miércoles, junio 28, 2006

RESUELVE TUS DUDAS - ¿Monaguillos o acólitos?

Pregunta: ¿Es lo mismo monaguillo que acólito? ¿O cuál es la diferencia entre ellos? Agradezco la atención que brindan a mi mensaje y espero su pronta respuesta.

Ma. Guadalupe


Respuesta: Monaguillo se llama al que asiste al sacerdote en Misa, normalmente un niño o una niña: le ayudan con el misal, las ofrendas, el lavatorio de las manos, la campana y portando la charola de la Comunión.
Acólito se llama a quien ha recibido el ministerio del acolitado. Tiene que ser varón y cumplir con cierta edad y condiciones determinadas por decreto de la Conferencia Episcopal. Sus funciones son: cuidar del servicio del altar; ayudar al diácono y al sacerdote en las acciones litúrgicas, especialmente en la celebración de la Misa; prestar su servicio en las diversas procesiones, por ejemplo con la cruz, los cirios, el incienso o el libro; preparar el altar y purificar al final los vasos sagrados; atender en el ofertorio a la recogida de los dones; y, bajo ciertas condiciones, distribuir la sagrada Comunión como ministro extraordinario y exponer públicamente el Santísimo Sacramento de la Eucaristía a la adoración de los fieles y luego reservarlo, pero no puede dar la bendición. Puede, además, instruir a los fieles que ayudan en las acciones litúrgicas, como son las de llevar el misal, la cruz, los cirios u otras funciones similares.

Antes del concilio Vaticano II el acolitado era una de las órdenes menores (acolitado, exorcistado, lectorado y ostiariado) en relación con el diaconado, el presbiterado y el episcopado, que fueron denominadas órdenes mayores. Con el tiempo las órdenes menores fueron tenidas como instituciones previas a la recepción de las órdenes sagradas, concretamente el sacerdocio o presbiterado.

Ahora a las órdenes menores se les llama ministerios; se conservan dos, que son el acolitado y el lectorado; son conferidos por el obispo mediante el rito litúrgico de la institución.

Los candidatos al diaconado y al presbiterado deben recibir estos ministerios, pero también son accesibles a los laicos que quieran asumir en la Iglesia los compromisos que les corresponden:

Puede extrañar a algunos que hoy en día veamos cómo regularmente los laicos desempeñan estas funciones originalmente reservadas al acólito instituido. Esto se debe a otra cláusula del derecho canónico que dice: «Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la Palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el Bautismo y dar la sagrada Comunión, según las prescripciones del derecho».

Walter Turnbull

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Jose Luis Aboytes

lunes, junio 26, 2006

Guión de Misa para el 13º Domingo - 2 de Julio

Celebrando la Vida
en el
Nuevo Milenio
Guiones para la celebración de la Cena del Señor
Ciclo "B"
Miguel Ángel Osimani
EDICIONES BETANIA


