sábado, julio 29, 2006

Domingo XVII del tiempo ordinario - Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

Distribuyó a los que estaban sentados,
dándoles todo lo que quisieron

a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 1-15

Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a Él y dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para darles de comer?»
Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: «Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?»
Jesús le respondió: «Háganlos sentar».
Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada».
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: «Éste es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo».
Jesús, sabiendo que querían apoderarse de Él para hacerla rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

Palabra del Señor.


Reflexión

NO VIVIMOS EN PAZ
1. - En la primera lectura del segundo libro de los Reyes, se nos cuenta una historia muy breve paralela a la que aparece en el evangelio de Juan: Un milagro realizado por el profeta Eliseo. Se trata, como en el caso de Jesús, imagen anticipada del milagro de Jesús, del “pan de las primicias”, panes de cebada; se trata de repartirlos a mucha gente hambrienta; se trata de que el encargado de repartirlos hace notar la insuficiencia; se trata de que el pan, después de repartido y saciada la gente, sobra; se trata de que la Palabra de Dios se cumple.
La primera lectura nos señala ya que Jesús habla en nombre de Dios, es profeta de Dios, y por ello su palabra, por ser la Palabra de Dios, se cumple. Se trata de señalarnos que los milagros son signos, señales, de que el Reino de Dios llega, ya está aquí y ya ha empezado con la persona de Jesús de Nazaret.
La segunda lectura recoge los primeros compases de la larga exhortación de San Pablo a los cristianos de Éfeso. El Apóstol nos pide que vivamos como lo que decimos que somos. Y añade una serie de recomendaciones que ciertamente no hemos seguido. No somos ni humildes ni amables, ni comprensivos, no nos sobrellevamos mutuamente con amor, no mantenemos la unidad del Espíritu, no vivimos en paz. No nos sentimos miembros de un mismo cuerpo. Es más, el Espíritu Santo, que debiera llevarnos siempre a mantenernos unidos en una sola comunidad de amor, nos sirve muchas veces de pretexto para mantenernos aparte, separados, paralelos al resto de la comunidad de seguidores de Jesús. ¡Otro gallo nos hubiera cantado a los cristianos, durante estos dos mil años, si hubiéramos seguido los consejos que nos da san Pablo! ¡Ojalá esta celebración eucarística nos sirviera para comenzar la lucha por vivir cada día lo que san Pablo nos recomienda con tanto amor!
2.- San Juan presenta a Jesús no sólo como el nuevo Adán, el hombre nuevo, sino también, como el nuevo Moisés, el verdadero líder y maestro del nuevo pueblo de Dios. Se le presenta como aquel en quien el Dios de la Antigua Alianza se hace plenamente presente. Va a superar la Pascua.
Para el Evangelio según san Juan, Jesús es el nuevo y mejor Moisés, el nuevo y mejor “maná”, el nuevo y mejor cordero pascual. El verdadero paso (la verdadera Pascua, porque eso es lo que significa la palabra “pascua”: Paso) se da en Él; el paso de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, de vivir en la carne o mundo a vivir en el espíritu.
En este fragmento del evangelio Juan habla de comida, de Eucaristía. El milagro es signo, icono, sólo signo, de la realidad sacramental. Juan divide su evangelio en “antes de la hora” y “después de la hora”. La “hora” es el momento de la muerte de Jesús en la cruz. Antes de “la hora” sólo hay signos; después de “la hora” sólo realidades sacramentales: Verdadero pan, que da la verdadera vida, porque es, verdaderamente, el cuerpo de Cristo, pan y palabra de Dios que dan la vida verdadera al hombre nuevo, al verdadero hombre.
La comida es de panes y peces. Desde la destrucción del templo, año 70, los judíos celebraban la Pascua con panes y peces, en vez de pan y cordero. Cristo cambia la Pascua judía por una pascua nueva en que lo que comen los seguidores es pan del cielo, su propio cuerpo y sangre sacramentales y realmente presentes en la Eucaristía.
3. El relato que tenemos en la versión del Evangelio según san Juan del relato de las tentaciones de Jesús, que aparecen explicitadas en los otros tres evangelistas. Aparece el pan multiplicado (la riqueza o la abundancia) en forma de banquete, típica de la mentalidad judía antigua y de la evangélica. Aparece el milagrerismo: El profeta que multiplica panes y hace milagros. Aparece el poder: Venían a hacerlo rey. Aparece Jesús venciendo la tentación pues se va al monte, solo. Las tentaciones que pueden hacer que la misión de Jesús se convierta en algo demoníaco siguen siendo las mismas para su cuerpo, la Iglesia: La riqueza, el milagrerismo, el poder. Ninguno de los tres liberará al pueblo de Dios. Sólo libera el servir hasta dar la vida por él.
Jesús sabía que la solución del hambre del pueblo está en compartir. Hubo muchos más milagro en que los que querían acaparar aprendieran a dar. La solución no está en comprar, en tener plata guardada para invertirla en pan; la solución no vendrá de la sociedad de consumo. Se trata de organizar la vida de todos de otra manera, organizarla de tal manera que la gente quiera compartir los panes y peces que cada uno tenga. En la alegría, el pueblo, que por fin comparte y sacia su hambre, descubre que Jesús es el Mesías que tenía que venir al mundo.

