EVANGELIO
Andaban como ovejas sin pastor.
Lectura del Evangelio según San Marcos. 6, 30-34.
Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él entonces, les dice: "Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco." Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.
Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
palabra de Dios
Reflexión
(Recordemos que en los países del hemisferio norte se encuentran en verano y es el tiempo de vacaciones, así como en muchos países del hemisferio sur coincide con las vacaciones de invierno)
¡HABLAD CON DIOS EN EL SILENCIO!
1.- Venid solos, a un sitio tranquilo a descansar… todo un programa de veraneo.
--Solos los amigos, lejos de los fariseos que les acosan, lejos de Herodes y sus enviados, lejos de la muchedumbre que no les deja ni comer.
--Solos con el Señor
--Solos, sin compañeros de trabajo, sin jefes, ni superiores, sin clientes ante los que sonreír.
--Solos con la familia cercana, con los amigos de siempre, sin el griterío ensordecedor de noticias políticas lamentables, sin noticias de mejorías sobre un estado de coma.
--Solos en un paréntesis. Solos con el Señor. Y a ver si recobramos con Él, el equilibrio humano, la mirada optimista, el buen humor que es la sal de la vida.
2.- A un sitio tranquilo… Tal vez, Jesús pensó en una pequeña playa solitaria del lago. En contacto con ese precioso mar, que en su grandeza es símbolo de nuestro Padre Dios inmenso, infinito, poderoso y al tiempo tranquilizante, con el ruido de las olas que saben acariciar la arena de las playas del corazón y borrar allí, una y otra vez, todo aquello que nosotros queramos escribir y reconocer como mal hecho en nuestra vida.
No podemos encontrar cada uno una playa, una hora del atardecer, unos momentos de soledad y silencio, un corazón tranquilo, no para obsesionarnos con nuestra miseria y maldad, sino para llenar los pulmones del alma con el olor a oxígeno, a pino de mar o de montaña. De un Dios todo bondad, que me quiere a mi como soy, como quiere al pino señero y grandioso, a la planta del tomillo que nace a sus pies, a la jara olorosa que une su color con el del pino.
Un sitio tranquilo, sin toda la mercancía y el bagaje de la vida de todos los días.
Un sagrario ante el que sentarnos y volcar nuestro corazón, unos valles y montañas, donde la plantita más pequeña me incita a alabar a ese Dios y Señor, que los mismo crea el volcán y los enormes picachos que esa florecilla que se resiste a ser cogida entre los dedos por lo pequeña que es, unas arboledas donde cada árbol es una plegaria de alabanza al Señor.
3.- A descansar de esa pose de buenos o de malos en que cada uno vivimos encorsetados… El fariseísmo antiguo era tratar de parecer bueno no siéndolo. Y el fariseísmo posmoderno es tratar de ser reconocido como malo sin serlo.
Aparentar ser de izquierdas de toda la vida, aparentar ser anticlericales, presumir de no practicantes, de agnósticos. Y cuando llega su turno nos preocupa el bautizo de los niños, su primera comunión, porque, en realidad, presumiendo de no estar de acuerdo con la Iglesias, al fin demostramos sin querer que tenemos nuestras raíces en ella.
Descansar de tanta pose falsa, volver a ser nosotros mismos ante Dios y ante los hermanos. Descansar sintiendo en el atardecer la cercanía de ese Señor que nunca está lejos, que no lo vemos porque la luz de atardecer no nos lo deja ver, pero sabemos que está allí, al alcance la mano, cuando volviendo a ser nosotros queramos estrechar su mano de amigo.
4.- Y como decía más arriba: venid solos los amigos, sin fariseos --¡multitud de fariseos!—con la familia, con los amigos de siempre, sin jefes, sin competidores, sin clientes. Con el Señor, que el pensó en una playa, donde el mar es imagen de la grandeza y de la inmensidad de Dios, de su incansable misericordia.
5.- Se me quejaba uno porque el Señor no habla al corazón a los que viven en medio del mundo. Dios no habló en la tempestad, en el terremoto, en el fuego… Dios habló en el susurro de un suave viento.
