sábado, noviembre 11, 2006

Domingo 12 de Noviembre XXXII durante el año Evangelio según San Marcos 12, 38-44

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
12, 38-44
 
Jesús enseñaba a la multitud:
«Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad».
 
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre.
Entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir».
 
Palabra del Señor.
 
 
 
Reflexión
 
 
 
LA IGLESIA DE LOS POBRES
1. La referencia del evangelio a una viuda que da de limosna cuanto tenía para sus propias necesidades, ha atraído a la lectura primera el relato de esta viuda del Antiguo Testamento que comparte con el profeta Elías cuanto tenía para su propia alimentación y para la de su familia.
La historia de la viuda de Sarepta es una típica narración profética, cuyo sentido es contar el cumplimiento de un oráculo. Sarepta de Sidón no pertenecía al dominio del rey Ajab. En contraste con la reina Jezabel que va imponiendo el culto a Baal, una viuda, también fenicia, presta obediencia a Yahvé, Dios de Israel. Aquí se resalta la grandeza de quien recibe con fe la palabra del Señor: No le faltara lo necesario.
2.- Cristo no nos pide que demos mucho o poco, sino que lo compartamos todo. A eso se refería san Pedro cuando decía: “¿Y nosotros que lo hemos dejado todo por ti?” Los Hechos de los Apóstoles nos relatan que en la primera comunidad cristiana nadie pasaba necesidades porque los que tenían lo traían a la reunión de la comunidad y se compartía entre todos. Y, la gente decía: “Mirad cómo se aman”. Para nuestro dolor comprobamos muchas veces que los más generosos son precisamente los más pobres. Comprobamos con dolor muchas veces que los que son ricos lo son porque no comparten. De cualquier manera puede ser entendido lo de “bienaventurados los pobres de espíritu” menos creyendo que son bienaventurados los egoístas, los que acumulan, las que se aseguran a sí mismos sin compartir con nadie.
3.- Si en los domingos anteriores, la carta a los hebreos nos ha dejado claro que Jesús es el único y definitivo sacerdote, pontífice, intermediario, hoy nos subraya que Jesús ofreció el sacrificio de su vida una sola vez y para siempre. Cristo se ha ofrecido, dice la carta, una sola vez para quitar los pecados de todos. Ese “una sola vez” significa que no necesita ofrecerse de nuevo porque ese sacrificio, el de su vida entera ante Dios, sacrificio de valor infinito, permanece enteramente ante El.
Ni Cristo necesita ofrecerse de nuevo, ni nuestros pecados necesitan otro sacrificio para ser borrados. Por grandes o terribles que hubieran sido o sean nuestros pecados, más grande es el amor de Dios que se ofreció a sí mismo por ellos para demostrarnos lo incondicional de su amor hacia nosotros. No es bueno que pequemos, pero si pecamos, es bueno que recordemos que tenemos un abogado defensor infalible e indefectible que nos asegura que Dios nos sigue amando no porque nosotros seamos buenos, sino porque El lo es.
4. - En el Evangelio, una vez más, deja bien claramente establecido cómo no quería que fuera su Iglesia. La lista de reproches que Jesús hace a los dirigentes doctrinales del pueblo israelita es durísima. Jesús no quiere por nada del mundo que su Iglesia funcione como los escribas y los fariseos. Jesús no quiere que en su Iglesia se predique algo que no se cumpla, no quiere que haya incoherencia entre lo que se diga creer y lo que se viva en ella, no quiere que se diga una cosa y se haga otra.
Jesús quiere que los dirigentes de la Iglesia vivan para los pobres y no de los pobres. Jesús no quiere que en su Iglesia se actúe para ser visto y alabado. Jesús no quiere en su Iglesia quien, con el pretexto de dedicarse a la oración, devore los bienes de los pobres. Y recordemos que viuda y huérfanos eran el prototipo de “pobres” en Israel.
Se trata, dice Jesús, en el Evangelio, de compartir lo que se tiene, no lo que sobra. Dar lo que sobra, lo que no necesitamos, es una obligación, porque lo que no es nuestra necesidad no es nuestro, sino de quien lo necesita. Se trata de compartir por amor, pero compartir.
En los criterios de Cristo no da más quien da más cantidad, sino quien da todo lo que tiene, aunque sea muy poco. Se trata de que se renuncie a todos los bienes para poder ser discípulo de Cristo, se trata de que esos bienes sean puestos al servicio de la comunidad y compartidos con todos.
Por eso como contraste de los escribas y fariseos, Jesús descubre y alaba la grandeza de que echa para el templo dos reales. Sólo con una gran sensibilidad para lo auténtico se puede descubrir toda la plenitud de esta acción apenas insignificante. Jesús percibe la autenticidad de la relación de aquella pobre mujer con Dios; en el don se da ella; y lo hace sin instrumentalizar el don, sin buscar el propio honor ni la propia autosatisfacción de quien cree hacer con su dinero algo por Dios: La cantidad del don no daba pie para ello: pero Jesús ejerce su juicio: “Esta ha echado más que nadie”.
 
