sábado, mayo 31, 2008

homilia para el domingo 1º de Junio

DOMINGO IX DURANTE EL AÑO
 
Lectura del libro del Deuteronomio

11, 18. 26-28. 32

 

Moisés habló al pueblo y le dijo:

Graben estas palabras en lo más íntimo de su corazón. Átenlas a sus manos como un signo, y que sean como una marca sobre su frente.

Yo pongo hoy delante de ustedes una bendición y una maldición.

Bendición, si obedecen los mandamientos del Señor, su Dios que hoy les impongo.

Maldición, si desobedecen esos mandamientos y se apartan del camino que yo les señalo, para ir detrás de dioses extraños, que ustedes no han conocido.

Cumplan fielmente todos los preceptos y leyes que hoy les impongo.

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                        30, 2-4. 17. 25

 

R.    Señor, sé para mí una roca protectora.

 

Yo me refugio en ti, Señor,

¡que nunca me vea defraudado!

Líbrame, por tu justicia;

      inclina tu oído hacia mi

y ven pronto a socorrerme.  R.

 

Sé para mí una roca protectora,

un baluarte donde me encuentre a salvo,

porque Tú eres mi Roca y mi baluarte:

por tu Nombre, guíame y condúceme.  R.

 

Que brille tu rostro sobre tu servidor,

sálvame por tu misericordia.

Sean fuertes y valerosos,

todos los que esperan en el Señor.  R.

 

 

El hombre es justificado por la fe,

sin las obras de la Ley

 

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Roma

3, 20-25a. 28

 

Hermanos:

A los ojos de Dios, nadie será justificado por las obras de la Ley, ya que la Ley se limita a hacernos conocer el pecado. Pero ahora, sin la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas: la justicia de Dios, por la fe en Jesucristo, para todos los que creen.

Porque no hay ninguna distinción: todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús. Él fue puesto por Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, gracias a la fe.

Porque nosotros estimamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley.

 

Palabra de Dios.

 

 

 

EVANGELIO

 

La casa edificada sobre roca

y la casa edificada sobre arena

 

a    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

7, 21-27

 

Jesús dijo a sus discípulos:

No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?»

Entonces Yo les manifestaré: «Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal».

Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca.

Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande.

 

Palabra del Señor.

 

 

Reflexión

 

 

 

LA VOLUNTAD DE DIOS ES NUESTRA FELICIDAD

1.- Hacer la voluntad de Dios es realizar lo que a El le agrada. Jesús no pide palabras, sino que espera de nosotros hechos, es decir demostrar que lo que decimos con los labios lo llevamos a la práctica. El que cumple la voluntad de Dios es el que de verdad vive el Evangelio. Hacer la voluntad de Dios es llevar a cabo aquello que gusta a Dios, que es de su agrado. Cuando amamos a alguien buscamos hacer aquello que le hace feliz. Al mismo tiempo, dado que Dios nos ama, su felicidad es que descubramos la vida en plenitud, no una felicidad superficial, sino la verdadera felicidad, que consiste en llegar a ser nosotros mismos. Esto nos conduce al segundo sentido de la expresión "voluntad de Dios": hace referencia al gran plan, al proyecto de Dios para la humanidad. Dios nos ha creado para que seamos felices. Los padres que aman de verdad a sus hijos tienen expectativas con respecto a ellos. Desean que ellos desarrollen todas sus capacidades, quieren que ellos hagan libre uso de sus dones para convertirse así en adultos. Esto es aún más cierto en el caso de Dios. El desea nuestra felicidad. El proyecto de Dios no es anular nuestra libertad, sino una invitación a que nuestra libertad sea utilizada plenamente a fin de ser cada vez más, a imagen suya, capaces de amar y servir al hermano, que es el camino más directo hacia esa felicidad que todos buscamos.