DOMINGO 13º
DURANTE EL AÑO
PREPARACIÓN:
Antes de la salida del celebrante
Celebramos hoy el domingo décimo tercero del tiempo durante el año, y nos encontramos aquí reunidos para celebrar con fe y esperanza la acción de Jesucristo en nosotros, quien en el Evangelio de hoy nos dirá: "No temas, basta que creas", ya que la confianza total en el Señor y su poder, hace posible el milagro, lo que nosotros vemos como humanamente imposible, y esta fe es la que nos da verdaderamente la paz.
AMBIENTACIÓN:
Luego del saludo inicial y antes del acto penitencial
Dios, Creador de todo lo existente, ha creado al hombre para la vida, ya que la muerte no entraba en su designio; pero el hombre, creado para la inmortalidad y seducido por el demonio, ha introducido en el mundo el pecado, y con él. la muerte. Pero Jesucristo se ha hecho hombre para con su muerte y resurrección, devolvernos la vida, no sólo la del cuerpo, sino también la vida del alma, dándonos paso a la vida que dura para siempre.
1ª. LECTURA: (Sb 1, 13-15; 2, 23-24) (Ver texto)
Dios es el autor de la vida. El hombre, creado a imagen de Dios, participa de esa misma vida. La muerte proviene del orgullo del hombre.
SALMO RESP.: (29, 2. 4-6. 11-12a. 13b) (Ver texto)
R. Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste.
2ª. LECTURA: (2 Co 8, 7. 9. 13-15) (Ver texto)
El realismo y el sentido común de Pablo, aparece claramente en la cuestión de la colecta para los pobres de Jerusalén; es conveniente que todo el mundo disponga de los mismos bienes para satisfacer las mismas necesidades.
EVANGELIO: (Mc 5, 21-43) (Ver texto)
En este pasaje del Evangelio se nos muestra, en una narración expresada de una forma muy humana, a Jesús dando vida a la hija de Jairo, mostrando su poder sobre la muerte.
ORACIÓN DE LOS FIELES:
CELEBRANTE:
Hermanos, que nuestra oración exprese nuestra firme voluntad de trabajar por el bienestar de todos los hombres, porque ésta es la voluntad de Dios, elevemos con fe y esperanza estas peticiones a nuestro Padre del Cielo.
GUÍA: A cada una de las peticiones responderemos orando:
"SEÑOR, AUMENTA NUESTRA FE"
v Dios, autor de la vida, para que en el Vicario de tu Hijo, hoy Benedicto XVI, todos los hombres reconozcamos a quien el mismo Cristo ha designado para guiarla, te pedimos...
v Señor, Rey del universo, para que junto a nuestro Obispo podamos formar una comunidad diocesana firmemente arraigada en el Evangelio y verdaderamente comprometida con su difusión, te pedimos...
v Señor de la historia, porque queremos que todos los habitantes de esta nación seamos capaces de una conversión profunda de nuestros corazones y así Tú vuelvas a ser el fundamente de nuestras vidas y de nuestra moral, te pedimos...
v Dios, rico en misericordia, para que nuestras familias sean solidarias y fraternas con el dolor de tantas familias que hoy están necesitadas no sólo de pan, sino de cultura y de Dios, y así ellas puedan descubrir tu providencia de Padre, te pedimos...
v Padre bondadoso, para que nuestra confianza en el poder de tu Hijo, el Señor Resucitado, nos haga posible lo que consideramos como humanamente imposible, te pedimos...
CELEBRANTE:
Padre nuestro, escucha una vez más nuestra oración. Hágase tu voluntad para que venga a nosotros tu Reino. el Reino de vida y de gracia que nos anunció tu Hijo Jesucristo. Te lo pedimos por Él, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS:
Junto al pan y el vino para el sacrificio, depositemos sobre la mesa del altar, nuestra entrega y total confianza a Aquél que vino para darnos la verdadera vida.
DIÁLOGO DEL PREFACIO:
Al iniciarse el Prefacio (antes de "El Señor esté con vosotros")
Dios es fuente, fuerza y camino de nuestra vida. Al darle gracias por su constante donación, pidamos que sepamos abrirnos a Él cada vez más.
COMUNIÓN:
Participar del Cuerpo de Jesucristo significa disponernos a seguir su camino de generosidad, de comunicación de vida. Creemos que este camino -porque es el de Dios- nos llevará de manera segura a la resurrección.
DESPEDIDA:
Al volver ahora a nuestros hogares y a nuestras obligaciones diarias, nos vamos con la certeza que al celebrar esta Eucaristía, anunciamos la muerte de Cristo y la nuestra y proclamamos también su resurrección, y la nuestra.



Guión de Misa para la Solemenidad de San Pedro y San Pablo

Celebrando la Vida
en el
Nuevo Milenio
Guiones para la celebración de la Cena del Señor
Ciclo "B"
Miguel Ángel Osimani
EDICIONES BETANIA

SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO
PREPARACIÓN:
Antes de la salida del celebrante
En este día celebramos el misterio de la Pascua del Señor realizado en los dos apóstoles, Pedro y Pablo, que más trabajaron para edificar la Iglesia de la Nueva Alianza. Es la fiesta de toda la Iglesia, de la que Pedro es piedra fundamental, por eso es la fiesta del Sumo Pontífice, nuestro amado Santo Padre.
AMBIENTACIÓN:
Luego del saludo inicial y antes del acto penitencial
El mismo Dios nos revela la divinidad de su Hijo: verdadero Dios y verdadero hombre. Y ese misterio de Cristo se hace también presente en su Iglesia, recibiendo los Apóstoles el carisma de pastores, presidiendo la vida de la Iglesia en nombre de Cristo, quien constituye a Pedro como cabeza visible de ella, y en él a todos sus sucesores, a quienes confía plenos poderes, pidiéndonos a nosotros un auténtico sentido de respeto y obediencia; obediencia activa y responsable.
1ª. LECTURA: (Hch 12, 1-11) (Ver texto)
En este relato del comienzo de la vida de la Iglesia, vemos al primero de los Apóstoles, a Pedro, que es encarcelado por fidelidad al Señor, pero no es abandonado por Él.
SALMO RESP.: (33, 2-9) (Ver texto)
R. El Señor me libró de todos mis temores.
2ª. LECTURA: (2 Tim 4, 6-8. 17-18) (Ver texto)
El Apóstol, sólo y abandonado, vive su último proceso. Pero su fidelidad y esperanza no se debilitan. Reconoce que la salvación no es un callejón sin salida para quienes siguen a Cristo.
EVANGELIO: (Mt 16, 13-19) (Ver texto)
Es el mismo Jesús quien nos manifiesta su poder, que como Hijo de Dios posee, y que Él se lo comunica a la Iglesia, en la figura de su Vicario, el Santo Padre.
ORACIÓN DE LOS FIELES:
CELEBRANTE:
Queridos hermanos y hermanas, tenemos un solo Dios, un solo mediador, Jesucristo, dirijamos por Él al Padre, nuestras plegarias y nuestras súplicas por la Iglesia y por todos los hombres.
GUÍA: A cada una de las peticiones responderemos orando:
"TE LO PEDIMOS, SEÑOR"
v Padre eterno, te pedimos por la Iglesia, una, santa, católica y apostólica; para que se edifique y crezca hasta llegar a la plenitud total de Cristo, oremos...
v Dios todopoderoso, te pedimos por el Vicario de tu Hijo, el Santo Padre Benedicto XVI, para que todos los hombres reconozcan en su presencia, la de Jesús, que hoy se nos muestra sacramentalmente en él, oremos...
v Señor de la vida, te pedimos por nuestro Obispo y por todo el Colegio Episcopal, para que con invariada fidelidad, ejerzan con alegría el ministerio de pastores que les has encomendado, oremos...
v Padre de las misericordias, te pedimos por todos los que sufren a causa de la fe en Cristo o de sus convicciones religiosas, para que encuentren ayuda, consuelo y liberación, oremos...
v Padre de todos los hombres, te pedimos por todos los que celebramos los misterios de la Pascua del Señor, para que nos alegremos de compartir su pasión para desbordar de gozo el día en que se manifestará su gloria, oremos...
CELEBRANTE:
Padre del Cielo, acoge las oraciones de tu Iglesia, cimentadas sobre la palabra y el martirio de Pedro y Pablo; que tus Apóstoles, con sus enseñanzas, nos ayuden cada día a ser más fieles al Evangelio de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS:
Junto al pan y el vino nos ofrecemos nosotros mismos, en una sincera disposición a ser dóciles al Espíritu de Jesús, que se nos manifiesta de manera especial en nuestros Pastores y en el Santo Padre.
DIÁLOGO DEL PREFACIO:
Al iniciarse el Prefacio (antes de "El Señor esté con vosotros")
Bendigamos al Padre, que por su gran amor nos ha hecho nuevas creaturas y nos ha dado una esperanza viva gracias a la resurrección de su Hijo de entre los muertos.
COMUNIÓN:
Los Apóstoles nos enseñaron a celebrar la Cena del Señor. Al acercarnos a la mesa eucarística, tomemos con alegría el pan que da vida, pasando de la muerte a la vida con la esperanza del retorno glorioso del Señor.
DESPEDIDA:
Al terminar nuestra celebración de este día de fiesta, salgamos a la calle para dar, con alegría y valor, como los Apóstoles, testimonio de la Resurrección del Señor; seamos mensajeros del Evangelio, de palabra y de obra.

El Coordinador del grupo de Catequesis

Autor: Rogelio López, Fuente: isca.org.ar
toamdo de es.catholic.net

Su trabajo será articular todas las tareas, reconocer y potenciar los talentos de cada uno de los integrantes del grupo y tener la capacidad de organizar un trabajo que redunde en una buena tarea de crecimiento de la fe de los catequizandos
El Coordinador del grupo de Catequesis
El Coordinador del grupo de Catequesis
Así como en entregas anteriores, hablamos de la importancia de tener una planificación, ésta debe estar sustentada por un buen grupo de catequesis, que a su vez cuente con un coordinador que sea ejemplo en todo sentido. Que dé testimonio de vida y testimonio de servicio al los demás. Su trabajo será articular todas las tareas, reconocer y potenciar los talentos de cada uno de los integrantes del grupo y tener la capacidad de organizar un trabajo que redunde en una buena tarea de crecimiento de la fe de los catequizandos.

Su importancia dentro del grupo, es clara y contundente, por eso la elección del mismo también requiere una buena revisión por parte del párroco que debe nombrarlo. Así como una acertada designación puede redundar en un buen grupo que realice bien la tarea encomendada, una elección equivocada, puede generar dentro del grupo un ambiente de trabajo no propicio para tan importante misión, como es la de hacer crecer en la fe a chicos, adolescentes y adultos de cada comunidad.


Un Guía bajo la luz de Cristo

La responsabilidad que exige coordinar un grupo de atequistas es también la compromiso de hacer crecer la Iglesia de Cristo, pero sobre todo es crecer como personas llevando la Buena Nueva a los catequizandos. Estar en constante oración y vínculo con la Virgen María, madre de la salvación y protectora permanente nuestra, son herramientas necesarias para cumplir con tan importante misión. Además, obviamente, de tener como guía y modelo a Jesús, el cual nos brinda su luz para enseñarnos el camino correcto.

Siguiendo las enseñanzas de Jesucristo, se puede hacer una mejor coordinación del grupo que se tiene a cargo. El Coordinador Parroquial de Catequistas debe tener el ejemplo de Jesús en su Corazón, pues no es aquel que se cree más que los otros, sino que está dispuesto a servir, guiar y a dar su amor a la catequesis y a los catequistas que está coordinando. Este tema es fundamental y muchas veces nos pasa exactamente lo contrario. El Coordinador está para servir, y no para "mandar", porque ordenar, o establecer pautas de trabajo, no necesariamente significan dar permanentemente órdenes.

Decir que la tarea de coordinar no es fácil, es reiterar un concepto que sirve para todo lo que tenga que ver con servir a la Iglesia. Nada es sencillo, pero con empeño, bajo la luz de nuestro Señor Jesús y con la intersección de María, modelo de catequista, se puede realizar una labor eficaz.

