sábado, marzo 03, 2007

Refelxió para el II Domingo de Cuaresma

REFLEXIONES DE CUARESMA
Pbro. José Luis Salinas, Pastoral Bíblicawww.diocesisdequeretaro.com.mx


II DOMINGO DE CUARESMA
SIGNO: dos telas blancas una limpia y otra manchada (signo de pecado y de gracia )
CANTO: “Caminaré”
Caminaré, en presencia del Señor.
Caminaré, en presencia del Señor.

Amo al Señor porque escucha, mi voz suplicante.
Porque inclina su oído hacia mí, el día en que lo invoco.

Caminaré, en presencia del Señor. (2)

Me envolvían redes de muerte, caí en tristeza y en angustia.
Invoqué el nombre del Señor: ¡Señor, salva mi vida!

Caminaré en presencia del Señor (2)
ORACIÓN: ¡Ho Señor! Tú que eres la verdadera fuente de luz y soberano principio de todo, dígnate infundir sobre las tinieblas de mi entendimiento el rayo de tu claridad, removiendo de mi las dos clases de tinieblas en que he nacido, el pecado y la ignorancia. Tú que haces elocuentes las lenguas de los infantes instruye mi lengua y difunde en ella la gracia de tu bendición, dame acierto al empezar, dirección al progresar, perfección al reflexionar, sutileza para interpretar, gracia y abundancia para orar. ¡Ho Señor! Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

1. LECTURA DE PALABRA DE DIOS
Primera lectura (Gn 15, 5-12. 17-18)
5 Lo llevó fuera, y le dijo: Ahora mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas. Y le dijo: Así será tu descendencia.
6 Y Abram creyó en el Señor, y Él se lo reconoció por justicia.
7 Y le dijo: Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte esta tierra para que la poseas.
8 Y él le dijo: Oh Señor Dios, ¿cómo puedo saber que la poseeré?
9 Él le respondió: Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.
10 Él le trajo todos éstos y los partió por la mitad, y puso cada mitad enfrente de la otra; mas no partió las aves.
11 Y las aves de rapiña descendían sobre los animales sacrificados, pero Abram las ahuyentaba.
12 Y sucedió que a la puesta del sol un profundo sueño cayó sobre Abram, y he aquí que el terror de una gran oscuridad cayó sobre él.
17 Y aconteció que cuando el sol ya se había puesto, hubo densas tinieblas, y he aquí, apareció un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre las mitades de los animales.
18 En aquel día el Señor hizo un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates.
Esta lectura presenta una alianza pactada entre Dios y Abrahán. En Gn 15, 1-21 se entre mezclan tres promesas: un hijo, una gran descendencia y una tierra. En este relato que se proclamará el segundo domingo de cuaresma, hace mención de las dos últimas. Dios se revela a Abrahán en una visión nocturna y le dice: “no temas Abrahán, yo soy un escudo para ti; tu recompensa será muy grande” (15,1). Aprovecha Abrahán para hacerle una queja: “¿qué me darás, puesto que yo estoy sin hijos, y el heredero de mi casa es Eliezer de Damasco?”(15,2) –Eliezer era uno de sus criados –. Dios no sólo le promete un hijo, sino una gran descendencia como las estrellas del cielo. Abrahán cree en esa palabra a pesar de que sigue sin hijos, Sara es estéril y cada vez son más viejos. El retraso en el cumplimiento de la promesa no obscurece la fe y, por esa fe ciega y confiada, Dios lo considera digno del mayor bien divino: la justicia-salvación. La fe se realiza creyendo en las promesas y obedeciendo al Señor. La fe ofrecía un futuro a Abrahán, la realidad se lo negaba. La solución lógica era nombrar como heredero a su criado, confiar en la ley y no en Dios. Abrahán se vio en el dilema de confiar entre lo legal y seguro, o bien aceptar sin más la palabra divina. Optó por Dios y creyó en la palabra de la promesa, ahí es cuando empezó a ser justo, pero todavía le quedaba un largo camino por hacer. La segunda promesa es la “tierra”: “Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte esta tierra para que la poseas” (15,7). La vocación de Abrahán que sale de Ur de los caldeos, se enlaza con la salida de los israelitas de Egipto y la conquista de la tierra. En este plan de Dios Abrahán será el padre del pueblo que recibirá la tierra, a pesar de las naciones que la ocupan. Estas promesas son pactadas mediante un ritual de sacrificio de animales (15,9-10), se presenta una teofanía, con oscuridad, fuego y víctimas como la del Sinaí, revelando a un Dios que se compromete con su siervo y con el futuro del pueblo para siempre.