2.- Los hombres hemos sido creados para la felicidad. Aquél que es plenamente feliz tiene de verdad el derecho de decirse: "he cumplido la voluntad de Dios en esta tierra". Todos los justos, todos los santos, todos los que han hecho el bien han sido felices de verdad. Jesús sabe que Dios es su Padre, que desea lo mejor para Él y el mundo, a pesar de las contradictorias apariencias. Por eso en Getsemaní y en la cruz se pone en las manos del Padre y dice "hágase tu voluntad". Confía en Dios y es esta confianza la que le da fuerzas para asumir las circunstancias difíciles. Muchos no entienden lo que significa la súplica del Padrenuestro "hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". Incluso hay quien omite estas palabras, creyendo que Dios nos va a mandar cosas malas. Vattimo, en su libro "Creer que se cree", se pregunta por qué existe la costumbre de decir "que sea lo que Dios quiera", sólo cuando algo va verdaderamente mal y no, por ejemplo cuando te toca la lotería.

3.- Construir nuestra vida sobre la Roca firme, que es Cristo. En nuestra vida existe una contradicción. Por una parte, la oferta que nos hace la sociedad en la que vivimos es de una forma de vida que se presenta cómoda y atrayente a nuestros ojos y que rinde culto al "vive como quieras". Por otra parte, el camino que Dios te ofrece, una senda que exige abandonar el yo a favor del tú y que, además, no es comprendido por los que te rodean. Al elegir seguir el camino del Evangelio debes estar dispuesto a salir de ti mismo para entregarte a tus hermanos. Esta renuncia es inútil si la vives como un sacrificio que has de hacer para conseguir una parcela en el cielo. Sólo tiene sentido desde el amor y desde una conversión profunda que te lleva a hacer tuyos los valores propuestos por Jesús. La felicidad sólo se consigue con la fidelidad, edificando nuestro edificio espiritual sobre la roca firme del amor de Dios. Jesús no promete una vida sin pruebas, Jesús promete que si la casa se construye sobre la roca permanecerá a pesar de los fuertes vientos y tempestades. Nuestra vida permanecerá firme al fin de los tiempos, si construimos sobre las enseñanzas y el amor de Cristo. Lejos de Él será una casa que se construye sobre arena y por consiguiente puede derrumbarse frente a las vicisitudes, calamidades, mal sabores y contrariedades de la vida, puede perderse entre el inmenso desenfreno y malas raíces que nos da el mundo exterior y quedar una y otra vez sedientos hasta arruinarnos. La felicidad del hombre se puede reducir a la ruina, pero si construimos con conciencia sobre la Roca a pesar de las contrariedades, sinsabores, fracasos, dudas, penas, decepciones, desilusiones, amargura, oscuridad, injusticias etc. nada ni nadie nos derrumbará.

Con dinero podemos:

Comprar una cama, pero no un sueño.

Libros, pero no cultura.

Comida, pero no apetito.

Adornos, pero no la belleza.

Una casa, pero no un hogar.

 

Medicinas pero no salud.

Lujos pero no simpatía.

Diversiones, pero no felicidad.

Un crucifijo, pero no un Salvador.

Una iglesia, pero no el cielo.

Y recuerda que lo que el dinero no puede comprar,

Dios nos lo da diariamente sin cobrar!

 

José María Martín OSA

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NO TODO EL QUE DICE: "SEÑOR, SEÑOR"

1. - En las tardes lluviosas y tristes de invierno, en algunos pueblos de la montaña de León, las mujeres se reunían, en torno al brasero, para hilar y charlar. Tardes de filandón. Cuando una mujer hablaba y hablaba y se olvidaba de hilar, otra le decía: dímelo hilando. Las palabras debían acompañar a las obras, no sustituirlas. Cuando las palabras no van acompañadas de las obras, son palabras vacías que no llevan dentro ningún mensaje de verdad. Hace muchos años yo recuerdo una canción que decía, más o menos, así: que todas las palabras son mentira, si no llevan como el pájaro su grano. Las palabras vacías, como las hojas que van y vienen, juguetes del viento son. Ya nos decía el Papa Juan Pablo que la sociedad de hoy, en la evangelización, prefiere a los ejecutores antes que a los simples predicadores. Cuando uno habla y habla del evangelio de Cristo, pero después no se ve por ningún lado en su comportamiento una actitud basada en los auténticos valores del evangelio, decimos simplemente que esa persona es un hipócrita. Si predicamos paz, amor, trabajo, defensa de la justicia y de los más pobres, fraternidad, solidaridad, y después se ve que vivimos como burgueses acomodados, siempre del brazo de los poderosos y de los más fuertes, pues, evidentemente, la gente no nos va a creer. Si rezamos mucho y nos pasamos el día diciendo Señor, Señor, y después nos olvidamos olímpicamente del hermano más necesitado, seguro que, en el día final, el Señor nos dirá: No os he conocido.