La motivación de los coordinadores debe radicar en los ejemplos y vivencias de Jesús y así colocarlas en práctica en cada una de las reuniones, para que los catequistas también se motiven.

En términos de tareas propiamente dichas, es fundamental que el coordinador se actualice permanentemente en puntos que tienen que ver con la catequesis, pues así se estará construyendo una Iglesia viva y actual que sigue la luz de Jesús a través de su conocimiento, testimonio y servicio en su comunidad parroquial.
comunicándonos@isca.org.ar
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Jose Luis Aboytes

sábado, junio 24, 2006

Domingo 25 de Junio - XII Domingo durante el año

Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla.»
Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él.
En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca.
El estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»
El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza.
Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?»
Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?»

"El huracán y la barca"
Hoy soplan vientos contrarios para la fe y para la vida de la Iglesia; pero es una buena prueba para despertar de la mediocridad y superficialidad a tantos creyentes. Unos se desalientan otros se escandalizan y hay quien pretende amainar la tempestad por sus propios medios. Yahvé salva a Job de la tempestad de la duda mostrándose como el Señor del mar y del universo (1ª lectura). Jesús increpa a los vientos y estos le obedecen, pero reprocha a los discípulos su cobardía y poca fe (Evangelio). ¿Cuál es nuestra actitud cuando sentimos que nos hundimos? El que no es de Cristo valora a las personas y las circunstancias con criterios humanos; pero el que vive con Cristo es criatura nueva, sabiendo que Él murió y resucitó por todos. (2ª lectura)

Mensaje doctrinal

1) ¿Quién puede dormir en la tormenta?
La escena nocturna de doce hombres encorvados sobre sus remos, que luchan hasta el límite de sus fuerzas contra el furor de la naturaleza, nos hacen ver la gravedad del momento. Pero su simbolismo va más allá de la narración. La tormenta es imagen de las persecuciones que sufre la Iglesia y las luchas que cada alma tiene que librar contra las tentaciones y dificultades. Pequeñas y grandes tempestades: inquietudes, proyectos que no llegan a realizarse, dificultades en las relaciones con los demás, desgracias inesperadas. Puede sobrevenir la duda de que Dios se ha olvidado de nosotros; que "Jesús duerme". Entonces nuestra fe comienza a vacilar y llega la desesperación. Pero podemos preguntarnos: ¿Con qué ojos vemos los acontecimientos de nuestra vida? ¿Con los de la fe, con los de la mentalidad que nos rodea, o con los de nuestro propio orgullo? "Cada vez que Cristo se duerme en la barca de nuestra vida, se desencadena la tempestad con todas las fuerzas del viento". (San Pedro Crisólogo)
¿No será nuestra falta de fe que interpreta las adversidades como una conjura de todas las fuerzas naturales y sobrenaturales contra nosotros?
Algunas situaciones nos llegan con tal violencia que humanamente parecen insoportables, pero entonces ¿Con cuánta fe hacemos oración como los apóstoles: "Señor, sálvanos que perecemos"? 2) ¿Qué milagros esperamos? Los milagros entusiasmaban a nuestros mayores y sus creencias se basaban en estas pruebas irrebatibles de la omnipotencia de Dios. Sin embargo Jesús se muestra renuente a dar pruebas. Los milagros que realizó, los hizo casi a disgusto, por piedad, por bondad, en secreto, recomendando silencio, sintiendo siempre que corría el riesgo de distraer la atención de otras cosas más importantes que quería revelar. Los judíos exigían señales en el cielo, el aplastamiento de los enemigos, la dominación universal. Nosotros también queremos milagros y estaríamos tranquilos con esa fácil solución. ¿Cuáles serían los motivos por los que Jesús seguía dormido en la tormenta? ¿No era acaso Él, el dueño del viento y de las aguas? El primer motivo de esta negativa es que una religión de milagros pondría a Dios al servicio de nuestros intereses y de nuestros caprichos. El papel de la religión es ayudarnos a despegarnos del mundo; pero las curaciones que esperamos, los éxitos temporales, el alivio en los sufrimientos harían que nos apegáramos más a esta vida que algún día tenemos que dejar. "Vosotros me seguís, decía Jesús, porque habéis comido pan y os habéis saciado". El segundo motivo es que Jesús sabía que los milagros que realizaba sobre las cosas, distraían la atención sobre su persona. Las almas sinceras descubrían al Mesías a través de sus palabras, sus gestos, sus miradas. Las almas groseras y superficiales no se interesaban más que por los resultados obtenidos. El tercer motivo, el más importante es que el milagro físico es una revelación de poder. Pero Jesús no quería revelar de Dios más que el amor. El milagro que realizaba a través de los milagros era el de la revelación del amor de Dios hasta el punto de entregar a su Hijo único para salvar al mundo. Este milagro no lo entendemos cuando reclamamos: "Sálvanos que perecemos". Jesús está ahí como dormido, tranquilo, silencioso, paciente. El motivo de nuestra fe está en ponernos en contacto real con aquel que está ahí dormido. Debemos ser capaces de creer en Él sin necesitar otros milagros que no sean el de su amor. En otras palabras: No buscar los milagros del Señor, sino al Señor de los milagros.
3) ¿Morir de miedo o vivir de fe? "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?".
Este reproche nos sorprende, cuando creíamos que esa reacción ante el peligro era signo de confianza. Todos acudimos al Señor cuando nos sentimos amenazados por un mal. Jesús reprende lo que nosotros hubiéramos alabado. El nos revela que la oración de los apóstoles era, en realidad, una oración desconfiada, de inquietud, de duda, Si Él estaba allí no tenían nada que temer. No se puede perecer en compañía de Jesús porque Él puede salvarnos, aún durmiendo. Nos da miedo tomar en serio nuestra vida; es más fácil "instalarse y seguir tirando" sin atreverse a afrontar el sentido de la existencia. ¡Cuántos retroceden y se repliegan cómodamente en la pasividad cuando descubren las exigencias y luchas de cada día! Pero no se puede vivir a la deriva. Deberíamos escuchar con sinceridad las palabras de Jesús: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?".
El miedo es el mayor enemigo de las personas, de la familia, de las comunidades. El miedo ha hecho mucho daño en la Iglesia porque paraliza, impide la creatividad, la aventura evangélica. Alguien ha dicho atinadamente: "Hay que tenerle miedo al miedo". El mayor pecado contra la fe es la cobardía; no nos atrevemos a tomar en serio todo lo que el Evangelio significa. Ballet hablaba de "la herejía disfrazada" de los que defienden el cristianismo, incluso con agresividad, pero no se abren nunca a las exigencias más fundamentales del Evangelio. A veces parece que Jesús duerme; son las noches de la fe. Es el silencio desgarrador y desesperante del Señor. También Jesús sufrió esa noche con respecto al Padre: "Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?" (Mt. 27,46) Este es el momento culminante de la fe, cuando a pesar de que nos envuelven las tinieblas confiamos en Él. Es el momento de la fe desnuda.
Fuente: Catholic.net

