sábado, octubre 04, 2008

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo "A" "Homilia"

Reflexión

 

 

LA ENSEÑANZA DEL RESPETO A LA VIDA HUMANA

1.- Es obvio que el tiempo pasa y lo hace deprisa –o, al menos, eso es lo que nos parece–. El verano ya parece muy lejano en este primer domingo de octubre. El curso escolar y universitario se ha iniciado. Y litúrgicamente nos vamos acercando al Adviento y al llegar a él habremos terminado todo un ciclo, el A. Y en estos domingos finales, San Mateo nos va narrando los últimos e intensos combates dialécticos de Jesús de Nazaret contra los jefes de la religión oficial judía. Ya el domingo pasado decía a sumos sacerdotes, escribas y fariseos que decían que sí, que servirían al Señor, pero luego no lo hicieron. Mostraba Jesús su hipocresía. Hoy, con la parábola de los viñadores asesinos, Jesús anticipa proféticamente su muerte. Y, en efecto, los jefes del pueblo iban a matar a Jesús como antes lo hicieron con otros enviados de Dios, con los profetas.

Es obvio, por un lado, que ya los dirigentes del templo habían manifestado su deseo de hacer desaparecer a Jesús. Pero no se atrevían ni hacerlo, ni a proponerlo públicamente, por temor al pueblo. Jesús quiere anticiparse a sus pensamientos y les describe una parábola en la que los arrendatarios de una viña de convierten en asesinos por codicia y, tras maltratar, a los primeros enviados que el Dueño les enviaba para cobrar las rentas pactadas, deciden matar al heredero que va, también, a exigir la entrega de lo pactado con la esperanza de que lo respetarán. Pero esa codicia les lleva a la sinrazón de que si mataban al legítimo heredero, ellos heredarían la propiedad. Una vez más esos miembros prominentes de la alta sociedad sacerdotal y jurídica judía iban a reconocerse a sí mismos en el relato que les muestra Jesús. Quien sabe si algunos de ellos, no habrían hablado poco antes, –minutos antes de la escena que nos narra el evangelio de buscar el final del Maestro de Galilea. No sería extraño.

2.- Jesús, por su parte, no relata esa parábola para demostrar sus dotes de profeta, su capacidad de anticipación sobre el tiempo y el espacio. No, claro que no. Jesús de Nazaret busca –y lo hará hasta sus últimos momentos– provocar en sus antagonistas la reflexión y el arrepentimiento. Y sabemos –lo expresábamos también el domingo pasado– que algunos de los sacerdotes y senadores creyeron en Él, aunque no se manifestaron favorables, por temor a la corriente oficial. Ya poníamos el ejemplo de Nicodemo. Pero iba ser inútil. La soberbia y dureza de corazón de los adversarios de Jesús sólo tomarían sus palabras como una afrente, como un insulto, como una falta de respeto a sus personas y a lo que ellos representaban.

Ésta vez el Maestro termina con unas palabras que, sin duda, preocuparon a sus adversarios. Habla de que se les va a quitar el Reino de Dios y se lo "dará a un pueblo que produzca sus frutos". Los representantes de la religión oficial judía vivían limitados en su poder por el invasor romano. Y también temerosos de que el poder del César les quitara y les sustituyera por otros. Pilato –el gobernador– había utilizado sacrílegamente el altar del Templo. Y las exigencias de las fuerzas de ocupación eran cada vez más altas. Se temían que pudieran ser desalojados de sus privilegios, por eso esa frase final tuvo que irritarlos aún más. La realidad es que las profecías de Jesús sobre el final dramático del Templo y de Jerusalén iban a resultar ciertas. Cuarenta años después Jerusalén sería arrasada por los romanos y se iniciaría la diáspora total. Nunca más el templo volvería a funcionar, ni nunca más su sistema de gobierno y de castas privilegiadas estaría presente.