2.- Meteos mis palabras en el corazón y en el alma. Las palabras escritas en el corazón y en el alma son palabras que empujan a la acción, son una fuerza y una pasión interior que marcan un comportamiento y una vida. Cuando las palabras que nos arden en el corazón son las palabras del Señor no nos desviaremos del camino y de la vocación que el Señor nos ha marcado. En este texto del Deuteronomio, Moisés, en nombre de Dios, nos dice que si escuchamos los preceptos del Señor, si los tenemos en el corazón y en alma, tendremos siempre su bendición. No iremos detrás de dioses extraños, ni nos dejaremos embaucar por palabras de embaucadores de palabra fácil y vida regalada y vacía.

3.- Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen. Aquí San Pablo, una vez más, dice a loa primeros cristianos de Roma que lo que de verdad les salva es la fe en Cristo, no el cumplimiento de la Ley de Moisés. La fe en Cristo es, para San Pablo, fidelidad y compromiso con el evangelio de Cristo, es una fe con obras. La fe no es sólo una creencia racional, sino, principalmente, un compromiso vital. Creer en Cristo es apostar por él, tener su evangelio como libro de cabecera, tratar de vivir a su estilo, defender los valores que él defendió e intentar vivir como él vivió. No se trata tanto de la fidelidad a unas normas, a unos ritos, a unas tradiciones, sino de la fidelidad a una vida, a unos valores, a los valores y a la vida de Cristo.

4.- El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Una casa sin fundamento es fácil presa de los vientos y de las lluvias. Las personas con fundamento son personas equilibradas, resistentes, siempre generosas y vacunadas contra el desánimo. Las personas sin fundamento son personas frágiles y vacilantes, que necesitan el apoyo y el halago constante de otras personas. Si nuestro fundamento es Cristo, aceptaremos el dolor y la pasión de la vida como él lo aceptó, haciendo del dolor instrumento de salvación y redención. Nuestro fundamento es la vida de Cristo, una vida vivida en el amor y por amor, una vida entregada al servicio de los demás. Si intentamos vivir como Cristo vivió, quizá no hagamos milagros, ni seremos aplaudidos por los hombres, pero en el día final él sí nos reconocerá y nos pondrá a su lado, muy cerca de él, para siempre.

 

Gabriel González del Estal

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Y LA VIDA SIGUE

1.- Atrás han quedado celebraciones que, bien centradas, preparadas y vividas, nos pueden haber llevado a un fortalecimiento en la fe y en nuestro ser Iglesia.

¡Ojala que, Pentecostés haya dejado en nosotros ganas renovadas de seguir adelante como cristianos!

¡Ojala que, el Corpus Christi, con Cristo en el centro de todo, haya sido un revulsivo para convertirnos en entusiastas y pregoneros del amor que Dios nos tiene!

¡Ojala que, el mes de mayo, recién acabado, haya sido un camino que nos haya templado el espíritu y nuestra forma de ver las cosas y a Dios mismo, como lo hizo María!

¿Ha sido así? ¿Hemos vivido bien la Pascua? ¿Nos hemos abierto al Espíritu en Pentecostés? ¿Con qué se han quedado las retinas de nuestros ojos en el Corpus? ¿La custodia o Aquel que está dentro de ella?