Damos ocasión a Dios, ¿o queremos que imponerle que use un megáfono? ¿En el coche, la radio o una cinta?, ¿en casa en la TV?, ¿a medianoche las tertulias radiofónicas? ¿Y al cantar el gallo, las noticias? ¿Es posible que Dios nos hable?
5.- Ya sé que sobre habiendo niños no es fácil el silencio, ¿pero no habrá modo de encontrar un silencio, un lugar solitario, una playa, un sagrario, una vista de montaña o lago?
Es verdad la dificultad del silencio, ¿pero no será también que no nos gusta oír el silencio? ¿Aun no sabemos la gran compañía que es el silencio, cuando el se sienta junto a uno es el mismo Señor…?
Mientras no nos guste el silencio, con dificultad vamos a sentir a ese Señor “que está en la puerta y llamo, y si alguno me oye entraré”
Dios se puede comunicar donde quiere, pero no es el mejor sitio la discoteca, el sitio de copas, ni entre chistes dudosos, ni rompiendo papeleras, ni menos entre drogas. Allí otra presencia sería necesaria, la de Dios no la esperamos en la noche de algunos jóvenes y de otros no tan jóvenes.
José María Maruri
www.betania.es
UN LUGAR PARA EL DESCANSO
1.- En cierta ocasión un hombre creyente, que amaba profundamente a Dios, se puso a discernir sobre su vida delante de la presencia del Señor diciéndole con gran pesar: “Señor... perdóname por no haber estado a la altura en mi afán evangelizador. Por las veces en que he desparramado inútilmente tu Palabra. Olvida los momentos en que he estropeado tu obra por meter demasiado mi mano. Por la siembra que nunca dio el fruto oportuno... perdóname porque mi paso por los caminos de la vida no ha sido, precisamente, huella de tu presencia ni de tu envío... ¡perdóname Señor!
Después de haberse sincerado, ese hombre que temía pero quería con todo su ser a Dios, recibió una respuesta en el silencio: “no seas tan duro contigo mismo...mira hacia atrás”. Y girando el cabeza, aquel que sólo veía fracaso en su vida cristiana, comprobó que detrás de sí existía una gran playa con miles de huellas. Levantando el rostro le preguntó a Dios: “Señor. Tú que todo lo sabes, ¿qué significa este paisaje?”. Y Dios le contestó: “Hijo mío... esas huellas son las buenas palabras y las buenas obras, el testimonio y los trabajos que miles y millones de personas (entre ellas tú también) habéis realizado en mi nombre y al servicio de la humanidad”.
2.- Es mucho lo que hacemos (otra cosa es saber si estamos realizando lo que más conviene para estar en sintonía con Jesús Maestro)... pero la siembra queda en el surco. ¿Por qué no confiar más en Dios y pensar que El, cuando quiera, dará cumplido crecimiento? Las actividades nos comen. Corremos el riesgo de ser meros activistas en el campo de la Fe. El Señor quiere que profundicemos en nosotros mismos....que descansemos en el Espíritu....que tomemos tiempo para “un refresco espiritual y material”.
La Iglesia no solamente puede ser un lugar de disciplina y de moral, de predicación y de normas, de conversión y de afanes evangelizadores, también debe ser una casa de disensión y de descanso, de diálogo y de calma, de paz y de contemplación, de relax en el espíritu y en el cuerpo.
Después de finalizar el curso, el Director de un Instituto, les decía a sus profesores: “ha sido duro el año, dediquémonos en este día a estar simplemente juntos”. El Señor, que sabe muy bien como andan los elementos de nuestro sistema nervioso, también nos invita a pararnos un momento....a recuperar la calma....a tomarnos las cosas con más paz y con menos sentido crítico. No todo lo que hacemos en su nombre....lo hacemos tan mal.
3.- Verano... un lugar tranquilo para valorar lo positivo de nuestra Fe. Para relativizar aquellas situaciones tensas que existen entre nosotros. Para intensificar nuestras relaciones con Dios que, siempre, producen descanso y serenidad. Para hacer ordinario lo que, el trabajo y el estrés cotidiano, lo hacen imposible en el resto del año.