jueves, junio 22, 2006

PROMESAS DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS

Los Católicos creyentes se consagrarán al Sagrado Corazón de Jesús en espíritu de reparación el primer Viernes del mes. Jesús mismo hizo las siguientes promesas a la Hermana Margarita María en favor de aquellos que practiquen y promuevan esta Devoción:
  1. Otorgaré las gracias necesarias durante sus vidas.
  2. Estableceré paz en sus familias y uniré a las que estén separadas.
  3. Confortaré a los devotos en todas sus penas.
  4. Seré su refugio seguro durante sus vidas y sobre todo a la hora de las muerte.
  5. Concederé las bendiciones celestiales en todas sus labores.
  6. Los pecadores encontrarán en Mi Corazón el origen y la fuente infinita de la piedad.
  7. Las almas incrédulas se convertirán en fervientes.
  8. Las almas fervientes se elevarán rápidamente a un estado de perfección.
  9. Bendeciré aquellos lugares en donde la imagen del Sagrado Corazón sea expuesta y honrada y estamparé mi amor en los corazones de todos aquellos que porten mi imagen en su persona. Yo también destruiré en ellos cualquier desconcierto.
  10. Concederé a los sacerdotes que promulguen la devoción al Sagrado Corazón el don de cambiar los corazones más inhumanos.
  11. Aquellos que promuevan esta devoción tendrán sus nombres escritos en mi corazón para nunca ser borrados.
  12. Les Prometo por la infinita misericordia de mi Corazón que mi poderoso amor les concederá a todos aquellos que reciban la comunión el primer Viernes demes por nueve meses consecutivos la gracia de la penitencia final; no moriránen desgracia, ni morirán sin recibir los Santos Sacramentos. Mi divino Corazón será su refugio en sus últimos momentos. Los nueve primeros Viernes de mes deberán de ser en honor del Sagrado Corazón. (Estos Viernes deberán ser consecutivos y la Comunión deberá de ser recibida).

Educar al niño y al adolescente, principios básicos

Autor: Tomás Melendo Granados, es.catholic.net

En un artículo Diez principios y una clave para educar correctamente expuse los principios que a mi modo de ver deben orientar la labor formativa de padres y profesores. Se trataba de preceptos fundamentales, que conviene tener en cuenta siempre, a lo largo de toda la labor educativa.

Ahora me propongo añadir otras ideas rectoras, menos universales, aplicables de forma exclusiva o predominante a las primeras etapas del crecimiento de nuestros hijos. Tampoco en este caso aspiro a ser exhaustivo. Pretendo tan solo «iluminar» con algunos breves fogonazos —casi a modo de estrellas fugaces— la actitud más conveniente con los chicos durante sus años inaugurales, desde el nacimiento hasta la adolescencia.