3.- La cuestión es saber cómo pueden ser útiles –hoy– para nosotros estos episodios finales de la lucha de Jesús para predicar el Reino de Dios a sus contemporáneos. Sinceramente, creo que tienen muchos lados de atención, meditación y aprovechamiento. A mi juicio la mejor enseñanza es que nunca jamás nuestra Iglesia se aproxime lo más mínimo a lo que era el judaísmo oficial de los tiempos de Cristo. Imperaba la hipocresía, la mentira, el abuso de poder y el desprecio por los más pobres, por los más desposeídos. Sin duda, fueron capaces de matar al Hijo de Dios para no perder su poder. Y si, ciertamente, ellos no tuvieron la seguridad absoluta de que ese prodigio enorme de que Dios se había hecho hombre, la realidad es que Jesús como sólo hombre portaba verdad y amor en todos los aspectos. Y, al menos, lo deberían haber respetado por eso y, asimismo, haber entendido que sus advertencias eran necesarias para volver a Dios, al auténtico Dios, no a ese otro "dios" que ellos se habían inventado para que concordara con su forma malvada de vida y de religión. Y volviendo a nosotros, la cuestión del fariseísmo es una amenaza permanente para las personas que trabajan por y para la Iglesia de Dios. Por eso la parábola ha de enseñarnos.

Está igualmente incluida en la enseñanza de la parábola, el respeto a la vida humana y se muestra en ella, el atentado para robar, para sacar beneficio económico. ¿No está esto presente en nuestro mundo? No son las guerras –y el terrorismo– una fórmula de muerte para conseguir poder político y económico. Y, asimismo, ¿algunas maniobras de los poderes económicos no traen la miseria y la muerte a muchas gentes, a muchos pueblos, a no pocas naciones? Y es que hemos de pagar las rentas con las que nos hemos comprometido y, también, sentir el agradecimiento por quien nos ayuda a trabajar y a vivir honradamente de nuestro trabajo. Por otro lado, la cercanía del "tiempo final" que nos van narrando los evangelios de estos domingos, han de ser, asimismo, una alerta para nosotros. Ese tiempo que se acaba nos debe llevar a la conversión más profunda, a plantearnos si nuestra vida está siendo aprovechada en el servicio a Dios y a los hermanos.

4.- Como bien sabéis siempre la primera lectura guarda perfecta relación con el evangelio. Hoy hemos escuchado al profeta Isaías. Es un párrafo de una belleza singular que narra como el Señor Dios trabajó como amor para preparar una viña que no era otra cosa que la Casa de Israel. Pero ese pueblo se equivocó y no obtuvo el fruto que correspondía. Dios se lamenta de tal maldad que, sin duda, concuerda también con el momento que le quedó vivir a Jesús. Realmente, la historia del Antiguo Testamento –a pesar de su supuesta dureza argumental en muchas ocasiones– no es otra cosa que el camino constante de un Dios Padre que busca que su Pueblo-Hijo se convierta y vuelva al redil de su amor. Pero parece que no lo consiguió y, obviamente, tuvo que venir otro pueblo y obtener los frutos buenos. La reflexión sobre la posibilidad de que tampoco seamos un pueblo que demos frutos es casi inevitable, aunque la cercanía de Jesús a nuestro lado hasta la consumación de los tiempos, nos hace ver que seguiremos fieles, no por nuestros méritos sino por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo.

Y de esta posibilidad, sin duda, nos habla San Pablo. Si somos fieles "el Dios de la paz estará con nosotros". Y no deberemos temer a que florezcan nuestros instintos asesinos y nuestra codicia sin límite. Aunque a veces todo parezca que está peor y que la maldad es la que pervive frente a la bondad. No hemos de tener un planteamiento pesimista, porque Dios Hijo vino al mundo para salvarnos. El fragmento de la carta a los filipenses de hoy es como un bálsamo de verdad, de esperanza, de alegría. Sinceramente, lo único que tenemos que hacer es seguir a Cristo Jesús en toda hora, obviando u olvidando los siniestros cantos de sirena que el mal establecido nos lanza. Hay temas para meditar esta semana. Hagámoslo. No dejemos pasar el tiempo inútilmente.

 

Ángel Gómez Escorial

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¿CORRESPONDEMOS AL AMOR QUE DIOS NOS TIENE?