¡Venid a un lugar tranquilo! Escuchar al Señor y presentarle el balance de nuestra vida, sentarnos a su mesa y reparar nuestras fuerzas, mirarle a los ojos y recuperar la sonrisa perdida es –ni más ni menos- lo mejor que nos puede ocurrir a todo cristiano que deseamos hacer un “stop” en el gran maratón evangelizador y poner el corazón a punto y dar al cuerpo un más que merecido descanso.
¡Vamos!... que el Señor tampoco quiere que caigamos extenuados en el camino. ¡Seamos más bondadosos con nosotros mismos!
Javier Leoz
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EL SOSIEGO INTERIOR
1- Vuelven los discípulos de su periplo misionero. Jesús quiere que descansen. Les busca un sitio apartado y tranquilo. Pero las multitudes desamparadas le buscan y Él se pone a enseñarles con paciencia y calma. No hay tiempo para, ni siquiera, comer tranquilamente con sus discípulos. Y eso es reflejo de la actividad de muchas comunidades eclesiales. Hay tanto trabajo, hay tanta oveja sin pastor, que no queda tiempo ni siquiera para el descanso. Habrá otras comunidades, no obstante, que anquilosadas por la rutina, no se tengan sensación de esa presión humana. Y, así, ese “no hacer nada”, sea síntoma de que las cosas van mal. El único sosiego posible en el apostolado es el que llena nuestro interior.
Tiene, de todas formas, el relato de San Marcos un panorama íntimo, de comienzo de encuentros entre amigos. Jesús sabe que el periplo de los Apóstoles ha sido difícil y fatigoso y quieres proporcionarles un cierto descanso. Además es lógico que entre ellos cambiaran impresiones. Los discípulos deberían llegar fascinados por el poder que se les ha dado. Han podido someter a los espíritus inmundos y han conseguido sanar a la gente, contribuir a su felicidad. Han de tener esos enviados especiales que su Maestro es algo muy especial, “que no es de este mundo”. Pero la realidad se impone. No es posible el descanso. Hay muchos hermanos que los necesitan. El sentido entrañable que Jesús comienza a manifestar a sus amigos, a sus discípulos más cercanos, es superado por las necesidades reales de toda una multitud. Y así hemos de darnos cuenta que este fragmento de Marcos es uno de los más interesantes de todo el relato evangélico. Marca la verdadera dimensión del trabajo apostólico.
2.- La liturgia de este día construye con sabiduría todo un conjunto doctrinal de paz y búsqueda de sosiego. Pablo nos habla de concordia. Nos comunica la existencia de un lugar de paz donde antes había un espacio pleno de odio. A su vez, el salmo 22 habla también de reposo mientras que Dios nos pastorea entre bellos paisajes. Es uno de los salmos más hermosos. Nos muestra un camino cercano a Dios lleno de belleza y quietud. No viene mal, cuando estamos inquietos, preocupados o agobiados, recitar los versos de este Salmo 22 en buscada de paz. En la primera lectura, el texto de Jeremías nos ofrece la paz del rebaño bien atendido. Jesús, tal como decíamos, va a querer encontrar un rato de charla sosegada con sus apóstoles. Es muy hermoso. Pero no es una invitación al descanso, ni aún para nosotros, durante el verano del hemisferio norte. Hay ovejas sin pastor que tiene necesidades y hay que enseñarlas con calma. Y es que la paz no es descanso en el sentido del ocio absoluto que tenemos la mayoría en estos tiempos. La paz es la serenidad que no fatiga, la limpieza interior que produce sosiego. La presencia de Dios en nosotros trae paz, quietud, serenidad, amor, solidaridad.
3.- Desde la paz ofrecida por Cristo a los que volvían del Trabajo –sí con mayúsculas-- y la enseñanza calmada --que también obsequió a quienes se sentían como ovejas sin pastor-- el mundo se entiende mejor. Ojalá las sociedades humanas sean cada vez más pacíficas y más fraternas. Ojalá, asimismo, resuelvan sus problemas, incluso los de naturaleza sangrienta, con la paz, la unanimidad y la fuerza de la razón. Ese es el camino hacia la profecía pacifica de Isaías, hacia el Reino de los Cielos. Pero esa situación que parece totalmente utópica debería tener sitio en nuestro corazón y nuestra esperanza. Si buscamos paz tendremos paz. Si buscamos violencia y guerra, las encontraremos finalmente.