Comencemos, pues, distinguiendo tres fases en el desarrollo infantil:

1. Hasta la escolarización


· En el seno materno

Como han demostrado las técnicas más avanzadas, la educación del niño comienza incluso antes de su nacimiento. Ya en el útero percibe y resulta influido por los estados de ánimo de la madre: sobre todo por el cariño con que lo acoge o, si fuera el caso, por la ansiedad o incluso el rechazo que su gestación provoca. En consecuencia, los meses que vive en el seno materno son bastante decisivos para el despliegue de su carácter y personalidad.

Y, como insinuaba, lo que marca «la diferencia» es la serenidad y el gozo de la madre, influidos a su vez, y en ocasiones determinados, por la actitud del padre hacia su futuro hijo y por la delicadeza y el mimo con que trata a su esposa: los detalles de cariño más allá de lo habitual; el esfuerzo con que facilita su reposo, supliéndola si es preciso en tareas que de ordinario realiza ella; la comprensión y el apoyo incondicional ante las preocupaciones que, sobre todo las primeras veces, provoca el embarazo; los ratos tranquilos de reposada conversación e intercambio de opiniones; los «sueños» y «novelas» que forjan sobre el hijo que va a venir…

· Llantos y rabietas

Hacia los nueve meses de haber sido procreado, una vez que ve la luz del mundo, conviene prevenirse ante un miedo excesivo a que el niño llore; no es necesario cogerlo inmediatamente en brazos y acunarlo. El llanto es parte de su lenguaje y hay que aprender a interpretarlo a tenor de las circunstancias. Puede tratarse de malestar, hambre o de incomodidad; pero también de impaciencia, de melancolía, de rabia o de capricho.

En este caso, aun cuando resulte muy difícil de aplicar, está vigente de un modo especialísimo la que puede considerarse como primera y más fundamental norma de toda educación: el bien del hijo es mucho más importante y debe ser tenido más en cuenta que el nuestro: que nuestra tranquilidad, que nuestra «buena conciencia», que la sensación de «estarlo haciendo bien» y poniendo todos los medios a nuestro alcance, que el hecho de evitarnos un mal rato…
Aplicado al caso concreto que acabo de mencionar, y con la prudencia que la situación exige, el «saber aguantar» durante algunos días el llanto del chiquillo, aunque sintamos que se nos parte el corazón, puede constituir uno de los bienes de más calibre que le otorgamos en esos primeros años:

a) porque el pequeño, al advertir —¡y lo advierte, aunque nos resulte difícil de creer!— que los padres no los toman en cuenta cuando no tienen un motivo justificado, eliminará esos lloros… saliendo él mismo a corto plazo beneficiado; y

b) porque los padres, liberados de las tensiones que esa excesiva atención genera, mantendrán la imprescindible y reconfortante calma y estarán más descansados y en mejores condiciones de transmitir al recién nacido esa misma tranquilidad y de atenderlo con paz y eficacia cuando verdaderamente lo requiera.

· Dejarle hacer… y crecer

A medida que se va abriendo al mundo, el niño experimenta una apremiante necesidad de moverse, de probar, de explorar, de comunicar. Esto reclama de los padres no poca paciencia. Sin duda, para la madre, es más cómodo y menos «arriesgado» darle de comer, lavarlo, vestirlo...; pero entonces, en lugar de desarrollar el espíritu de iniciativa y la autonomía del pequeño, disminuye su autoestima, favorece su pereza, e incluso puede provocar la denominada oposición negativa: irritación, agresividad, o bien inseguridad, abulia, rechazo a crecer...: el niño está recibiendo el mensaje de que «no es capaz» de realizar unas acciones que realmente sí puede —¡y debe!— llevar a cabo por sí mismo.

En definitiva, los educadores han de saber adaptarse un tanto para que florezcan en el niño el gusto y la alegría de sentirse activo y útil. Lo cual constituye otro de los principios más radicales de la educación… también muy difícil de poner por obra, y que cabría enunciar así: lo que la persona que intentamos formar pueda hacer por sus propios medios, debemos permitir (o incluso exigir) que lo realice… aun cuando eso lleve consigo una cierta zozobra por nuestra parte, ante la inseguridad del resultado o incluso el descalabro que pueda originar; una aparente pérdida de tiempo, puesto que nosotros lo haríamos antes y mejor; un mayor esfuerzo, ya que resulta mucho más penoso —¡pero también más formativo!— enseñar a realizar algo («hacer hacer») que efectuarlo uno mismo, etc.

Solo ofreciendo «oportunidades de desarrollo» ponemos a nuestros hijos en condiciones de que efectivamente crezcan… y experimenten el sano orgullo de que no «están de sobra», sino que tienen una función en este mundo.

· Para superar el egoísmo

Es también tarea de los padres ayudar al niño a ir saliendo de su natural egocentrismo. A veces deberán soportar sus insistentes peticiones y retrasar el cumplimiento de lo que desee. De lo contrario, si ceden de inmediato a sus caprichos lo estarán preparando para una «insatisfacción crónica» de por vida.

