otra parte, si el Señor, se presentase de repente en muchas de nuestras parroquias y comunidades cristianas se encontraría, además, con una enfermedad que debilita o que condiciona la transmisión del Evangelio: los católicos mudos.
Los creyentes, y en el contexto que nos toca vivir, o somos intrépidos a la hora de manifestar nuestras convicciones religiosas o, por el contrario, nuestra fe quedará relegada a un plano peligrosamente intimista. Y, no lo olvidemos, el Señor nos dijo: ¡ID POR EL MUNDO! Desde luego, no nos dijo: ¡ID Y SED MUDOS!
El movimiento se demuestra andando. Y, la pertenencia –entusiasta y real- a la iglesia católica, se ha de evidenciar en una disposición para anunciar el evangelio; para ser portadores y generadores de nuevos cristianos; para no permanecer mudos ante una realidad que intenta poner auriculares al hombre para que sólo escuche el dictado de los poderosos, de los gobernantes o de las presiones mediáticas.
3.- La fe, con movimiento ascendente (hacia Dios) y descendente (hacia el hombre) también se demuestra andando. Que el Señor, que sigue obrando grandes maravillas y extraordinarios milagros en medio de su iglesia, en medio del mundo, nos haga ser conscientes de que la sordera espiritual se cura con la escucha pausada y reflexionada de la Palabra de Dios. Y que, por otra parte, nos haga comprender, que el permanecer mudos, no hace si no el ceder terreno para que otros, no precisamente en nombre de Dios, ganen terreno y sean altavoz de otros intereses muy distintos a los que proclama Jesucristo. ¿Sordos o mudos? De vez en cuando….de todo un poco.
 
Javier Leoz
www.betania.es
 


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