Ángel Gómez Escorial
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(Recordemos que en los países del hemisferio norte se encuentran en verano y es el tiempo de vacaciones, así como en muchos países del hemisferio sur coincide con las vacaciones de invierno)
¡HABLAD CON DIOS EN EL SILENCIO!
1.- Venid solos, a un sitio tranquilo a descansar… todo un programa de veraneo.
--Solos los amigos, lejos de los fariseos que les acosan, lejos de Herodes y sus enviados, lejos de la muchedumbre que no les deja ni comer.
--Solos con el Señor
--Solos, sin compañeros de trabajo, sin jefes, ni superiores, sin clientes ante los que sonreír.
--Solos con la familia cercana, con los amigos de siempre, sin el griterío ensordecedor de noticias políticas lamentables, sin noticias de mejorías sobre un estado de coma.
--Solos en un paréntesis. Solos con el Señor. Y a ver si recobramos con Él, el equilibrio humano, la mirada optimista, el buen humor que es la sal de la vida.
2.- A un sitio tranquilo… Tal vez, Jesús pensó en una pequeña playa solitaria del lago. En contacto con ese precioso mar, que en su grandeza es símbolo de nuestro Padre Dios inmenso, infinito, poderoso y al tiempo tranquilizante, con el ruido de las olas que saben acariciar la arena de las playas del corazón y borrar allí, una y otra vez, todo aquello que nosotros queramos escribir y reconocer como mal hecho en nuestra vida.
No podemos encontrar cada uno una playa, una hora del atardecer, unos momentos de soledad y silencio, un corazón tranquilo, no para obsesionarnos con nuestra miseria y maldad, sino para llenar los pulmones del alma con el olor a oxígeno, a pino de mar o de montaña. De un Dios todo bondad, que me quiere a mi como soy, como quiere al pino señero y grandioso, a la planta del tomillo que nace a sus pies, a la jara olorosa que une su color con el del pino.
Un sitio tranquilo, sin toda la mercancía y el bagaje de la vida de todos los días.
Un sagrario ante el que sentarnos y volcar nuestro corazón, unos valles y montañas, donde la plantita más pequeña me incita a alabar a ese Dios y Señor, que los mismo crea el volcán y los enormes picachos que esa florecilla que se resiste a ser cogida entre los dedos por lo pequeña que es, unas arboledas donde cada árbol es una plegaria de alabanza al Señor.
3.- A descansar de esa pose de buenos o de malos en que cada uno vivimos encorsetados… El fariseísmo antiguo era tratar de parecer bueno no siéndolo. Y el fariseísmo posmoderno es tratar de ser reconocido como malo sin serlo.
Aparentar ser de izquierdas de toda la vida, aparentar ser anticlericales, presumir de no practicantes, de agnósticos. Y cuando llega su turno nos preocupa el bautizo de los niños, su primera comunión, porque, en realidad, presumiendo de no estar de acuerdo con la Iglesias, al fin demostramos sin querer que tenemos nuestras raíces en ella.
Descansar de tanta pose falsa, volver a ser nosotros mismos ante Dios y ante los hermanos. Descansar sintiendo en el atardecer la cercanía de ese Señor que nunca está lejos, que no lo vemos porque la luz de atardecer no nos lo deja ver, pero sabemos que está allí, al alcance la mano, cuando volviendo a ser nosotros queramos estrechar su mano de amigo.
4.- Y como decía más arriba: venid solos los amigos, sin fariseos --¡multitud de fariseos!—con la familia, con los amigos de siempre, sin jefes, sin competidores, sin clientes. Con el Señor, que el pensó en una playa, donde el mar es imagen de la grandeza y de la inmensidad de Dios, de su incansable misericordia.
5.- Se me quejaba uno porque el Señor no habla al corazón a los que viven en medio del mundo. Dios no habló en la tempestad, en el terremoto, en el fuego… Dios habló en el susurro de un suave viento.
Damos ocasión a Dios, ¿o queremos que imponerle que use un megáfono? ¿En el coche, la radio o una cinta?, ¿en casa en la TV?, ¿a medianoche las tertulias radiofónicas? ¿Y al cantar el gallo, las noticias? ¿Es posible que Dios nos hable?