1.- Historia de amor de Dios con la humanidad. La lectura tomada del profeta Isaías y el evangelio de este día ponen ante nuestros ojos una de las grandes imágenes de la sagrada Escritura: la imagen de la vid. La lectura del profeta Isaías dice que Dios plantó una viña. Es una imagen de su historia de amor con la humanidad, de su amor a Israel, que Él eligió. Por consiguiente, el primer pensamiento de las lecturas de hoy es este: al hombre, creado a su imagen, Dios le infundió la capacidad de amar y, por tanto, la capacidad de amarlo también a él, su Creador. Con el cántico de amor del profeta Isaías, Dios quiere hablar al corazón de su pueblo y también a cada uno de nosotros. La lectura de Isaías habla ante todo de la bondad de la creación de Dios y de la grandeza de la elección con la que El nos busca y nos ama. Pero también habla de la historia desarrollada sucesivamente, del fracaso del hombre. Dios plantó cepas muy selectas y, sin embargo, dieron agrazones. Y nos preguntamos: ¿En qué consisten estos agrazones? La uva buena que Dios esperaba –dice el profeta–, sería el derecho y la justicia. En cambio, los agrazones son la violencia, el derramamiento de sangre y la opresión, que hacen sufrir a la gente bajo el yugo de la injusticia.

2.- La descripción del evangelio contiene una gran riqueza simbólica. La imagen de la viña del evangelio de hoy está tomada de Isaías. El significado de las figuras simbólicas que aparecen en esta alegoría es el siguiente: el propietario de la viña representa a Dios; la viña a Israel; la plantación y trabajos del dueño en favor de ella muestran la solicitud y el amor de Dios por el pueblo elegido; los labradores encargados de que la viña produzca, son figura de los dirigentes; el fruto, como lo indica el paralelo de Is 5,7, es el amor al prójimo, es decir, el derecho y la justicia; los criados enviados por Dios representan a los profetas; su repetido envío señala la constante llamada de Dios a la conversión; el Hijo y heredero es Jesús el Mesías; «El tiempo de la vendimia» es el momento de los frutos. Dios pide cuentas a los dirigentes; envía dos grupos de criados, que pueden corresponder a los profetas de antes y después de la deportación a Babilonia. Los malos tratamientos que sufren por parte de los labradores marcan una progresión ascendente: apalear, matar, apedrear, mostrando el empeoramiento progresivo de las relaciones del pueblo con Dios. Tanto en el judaísmo como en el cristianismo primitivo se habla de la lapidación de los profetas La expectación del dueño se ve defraudada. Los labradores reconocen inmediatamente al hijo; no hay vacilación, pero deciden matarlo. Su crimen no es consecuencia de un error trágico; tienen plena conciencia de la gravedad de su acción. Quieren ser ellos los únicos dueños y señores de la viña, del pueblo de Dios.

La parábola se refiere directamente a los dirigentes de Israel, pero indirectamente toca también al pueblo, en cuanto éste se deja arrastrar y participa de la infidelidad de sus dirigentes. «Echar fuera de la viña» indica la exclusión de la sociedad judía que los dirigentes decretan contra Jesús. Se juzga al hijo indigno de vivir y aun de morir dentro de su heredad.

3.- La parábola tiene su aplicación actual. Muchos nos resistimos a reconocer nuestro mal camino, no nos gusta reconocer nuestros fallos y rechazamos en la práctica el mensaje del Evangelio. Otras veces queremos adaptar el Evangelio a nuestra vida, en lugar de adaptar nuestra vida a lo que nos pide la Palabra de Dios. Somos unos maestros en hacer componendas. A nosotros, los hijos de la Iglesia, nos echa Jesús la misma responsabilidad que tenían los judíos en tiempo de Jesús. La parábola nos lo dice claro. Por una parte, la Iglesia tiene la misión que tenía Israel de hacer llegar a todo el mundo el Reino de Dios. La Iglesia debe ser misionera. Por otra, la Iglesia debe ser fiel a Jesucristo, abundando en frutos de santidad, como lo espera Dios. Los hijos de la Iglesia debemos ser santos. La Iglesia debe anunciar a todo el mundo que Jesucristo, el que fue crucificado, es ahora el Resucitado y el Salvador del mundo. Debe llevar a todos el anuncio de la salvación que trae Jesucristo, desmintiendo a todos los que vienen con otros mesianismos distintos del de Jesucristo. Jesucristo es la última palabra de Dios, y no se ha dado ni se dará a los hombres otro Nombre con el que puedan ser salvos.