2.- Sí, amigos. ¡Hay que edificar sobre firme! Flaco favor hacemos a la Iglesia, a nuestra fe y a nosotros mismos si nos quedamos en lo superficial.

"Señor, Señor"; ¡lo decimos tantas veces y de tantas maneras! ¿Pero, lo decimos de corazón? ¿Llegamos al fondo de las cosas? Hay amistades de primera y, por qué no decirlo, también de segunda.

Las amistades de primera son aquellas que son capaces de sacrificar, un momento, una felicidad y todo lo que haga falta para no perder a un amigo y, sobre todo, por servir y seguir a ese amigo.

Las amistades de segunda, por el contrario, vienen abanderadas por la simple apariencia: hoy sí, pero cuando no me conviene: ¡pues no!

¿Cómo es nuestra amistad con Cristo? ¿De primera o de segunda? ¿Sincera o ilusa? ¿Contrastada por el Evangelio o adornada por la recepción puntual de sacramentos y más sacramentos?

3.- Sí, amigos. Han pasado las principales solemnidades de nuestra fe cristiana pero, ahora, y sólo ahora, es donde, con las cartas sobre la mesa, se ven aquellas amistades que son verdaderas y bien fundamentadas (en Jesús) y las que, por lo que sea, son hoja que el viento se llevó.

Al retomar este tiempo ordinario, que dejamos allá por el 3 de febrero, tomamos conciencia de lo que somos y de lo qué queremos ser. Y, el domingo, Día del Señor, es un día especialmente señalado para levantar con solidez y con fundamento nuestro seguimiento a Jesús. Sin Él, y no hay más que contemplar el panorama del mundo, somos marionetas de un gran guiñol pagado por los poderosos. Sin referencia a Dios, y no lo olvidemos, nuestra conciencia deja de ser objetiva y corre el riesgo de ser subjetiva, caprichosa y cambiante. Si no tenemos las cosas claras, Dios tiene la última palabra, nuestro mundo, nuestra sociedad y nuestro futuro será una casa sobre arena movediza, traicionera y con resultados catastróficos. ¿Qué es exageración? ¿Qué el hombre se las puede valer y entender por sí mismo? ¿Hay algo más arenoso y frágil que el hombre, su ideología, sus sistemas, sus modas, sus proyectos o su sentirse súper-poderoso?

4.- La gran obra que hemos de levantar, no ha de contar solamente con el elemento humano. Siempre es bueno recordar aquel constructor que, arrogante y soberbio, estaba convencido de controlar e imponerse ante todo. Un día, un obrero, le dio una gran magistral lección: "usted sabrá mucho, habrá estudiado otro tanto, nos humillará y nos tratará de ignorantes pero, le recuerdo, que sin el cemento, sin el agua y sin nosotros, usted no es nada, irá a la ruina". Con la obra de Dios pasa tres cuartos de lo mismo. ¿Qué es nuestro apostolado sin Dios? ¿De qué sirven nuestras iniciativas, si en nuestras encuestas, dejamos de lado la respuesta de Dios? ¿Por qué nos desazonamos cuando no hay proporción entre esfuerzo y fruto recogido?

Que este Tiempo Ordinario contribuya a que sepamos elegir entre lo bueno y lo malo, entre crecer hacia arriba o en conformarnos con lo de abajo; en ser colaboradores del Señor o, en pensar, que somos autónomos y que por lo tanto, todo, depende de nosotros.

Intentemos edificar en serio. Con la ayuda de Dios. Huyendo de la comodidad y de una fe que no tiene más compromiso que el hecho de haber sido bautizados.

Es el momento, y todos los domingos lo intentaremos, de tener los pies en el suelo pero caminando a una con Dios. La vida sigue, y lo bueno de todo ello, es que Jesús va por delante dándonos pistas para no perdernos y ofreciéndonos buena piedra para que sepamos construir y edificar con seguridad su Reino en este mundo.

 

Javier Leoz

www.betania.es

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