5.- Ya sé que sobre habiendo niños no es fácil el silencio, ¿pero no habrá modo de encontrar un silencio, un lugar solitario, una playa, un sagrario, una vista de montaña o lago?
Es verdad la dificultad del silencio, ¿pero no será también que no nos gusta oír el silencio? ¿Aun no sabemos la gran compañía que es el silencio, cuando el se sienta junto a uno es el mismo Señor…?
Mientras no nos guste el silencio, con dificultad vamos a sentir a ese Señor “que está en la puerta y llamo, y si alguno me oye entraré”
Dios se puede comunicar donde quiere, pero no es el mejor sitio la discoteca, el sitio de copas, ni entre chistes dudosos, ni rompiendo papeleras, ni menos entre drogas. Allí otra presencia sería necesaria, la de Dios no la esperamos en la noche de algunos jóvenes y de otros no tan jóvenes.
José María Maruri
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UN LUGAR PARA EL DESCANSO
1.- En cierta ocasión un hombre creyente, que amaba profundamente a Dios, se puso a discernir sobre su vida delante de la presencia del Señor diciéndole con gran pesar: “Señor... perdóname por no haber estado a la altura en mi afán evangelizador. Por las veces en que he desparramado inútilmente tu Palabra. Olvida los momentos en que he estropeado tu obra por meter demasiado mi mano. Por la siembra que nunca dio el fruto oportuno... perdóname porque mi paso por los caminos de la vida no ha sido, precisamente, huella de tu presencia ni de tu envío... ¡perdóname Señor!
Después de haberse sincerado, ese hombre que temía pero quería con todo su ser a Dios, recibió una respuesta en el silencio: “no seas tan duro contigo mismo...mira hacia atrás”. Y girando el cabeza, aquel que sólo veía fracaso en su vida cristiana, comprobó que detrás de sí existía una gran playa con miles de huellas. Levantando el rostro le preguntó a Dios: “Señor. Tú que todo lo sabes, ¿qué significa este paisaje?”. Y Dios le contestó: “Hijo mío... esas huellas son las buenas palabras y las buenas obras, el testimonio y los trabajos que miles y millones de personas (entre ellas tú también) habéis realizado en mi nombre y al servicio de la humanidad”.
2.- Es mucho lo que hacemos (otra cosa es saber si estamos realizando lo que más conviene para estar en sintonía con Jesús Maestro)... pero la siembra queda en el surco. ¿Por qué no confiar más en Dios y pensar que El, cuando quiera, dará cumplido crecimiento? Las actividades nos comen. Corremos el riesgo de ser meros activistas en el campo de la Fe. El Señor quiere que profundicemos en nosotros mismos....que descansemos en el Espíritu....que tomemos tiempo para “un refresco espiritual y material”.
La Iglesia no solamente puede ser un lugar de disciplina y de moral, de predicación y de normas, de conversión y de afanes evangelizadores, también debe ser una casa de disensión y de descanso, de diálogo y de calma, de paz y de contemplación, de relax en el espíritu y en el cuerpo.
Después de finalizar el curso, el Director de un Instituto, les decía a sus profesores: “ha sido duro el año, dediquémonos en este día a estar simplemente juntos”. El Señor, que sabe muy bien como andan los elementos de nuestro sistema nervioso, también nos invita a pararnos un momento....a recuperar la calma....a tomarnos las cosas con más paz y con menos sentido crítico. No todo lo que hacemos en su nombre....lo hacemos tan mal.
3.- Verano... un lugar tranquilo para valorar lo positivo de nuestra Fe. Para relativizar aquellas situaciones tensas que existen entre nosotros. Para intensificar nuestras relaciones con Dios que, siempre, producen descanso y serenidad. Para hacer ordinario lo que, el trabajo y el estrés cotidiano, lo hacen imposible en el resto del año.
¡Venid a un lugar tranquilo! Escuchar al Señor y presentarle el balance de nuestra vida, sentarnos a su mesa y reparar nuestras fuerzas, mirarle a los ojos y recuperar la sonrisa perdida es –ni más ni menos- lo mejor que nos puede ocurrir a todo cristiano que deseamos hacer un “stop” en el gran maratón evangelizador y poner el corazón a punto y dar al cuerpo un más que merecido descanso.
