domingo, octubre 12, 2008

Homiali Domingo XXXVIII - 12 de Octubre

DOMINGO 28°
«En aquel tiempo Jesús les habló otra vez en parábolas a los sumos sacerdotes y a los fariseos, diciendo: "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero éstos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: 'El banquete está preparado, ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'. Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a sus negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Y luego dijo a sus servidores: 'La fiesta está preparada, pero los invitados no eran dignos de ella. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren'. Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados".
Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?". El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: "Átenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes". Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos» Mt 22,1-10

"USTEDES HAN SIDO SALVADOS GRATUITAMENTE"

Las parábolas que nos viene presentando la liturgia de estos domingos, nos recuerdan una vez más, en el Nombre del Padre, la impactante advertencia acerca de que los últimos se convertirán en los primeros, y de que el Reino pertenecerá a aquellos que no se consideren merecedores de poseerlo.
Todo esto lo repetimos con la cabeza, pero en cambio nos cuesta asumirlo con el corazón. Si somos sinceros en nuestra introspección personal, tomaremos conciencia de que todos somos portadores de una cierta esquizofrenia, de una doble personalidad.
En primer lugar, nos sabemos nacidos en "buenos" ambientes cristianos, no ignoramos el acontecimiento de haber sido invitados a una vida de fe que nos convoca a la fiesta de la vida en Dios. Pero a menudo tratamos de zafar de esta invitación, que se nos convierte en un "presente griego", porque que nos exige un compromiso serio y efectivo.
Preferimos ir detrás de nuestro mundo de la cotidianidad, no exento de adicciones y de pequeñas o grandes idolatrías. Y así pasan los años y vamos postergando una cita con el Señor, que en última instancia será la única que colmará nuestro corazón de paz y de alegría.
El trabajo, la profesión, los estudios, el deporte, la cultura, y a veces las pasiones no siempre inofensivas, se convierten en antesalas y vallas que nos alejan y demoran nuestro sí a la invitación de Dios.
Pero providencialmente, y de repente, nos damos cuenta de que hemos distorsionado nuestra "escala de valores" y transitado sin brújula, vagando desorientados por los cruces de la vida.
Entonces, imprevistamente, prácticamente impelidos por la fuerza de la gracia, nos encontramos inmerecidamente inmersos en la sala de esa multitud de convidados, que ha sido invitada también a participar en el festín de la alegría de la salvación.
 
Monasterio de Los Toldos.

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