Segunda lectura (Filp 3,17-4,1)
17 Hermanos, sed imitadores míos, y observad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros.
18 Porque muchos andan como os he dicho muchas veces, y ahora os lo digo aun llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo,
19 cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su vergüenza, los cuales piensan sólo en las cosas terrenales.
20 Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo,
21 el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de su gloria, por el ejercicio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a sí mismo.
4:1 Así que, hermanos míos, amados y añorados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados.
Los filipenses tienen dos ejemplos para seguir: por un lado están lo predicadores judaizantes, que presumen de participar ya de forma plena y definitiva en el triunfo de Cristo (3,18-19). Por otro lado está san Pablo que se considera como un atleta que ha comenzado la carrera pero aún no ha llegado a la meta. Por tanto hay que continuar esforzándose para lograr el premio merecido. San Pablo rechaza el entusiasmo triunfalista y le pide a los filipenses que imiten su comportamiento (3,17). En ningún caso debemos considerarnos como atletas ya victoriosos y coronados de gloria, sino como quienes siguen luchando en la competencia para alcanzar la meta. Nuestra salvación no está consumada, se encuentra todavía en proceso de gestación. Es un proceso en el que vamos madurando bajo el signo de la cruz. Ciertamente nuestro destino definitivo no es la cruz sino la gloria, no es un cuerpo corruptible y mortal sino un cuerpo transfigurado por la resurrección. La garantía de que será así tenemos el sacrificio de Jesucristo, Señor y Salvador, que murió y resucitó venciendo a la muerte, ganando mediante el sacrificio de la cruz la vida eterna de la que somos herederos.

Lectura del Evangelio (9,28-36)
28 Y como ocho días después de estas palabras, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
29 Mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su ropa se hizo blanca y resplandeciente.
30 Y he aquí, dos hombres hablaban con Él, los cuales eran Moisés y Elías,
31 quienes apareciendo en gloria, hablaban de la partida de Jesús, que Él estaba a punto de cumplir en Jerusalén.
32 Pedro y sus compañeros habían sido vencidos por el sueño, pero cuando estuvieron bien despiertos, vieron la gloria de Jesús y a los dos varones que estaban con Él.
33 Y sucedió que al retirarse ellos de Él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es estarnos aquí; hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías; no sabiendo lo que decía.
34 Entonces, mientras él decía esto, se formó una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
35 Y una voz salió de la nube, que decía: Éste es mi Hijo, mi Escogido; a Él oíd.
36 Cuando la voz se oyó, Jesús fue hallado solo. Ellos se lo callaron, y por aquellos días no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Este pasaje del evangelio presenta el acontecimiento de la transfiguración de Jesús. Para entender mejor este relato conviene que veamos el texto que le antecede. En 9,22 Jesús hace a sus discípulos el primer anuncio de la pasión, les dice que debe sufrir mucho que va a ser matado y resucitará al tercer día. En 9,13 les dice que si alguno quiere ser su discípulo que se niegue a sí mismo, que tome su cruz de cada día y que lo siga. Estos anuncios contrastan con la transfiguración, Jesús en oración en un monte – signo de la cercanía con Dios – deja ver y gustar su gloria (9,28-29). En una vida llena de contradicciones y ante los acontecimientos que están por llegar llenos de sufrimiento, se revela la gloria de Jesús, una gloria que le viene de Dios mismo. Antes de que se inicie el viaje a la ciudad de Jerusalén, que es el lugar donde encontrará la muerte, la voz que sale de la nueve identifica a Jesús como Hijo de Dios (9,35). En el monte aparecen Moisés representante de la ley y el profeta Elías representante de los profetas, hablan entre sí del éxodo de Jesús, es decir de su muerte liberadora (9,31), este éxodo nos trae a la mente la liberación de Israel. La pascua de Jesús es, sin duda, el gran acontecimiento liberador para el Nuevo Testamento. El resplandor de Jesús nos recuerda al de Moisés descendiendo del Sinaí (Ex34,29), la nueve recuerda la presencia del Señor en la tienda del desierto (Ex 40,35), Moisés y Elías eran esperados en el tiempo que se cumpliera la salvación (Dt 18,15; Ml 3,22-23). Jesús en la transfiguración se presenta como el que viene a dar plenitud a todas las realidades personales e institucionales de Israel. El es el nuevo templo, la nueva alianza, el profeta de la última hora. Por eso tenemos que escucharle, ya que su palabra es decisiva para la vida de los hombres. Los discípulos quieren detenerse en ese momento de revelación gloriosa, queriendo ignorar el destino de sufrimiento de Jesús. En realidad no sabían lo que decían (9,33).