Antonio Díaz Tortajada
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LOS PARACAIDISTAS DE DIOS
1. - Jesús jamás hubiera podido ser banquero contable o cajero. Nunca le hubieran salido las cuentas. Para Él, el que menos ingresa es el mejor cliente. Y el que ingresa grandes cantidades no cuenta. Con esa manera de pensar el Hijo de Dios no hubiera acabado ni el primer contrato temporal de seis meses. Hubiera ido al paro inmediatamente.
Lo que si tiene Jesús es una decidida vocación para organizar un grupo de paracaidistas. La Liturgia de hoy nos presenta tres:
+ La viuda de Sarepta que da a Elías el puñado de harina y las gotas de aceite que necesitaban ella y su hijo para no morir.
+ La viuda del evangelio que en dos céntimos da todo lo que posee.
+ Y el mismo Cristo, el más decidido de los paracaidistas que por darlo todo, da su vida.
2. - ¿Estos seguidores del Señor, son unos inconscientes? ¿No pasan miedo ante la inseguridad? Todo el que se tira desde un avión, viendo allá abajo la estampa de nacimiento, de Belén, de campos y casas, siente inseguridad.
De Jesús nos consta que sintió pavor hasta sentirse abandonado por su Padre. Miedo que superó con Fe: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Puesto en palabras de una anciano jesuita que yo conozco diríamos: “Las manos de Dios son muy seguras, el que no siente seguro es quien no se pone en manos de Dios. Ahí tenéis una inseguridad superada por un gran Fe.
3. - La pobre viuda del Evangelio se ha salido de sus páginas y se pasea por nuestras calles. Y tal vez está junto a nosotros mientras esperamos que el semáforo se ponga verde.
Casos conocéis vosotros y conozco yo. Tanto en España como en América. La absoluta confianza que en la providencia que rige el Cotolengo os consta a todos. La institución benéfica del Sagrado Corazón en Monte Avril, en Bilbao acoge a todo el que no tiene nada, basados en dos reglas. Una, no pedir. Segunda, “barrer” fuera de casa todo lo que les sobre al día. Acumular es para ellas una gran desconfianza en Dios. La joven huérfana que deja de servir de criada para casarse y acoge en su casa a su hermana a su hermana inválida y a una amiga de ella también inválida. Y comienza una vida de casada, viviendo cuatro con el salario insuficiente para dos. Y don Víctor. Boina calada y gabardina raída. Charlatán y contento. Con un cuarto de su retiro paga una pobre pensión en el Bilbao viejo. Y las otras tres partes las ingresa en “el Banco del Cielo”, como dice, dándolas a los pobres.
Otros muchos os podía contar de los que se han cruzado conmigo por las calles de la vida. Vosotros, como decía, tenéis otros ejemplos.
Estos son paracaidistas de verdad. Se han tirado al vacío esperando caer en las manos seguras de Dios. ¿Fueron inconscientes? De ninguna manera. ¿Imprudentes? Tal vez. Pero el corazón generoso no hace cálculos. Cuando al que se le es a Dios; o se le da todo, o es mejor no darlo. Un pastel empezado no sé de a nadie.
 