Antonio Díaz Tortajada
www.betania.es

LOS BIENES MATERIALES
1.- Mucha gente --y hace bien-- le pide a Dios que le arregle sus asuntos materiales. No parece un disparate que un hambriento pida pan al Señor y que un pobre le demande algo para salir de su situación precaria. Solo los soberbios eligen el tipo de peticiones que no se "pueden" hacer a Dios. Cuando Jesús multiplica los panes y los peces la muchedumbre le quiere hacer rey y el se marcha, solo, a la montaña. No desprecia el entusiasmo popular y lo comprende, pero no puede ser así y por eso se marcha.
Jesús nunca habló de peticiones especializadas, sino de la fe necesaria para pedirlas. Asimismo, otros soberbios no piden porque no confían en que Dios podrá satisfacerlos y ese es muy mal camino. Nuestra oración a Dios debe ser completamente sincera. Ello nos llevará a pedir lo que consideramos justo y necesario. Pero, no podemos dejar de pedir a un amigo lo imposible si ello es bueno. Estamos seguros aquí en Betania que, de una forma u otra, el Señor siempre da cumplida respuesta a nuestras peticiones.
2.- Un solo cuerpo, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Ese es el resumen del pasaje de la Carta de Pablo a los Efesios y nos dispone a pensar en la unidad de los cristianos. La desunión es una de las cosas que más escandalizan y debemos de esforzarnos porque un día solo haya un rebaño conducido por el Señor Jesús. En los últimos tiempos se ha trabajado mucho en el Ecumenismo, pero no hay transferencias reales. Los templos de una y otra confesión siguen cerrados para los que no pertenecen a la misma. Hay que avanzar en ese camino de puertas abiertas. A veces es lógico pensar que la herejía es más una posición que una concreción doctrinal. Anglicanos, católicos y ortodoxos estamos muy cerca en nuestras celebraciones litúrgicas y, sin embargo, continuamos desunidos. Habría que dar un paso "provisional" para que, al menos, los templos nos sirvieran a todos. Esto es lo que deseamos con todo el corazón.

Ángel Gómez Escorial
www.betania.es

¡DINOS, SEÑOR! ¿CÓMO HACER PARA QUE SOBRE?
1.- Cinco panes y dos peces, cuando hay fe y buena disposición para compartir, son suficientes para colmar, calmar las aspiraciones y las carencias de aquellos/as que llaman a nuestra puerta. Lo más fácil escurrir el bulto. Lo más necesario y efectivo: hacer frente a tantas situaciones que son las nuevas caras y los nuevos rostros de Cristo que caminan a nuestro lado.
¡Dinos Señor! Dónde ir y a quien alimentar con nuestras presencias y palabras, con gestos y compromiso.
Los nombres y las calles donde multiplicar y hacer presente el pan y los peces de nuestra misericordia y delicadeza.
Los corazones solitarios necesitados de la masa, de la harina que es el pan de nuestra compañía.
¡Dinos cómo! Permanecer atentos al sufrimiento humano sin necesidad de huir despavoridos en dirección contraria o de cerrar los ojos para no sentir pena alguna.
Compartir parte de nuestra riqueza sin, a continuación, mirar el vacío que dejó en nuestros bolsillos.
Salir de nosotros mismos sin pensar que, es de necios, poner en la mesa de la fraternidad el pan fresco de cada mañana o las horas gratuitamente gastadas.
Cómo hacer posible ante los ojos del mundo la justicia cuando, cada día que pasa, parece utópico y poco menos que un imposible
¡Dinos Señor! Una palabra ante la situación de la violencia para poder llevar el pan de la Paz
Una palabra ante el drama del egoísmo para que podamos ofrecer los peces de la hermandad
Una palabra ante la enfermedad para que compartamos el pan de la salud
¡Dinos cómo! Dar de comer a quien no busca precisamente tu pan sino aquel otro que endurece, perece y que en esta vida caduca
Presentar el mensaje de tu vida cuando hay tanta hartura de golosinas que embaucan, endulzan y malogran el paladar de la humanidad.
Trabajar, y no caer en ese empeño, para que la fuerza del hombre no esté en lo que aparentemente se multiplica sino en aquello que, por dentro, de verdad le enriquece y que en el mundo escasea.
¡Dinos Tú Señor! ¡Dinos cómo Señor!! ¡Cómo con tan poco pudiste Tú hacer tanto! cuando, nosotros con tanto, llegamos a tan poco.
2.- Es cuestión, ahora (allá donde nos encontremos) pongamos sobre la mesa, los cinco panes y los dos peces que todos tenemos en propiedad. Que no pensemos que con ello, será insuficiente.
Lo importante es, en la medida de nuestras posibilidades, poner todo lo que somos y parte de lo que tenemos en beneficio de alguien necesitado. Dios, hará el milagro.
Los cinco y panes, y los dos peces, son las pocas o las muchas capacidades que podemos tener, el consejo oportuno, la palabra de aliento, la ayuda oportuna, la compañía a quien se siente solo, el silencio solidario con el que sufre.
3.- Todos, ¡todos!, tenemos nuestros “personales cinco panes y dos peces” con los que contribuir a mejorar muchas situaciones enquistadas o delicadas.
Desde luego, quien nunca tiene, es aquel que nunca se mueve ni hace nada por los demás.

Javier Leoz
www.betania.es

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