2. MEDITACIÓN DE LA PALABRA ESCUCHADA
Estamos celebrando el segundo domingo del tiempo de la cuaresma, vamos caminando poco a poco hacia la fiesta pascual de Jesucristo, fiesta en que la Iglesia toda, celebra la victoria de Jesús sobre la muerte y el don de la vida nueva con su resurrección. La Palabra de Dios que se ha proclamado nos guía en este itinerario: de oración, de penitencia, de obras de misericordia, de conversión y de liberación.
Lo mismo que el pueblo de Israel, la Iglesia es el pueblo de las promesas de Dios. Esperamos cielos nuevos y tierra nueva. Ya no esperamos como Abrahán una tierra material, un lugar geográfico en este mundo, esperamos una patria celestial que será nuestra morada eterna. Jesús antes de morir dijo que iba a prepararnos un lugar, para que donde Él está estemos también nosotros junto con Él. Ésta es la esperanza que mueve al cristiano. Abrahán se presenta en este domingo como el modelo del creyente, porque puso toda su confianza y su fe en Dios, las cosas humanamente imposibles son posibles por la palabra divina. Las promesas de Dios y la fe de Abrahán se sellan en un encuentro, en una alianza, mediante el sacrificio y la sangre de algunos animales. Los cristianos acudimos cada domingo para renovar la alianza nueva y eterna sellada por el sacrificio y la sangre de Jesucristo, es un encuentro personal y comunitario en el que ponemos nuestra fe en Jesús que nos amó y se entregó por nosotros, en Él esperamos que nos libre de los males de este mundo y que nos alcance la salvación eterna.
En el evangelio Jesús nos deja claro que no puede haber vida nueva sin sufrimiento, que no hay resurrección si no hay cruz, que no puede haber transfiguración si no hay purificación. El camino de la cuaresma es un camino de purificación que implica necesariamente el esfuerzo y hasta el sufrimiento; si queremos transfigurarnos a imagen de Jesucristo, debemos luchar contra el pecado que deforma y mancha. Vencer los vicios a los que nos hemos acostumbrado exige de nosotros mucho sacrificio y fuerza de voluntad. Jesús nos enseñó diciendo: ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su vida? Valen la pena todos los sacrificios y mortificaciones que hagamos durante la cuaresma si nos llevan a parecernos más a Jesucristo, de lo contrario será una lucha sin sentido y un camino sin rumbo. Aprendamos a tomar nuestra cruz de cada día y sigamos como verdaderos discípulos a Jesús por el camino de la resurrección.
San Pablo nos recuerda que la salvación que Jesús ha traído se debe ganar en la vida cotidiana. No debemos estar confiados viviendo como enemigos de la cruz, rehusando todo sacrificio y esfuerzo. No vivamos preocupados sólo por el alimento y los bienes materiales, no nos enorgullezcamos de lo que debemos avergonzarnos. No olvidemos que vivimos en comunidad y que entre los hermanos hay muchos rostros desfigurados por la pobreza, las injusticias, los maltratos, la corrupción. Luchemos por transformar nuestro mundo en un mundo más humano, que en nuestras familias, nuestros grupos y comunidades reconozcamos, respetemos y valoremos la dignidad de cada persona. Nuestra tarea y misión es transfigurarnos en Cristo, ser otros cristos.

3. COMPROMISO
Buscar como Jesús un momento de oración profunda con el Señor.
Reconciliarme con las personas que me haya distanciado.
Ofrecer mi enfermedad o sufrimiento al Señor como sacrificio de salvación para todos.
Poner empeño y esfuerzo en mis compromisos cuaresmales
Apoyar a las personas que son maltratadas
Trabajar como comunidad para mejorar nuestro ambiente social.
Realizar mis actividades diarias con empeño y entusiasmo

4. ORACIÓN FINAL: recitamos juntos el Salmo50.
3Misericordia, Dios mío, por tu bondad,por tu inmensa compasión borra mi culpa;4lava del todo mi delito,limpia mi pecado.
5Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:6contra ti, contra ti solo pequé,cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,en el juicio resultarás inocente.7Mira, en la culpa nací,pecador me concibió mi madre.
8Te gusta un corazón sincero,y en mi interior me inculcas sabiduría.9Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;lávame: quedaré más blanco que la nieve.
10Hazme oír el gozo y la alegría,que se alegren los huesos quebrantados.11Aparta de mi pecado tu vista,borra en mí toda culpa.
12Oh Dios, crea en mí un corazón puro,renuévame por dentro con espíritu firme;13no me arrojes lejos de tu rostro,no me quites tu santo espíritu.
14Devuélveme la alegría de tu salvación,afiánzame con espíritu generoso:15enseñaré a los malvados tus caminos,los pecadores volverán a ti.
16Líbrame de la sangre, oh Dios,Dios, Salvador mío,y cantará mi lengua tu justicia.17Señor, me abrirás los labios,y mi boca proclamará tu alabanza.
18Los sacrificios no te satisfacen:si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.19Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;un corazón quebrantado y humillado,tú no lo desprecias.
20Señor, por tu bondad, favorece a Sión,reconstruye las murallas de Jerusalén:21entonces aceptarás los sacrificios rituales,ofrendas y holocaustos,sobre tu altar se inmolarán novillos.


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"La Paz De Cristo en el Reino de Cristo" Acción Católica Mexicana Diócesis de Querétarohttp://acm.cjb.net ohttp://mx.geocities.com/acm_qromx/correo: acm_qromx@hotmail.com Jose Luis Aboytes

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