Hoy en día no es infrecuente que los padres, muy ocupados por otros menesteres, «sustituyan» la atención personal a sus hijos por regalos y concesiones, anticipándose incluso a que ellos los soliciten. De esta suerte, en lugar de transmitirles la convicción de que son unos privilegiados y deben estar agradecidos porque, además de la vida, han recibido y reciben de continuo y gratuitamente muchos bienes de los que otros tantos niños carecen, creamos en ellos el convencimiento de que «tienen derecho a todo».

Y, así, no solo los transformamos en unos déspotas o pequeños tiranos, sino que cuando, con el correr del tiempo, les sean negados justamente privilegios o beneficios que en realidad no merecen, se sentirán tremendamente frustrados e incluso albergarán una especie de resentimiento universal ante esa sociedad que les niega sus «derechos». ¡Y no digamos nada si llegan a ser objeto de alguna auténtica injusticia…!
Otorgar al niño cuando es pequeño todos sus antojos, no enseñarle a privarse incluso de lo que a veces le es necesario, equivale a destinarlo a un futuro de continuo desengaño, de infelicidad e incluso de depresión inducida.

· Fomentar su justa independencia

En los primeros años, la relación madre-hijo es un idilio de ternura, absolutamente imprescindible también para el bebé. Son ya muchos los experimentos que prueban que los niños que crecen al amparo de sus madres, incluso en situaciones límite como podría ser una prisión, se desarrollan mejor desde el punto de vista físico y psíquico que aquellos otros atendidos por especialistas en las mejores condiciones materiales… pero privados del calor y la ternura que solo una madre puede aportar.

Sin embargo, a medida que el niño crece también la relación debe cambiar: con el paso del tiempo la madre ha de modular su insaciable deseo de mimos, besos y caricias... y nunca, si se diera el caso, intentar sustituir las injustísimas desatenciones de un marido rutinario y apoltronado por las del hijo: el amor a este solo puede ejercer plenamente sus funciones beneficiosas cuando es el resultado y la prolongación del que los padres se tienen entre sí.

Por otro lado, si no sabe controlarse, la madre puede hacer que más tarde sus hijos se sientan insuficientemente queridos, pues las carantoñas que de críos les satisfacían ahora les resultan incluso molestas. Y que desarrollen a su respecto una actitud ambigua, pero siempre negativa:

a) por un lado, no son capaces de separarse de ella y valerse por sí mismos; y

b), por otro, al percibir que le resultan indispensables, la tiranizan y la maltratan.

2. Los primeros años de escuela

· «Ya voy a la guardería»

La entrada en el colegio o la guardería puede representar un momento delicado en la vida del niño y repercutir sobre el futuro rendimiento escolar. No es raro que los padres vivan el comienzo de las clases del chico con ilusionada satisfacción, como el inicio de una gran carrera (y a veces como una «liberación» de los cuidados del niño, que les roba parte de su tiempo). Pero el chiquillo tal vez la vivencie como la salida de su incontrastado reino infantil. La consecuencia puede ser un rechazo claro e inconsciente, que en ocasiones se manifiesta en aparente retraso o en concretas incapacidades escolares.

Los padres han de saber conjugar con prudencia el incremento de las atenciones al chico, que en ningún caso debe sentir que ha sido abandonado, y la fortaleza para hacerle comprender que inicia una nueva etapa y para que la viva con todas sus consecuencias, evitando las concesiones indulgentes («hoy hace frío, mejor que no vayas a la escuela», «la profesora no te trata bien», «tus compañeros son malos»…), que nacen de una malentendida compasión y ningún bien originan al chiquillo.

· Compartir sus experiencias

En cualquier caso, es oportuno hablar a los niños del colegio o del jardín de infancia antes de que comiencen a asistir a él, pero sin el exceso de énfasis que lo convertiría en un suceso de vital importancia… incrementando las repercusiones negativas que a veces (¡no es necesario que ocurra!) ese cambio puede provocar.

Más bien, con picardía y mano izquierda, habría que lograr que los críos lo deseen como una fuente de satisfacciones y de intereses y nuevos logros: conocer a futuros amigos, aprender cosas que hasta el momento no sabían, desarrollar habilidades antes inexistentes, empezar a «ser mayores» porque ya son capaces de valerse por sí…
Salta a la vista el error de utilizar la escuela como advertencia correctiva, diciendo por ejemplo, «¡Me gustaría verte cuando estés en el colegio, entonces sí que te harán portarte como debes!». No solo se haría muy difícil que los chicos sintieran atracción hacia aquello que aún desconocen, sino que los padres que así razonan estarían minando de raíz su propia autoridad y ascendencia.

· No dejar de ser padres

Resulta muy conveniente conocer el colegio de nuestros hijos junto a ellos y acompañarles en las emociones que experimentan. Asimismo es importante, dentro de las posibilidades de cada familia, escoger bien el centro educativo.

Entre los criterios de elección, hoy más que nunca resulta vital la existencia de un clima lo más recto (y cristiano) posible, propicio para el desarrollo humano y espiritual de los chicos: pero sin olvidar jamás que ni siquiera el mejor de los colegios exime a los padres de su compromiso y actuación educativa: conocer bien a sus hijos, tratarlos, orientarlos o re-orientarlos...