 

José María Martín OSA

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EL INCOMPRENSIBLE RESPETO DE DIOS A LA LIBERTAD HUMANA

1.- Esta parábola siempre me trae a la memoria aquella otra en que yo diría que el Señor funda el Sindicato de Payasos de Circo. Y quizás en la de hoy se nombra a si mismo nombra secretario general de ese sindicato. En aquella ocasión el Señor nos decía que diéramos la túnica al que nos quita la capa, prestáramos al quien nos tima, amáramos al que nos odia y pusiéramos la otra mejilla al que nos abofetea. Total que nos quiere tontos de Circo.

Pero hoy nos dice que como nos dijo sed perfectos como lo es vuestro Padre del Cielo, que seamos payasos en lo humano como lo es nuestro Padre del Cielo. Porque ya me diréis que hombre sabio y prudente enviaría a los viñadores repetidas veces a sus criados, sabiendo que los iban a maltratar, y cuando ya no le queda nadie que enviar, envía a su propio hijo pensando que lo respetarán y, naturalmente, lo matan.

Y esta parábola es la pura historia de Dios con el pueblo de Israel, porque es mucha verdad que mataron a los profetas enviados por Dios: asesinados murieron Amós, Miqueas, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Zacarías. Y también es pura historia real que, al fin, Dios envió a su Hijo y también murió asesinado y el Padre Dios lo sabía.

2.- Esta parábola es la historia del incomprensible respeto de Dios a la libertad humana, respeto que nosotros no entendemos cuando le echamos en cara que se esté mano sobre mano dejando triunfar a los malos de este mundo.

Y es que Dios no quiere hijos a la fuerza, no quiere convertidos con látigo. No le gustan lavados de cerebro. Todo el que le siga tiene que decir un sí de corazón, porque solo del corazón sale lo bueno y lo malo del hombre. Al corazón no se le estruja un tubo de pasta de dientes para sacarle un sí forzado.

3.- No entendemos que Dios pierda su dignidad dejando que los hombres hagan lo que quieran con su Hijo hasta llevarlo a la cruz, como pierde su dignidad el Padre del Hijo Pródigo corriendo a su encuentro, porque nosotros lo hubiéramos esperado muy dignamente, sentados esperando que se pusiera de rodillas y nos pidiera perdón.

No entendemos a Dios porque no sabemos amar, amar sin esperar nada, amor por el otro, el amor más cercano al verdadero amor es el de las madres que con gusto darían sus vidas por salvar las de sus hijos.

Nunca podremos entender que el Padre Dios haya unido a la misma muerte de su propio Hijo la salvación de aquellos mismos que lo mataron. Y es que Dios no cabe revancha, no cabe rencor, ni venganza, ni odio.

4.- Sin embargo la parábola acaba con un gesto de venganza: se le quita la viña y se les da a otros. ¿Es Dios el que quita la viña o el hombre el que la pierde? Como no es Dios el que condena al hombre, es el hombre el que se condena a si mismo, poniéndose voluntariamente de espaldas a Dios para siempre.

Nos puede ocurrir a nosotros. De hecho nos está ocurriendo a los de la católica España. ¿Se está convirtiendo España en un erial sin el jugo de la fe? El norte de África fue una de las cristiandades más florecientes en tiempos de San Agustín, pero sus dueños perdieron la viña. ¿Tenemos nosotros más seguridad que ellos? La elección es nuestra, no esperemos que Dios nos fuerce, nunca lo hará. ¿Llegaremos a entender a nuestro Dios? ¿O nuestra humana sabiduría seguirá tildando de payasa y estúpida a la infinita sabiduría de Dios?

 

José María Maruri, SJ

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