José María Maruri SJ
www.betania.es
 
LAS PEQUEÑAS COSAS DE DIOS
1.- Si el domingo pasado, Jesús nos hablaba de un amor excelente y bien combinado (Dios y hombre) hoy, el Señor, nos sugiere una forma práctica de llevarlo a cabo: huyendo de la autocomplacencia y…dando valor al cómo se da y, no tanto, al cuánto se da.
Y es que, muchas veces, damos tanto bombo y platillo al “cuánto” que olvidamos el “cómo” lo ofrecemos.
-Hay personas, arrogantes y vanidosas, que presumen de realizar grandes cosas por los demás. Ese es su premio.
-Existen otras que, lejos de preocuparse por defender la justicia o los derechos de los más débiles, entienden la limosna como una especie de cortina de humo. No es bueno, utilizar la riqueza, para tranquilizar la conciencia.
-Pero, amigos, hay otros –ojala entre ellos estemos nosotros- que hacemos lo que podemos. Que no presumimos ni de ser mejores, ni tampoco peores que los demás. Eso sí: creemos que Jesús se fija en la bondad del corazón, y por ello mismo, intentamos en las pequeñas cosas de cada día, en los más insignificantes detalles, que Dios sea creíble no por lo que damos (aunque demos) sino por el cómo lo damos: con sencillez, sin ostentosidad, sin vanidad y…sin hacer demasiado ruido.
Miremos a Jesús en este día. ¿En dónde clavó sus ojos? ¿En quién se fijó? ¿A quién criticó? ¿A quién ensalzó? Ni más ni menos aplaudió, no podía ser de otra manera, a una mujer que –de lo poco- hizo un mucho: lo dio con todo su corazón.
Otros, por el contrario, estaban tan emborrachados en sí mismos que, en la cantidad y en la apariencia, pensaban que tenían asegurada su victoria sobre el corazón de Dios.
2.- El evangelio de este día, es la exaltación del mínimo detalle. ¡Cuántas veces no valoramos lo insignificante al ojo, pero muy significativo y oxigenante para el corazón! ¡En cuántas ocasiones nos dejamos llevar por lo que deslumbra! ¡En cuántos momentos pensamos que, si no es grande y costoso, no sirve de nada o no tiene gran valor!
Hoy no podemos dejar de pasar de largo el testimonio de aquellas personas que, todos los días, depositan su moneda en el arca de nuestra felicidad (padres, hermanos)
Hoy no podemos olvidar a los que echan su pequeña limosna en diversos lugares de misión en nombre de Jesús de Nazaret (los misioneros)
Hoy, como el Señor, nos fijamos en el testimonio de catequistas, cáritas, colaboradores de la parroquia… que –sin excesivo protagonismo- depositan su tiempo (¿no es moneda valiosa?) para que Jesús sea conocido, amado y tenido en cuenta.
Hoy, y el evangelio nos lo indica, hacemos memoria de tantas personas que dan de lo poco que tienen (su tiempo y su misma vida) para que el templo del espíritu de tantas personas, sea rejuvenecido por la gracia de Dios: el Papa, los obispos, los sacerdotes, religiosas/os, agentes de pastoral, formadores, etc.
3.- Sí, hermanos. El evangelio de este día, es el evangelio de los que, siendo pequeños, y sin darse cuenta, Dios los mira con pasión y con amor. Con reconocimiento y con agradecimiento.
Mientras tanto, otros, los que más ruido meten en el mundo; los poderosos; los magnates; los que se permiten el lujo de exprimir al personal (sin que estos se percaten de ello) seguirán pensando que son dueños del universo y de lo que hay en él.
Es bueno pensar que, Dios, nos sigue mirando y animando a que –de lo poco que tenemos y somos- hagamos una ofrenda sincera, alegre y testimonial de nuestra vida cristiana.
En definitiva, podemos ser como la viuda (dejándonos observar y encontrar por Dios) o como los escribas (pensando que estamos muy cerca de El, cuando en realidad nos encontramos a decenas de kilómetros de su pensamiento y de su voluntad).
  
Javier Leoz
www.betania.es

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