¡Vamos!... que el Señor tampoco quiere que caigamos extenuados en el camino. ¡Seamos más bondadosos con nosotros mismos!
Javier Leoz
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EL SOSIEGO INTERIOR
1- Vuelven los discípulos de su periplo misionero. Jesús quiere que descansen. Les busca un sitio apartado y tranquilo. Pero las multitudes desamparadas le buscan y Él se pone a enseñarles con paciencia y calma. No hay tiempo para, ni siquiera, comer tranquilamente con sus discípulos. Y eso es reflejo de la actividad de muchas comunidades eclesiales. Hay tanto trabajo, hay tanta oveja sin pastor, que no queda tiempo ni siquiera para el descanso. Habrá otras comunidades, no obstante, que anquilosadas por la rutina, no se tengan sensación de esa presión humana. Y, así, ese “no hacer nada”, sea síntoma de que las cosas van mal. El único sosiego posible en el apostolado es el que llena nuestro interior.
Tiene, de todas formas, el relato de San Marcos un panorama íntimo, de comienzo de encuentros entre amigos. Jesús sabe que el periplo de los Apóstoles ha sido difícil y fatigoso y quieres proporcionarles un cierto descanso. Además es lógico que entre ellos cambiaran impresiones. Los discípulos deberían llegar fascinados por el poder que se les ha dado. Han podido someter a los espíritus inmundos y han conseguido sanar a la gente, contribuir a su felicidad. Han de tener esos enviados especiales que su Maestro es algo muy especial, “que no es de este mundo”. Pero la realidad se impone. No es posible el descanso. Hay muchos hermanos que los necesitan. El sentido entrañable que Jesús comienza a manifestar a sus amigos, a sus discípulos más cercanos, es superado por las necesidades reales de toda una multitud. Y así hemos de darnos cuenta que este fragmento de Marcos es uno de los más interesantes de todo el relato evangélico. Marca la verdadera dimensión del trabajo apostólico.
2.- La liturgia de este día construye con sabiduría todo un conjunto doctrinal de paz y búsqueda de sosiego. Pablo nos habla de concordia. Nos comunica la existencia de un lugar de paz donde antes había un espacio pleno de odio. A su vez, el salmo 22 habla también de reposo mientras que Dios nos pastorea entre bellos paisajes. Es uno de los salmos más hermosos. Nos muestra un camino cercano a Dios lleno de belleza y quietud. No viene mal, cuando estamos inquietos, preocupados o agobiados, recitar los versos de este Salmo 22 en buscada de paz. En la primera lectura, el texto de Jeremías nos ofrece la paz del rebaño bien atendido. Jesús, tal como decíamos, va a querer encontrar un rato de charla sosegada con sus apóstoles. Es muy hermoso. Pero no es una invitación al descanso, ni aún para nosotros, durante el verano del hemisferio norte. Hay ovejas sin pastor que tiene necesidades y hay que enseñarlas con calma. Y es que la paz no es descanso en el sentido del ocio absoluto que tenemos la mayoría en estos tiempos. La paz es la serenidad que no fatiga, la limpieza interior que produce sosiego. La presencia de Dios en nosotros trae paz, quietud, serenidad, amor, solidaridad.
3.- Desde la paz ofrecida por Cristo a los que volvían del Trabajo –sí con mayúsculas-- y la enseñanza calmada --que también obsequió a quienes se sentían como ovejas sin pastor-- el mundo se entiende mejor. Ojalá las sociedades humanas sean cada vez más pacíficas y más fraternas. Ojalá, asimismo, resuelvan sus problemas, incluso los de naturaleza sangrienta, con la paz, la unanimidad y la fuerza de la razón. Ese es el camino hacia la profecía pacifica de Isaías, hacia el Reino de los Cielos. Pero esa situación que parece totalmente utópica debería tener sitio en nuestro corazón y nuestra esperanza. Si buscamos paz tendremos paz. Si buscamos violencia y guerra, las encontraremos finalmente.
Ángel Gómez Escorial
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