De hecho, uno de los factores que mayor daño está causando en las nuevas generaciones es la actitud combinada de:

a) unos padres que, con más o menos conciencia y voluntariedad (y de ordinario por dejadez presuntamente «justificada» por la falta de tiempo), reniegan de su condición de educadores natos e insustituibles, siempre responsables del desarrollo de sus hijos; y

b) ciertos gobiernos que se arrogan el derecho de educar como algo propio —no delegado de los padres—, y manipulan la educación con fines de partido… a veces en oposición neta a los ideales y convicciones de las familias que les han encomendado a sus hijos, incluso en temas —como la educación religiosa o de la sexualidad— de exclusiva competencia paterno-materna.

· Mostrarse disponibles

También en esta etapa, para conocer bien al niño, además de observarlo, hay que conversar con él, lo cual implica auténtica y no fingida disponibilidad… aunque esto implique un recorte de nuestros caprichos, de nuestro merecido descanso, o incluso de nuestro trabajo (no, sin embargo, salvo en situaciones muy excepcionales, de la atención debida al otro cónyuge… que acabaría por repercutir negativamente en el propio niño) .

No será tiempo perdido que la madre ¡y el padre! dediquen de vez en cuando un rato por las noches a hablar con el hijo una vez acostado. A menudo, estos momentos favorecen la confidencia. Escuchad sus preguntas, acaso inesperadas, sin nerviosismos o deseos de superar cuanto antes el mal trago.

Intentad responder con gracia y pertinencia, aprovechando la ocasión para reforzar el nexo afectivo que lo anime más tarde, cuando se presenten dificultades y problemas mayores, a dirigirse a vosotros con confianza. O simplemente cantad juntos, contaos chistes y divertios, pues el clima de alegría y buen humor es una de las claves más determinantes en la educación y en la buena marcha de cualquier familia.

· La tele y otros «intrusos»

Una vez en este punto, no cabe olvidar un personaje importante de la «familia», de enorme incidencia educativa: la televisión y todos sus «derivados o sucesores», como el ordenador, Internet, las videoconsolas…
Personajes que nos invaden, que ejercen una fuerte sugestión y tienden a aislar al espectador, provocando incluso enfermedades psíquicas ya bien comprobadas y, en cualquier caso, alejándolo de la realidad concreta en que de hecho se mueve.

Multitud de estudios ponen de manifiesto los daños causados por el excesivo protagonismo de la televisión, en especial entre los niños. Son corrientes las quejas de los padres ante el influjo negativo que estos y otros medios, que las modas y los usos sociales… ejercen sobre sus hijos.

Sin embargo, habría que tener en cuenta una «ley» casi física: el ambiente exterior «entrará» en el hogar en la proporción exacta en que nosotros lo dejemos vacío; por el contrario, si sabemos llenar nuestra vida de familia, resulta prácticamente imposible que en ella «se cuele» nada inconveniente, por la sencilla razón de que no quedará espacio libre…
De ahí que los padres, sabiendo aprovechar también cuanto de positivo ofrece la nueva tecnología, deban en primer término llenar el hogar no sólo de cariño, sino de actividades mucho más provechosas, atrayentes y educativas que las que nos ofrecen de ordinario esos otros medios: excursiones en común, tertulias amenas y formativas, «clubes» de papiroflexia, de juegos de manos, de lectura o teatro, juegos entre los hermanos o con sus amigos… y un largo etcétera, que depende de las habilidades y aficiones de cada cual.

Claro que todo ello requiere esfuerzo y dedicación por parte de los padres, mientras que instalar a los chicos delante de la tele o la videoconsola los deja en libertad para dedicarse a sus cosas… o para instalarse también ellos delante de la caja boba o del ordenador.

Por eso, y porque la atracción de tales medios es muy fuerte, los padres —además de dar ejemplo de sobriedad en su uso— han de ejercitar una cierta disciplina y vigilancia, evitando sobre todo que los breves momentos de vida familiar de las comidas sean sacrificados al pequeño ídolo de la televisión, eligiendo los programas más convenientes y estableciendo un horario o alguna otra regla práctica para la utilización de la tele y aparatos similares.

Por otro lado, a medida que los hijos crezcan, les ayudará el cultivar su sentido crítico, su sensibilidad ética y su buen gusto, hablando juntos de los programas, juzgándolos y seleccionándolos mediante un intercambio de ideas que, en lugar de sustituirlo, estimule el diálogo familiar.

3. La adolescencia

· ¡Llegó el momento tan temido!

El día en que el niño más afectuoso, bueno y simpático se torne arisco, rebelde, insolente, contradictorio e insoportable, no hay ni que asustarse ni que preguntarle por qué actúa de ese modo, ni que llevarlo al médico. Simplemente hay que caer en la cuenta de que ha entrado en la pubertad, edad ciertamente crítica... «sobre todo para los padres».

Digo esto con cierta ironía, pero con total convencimiento. El hecho de que en mi hogar haya habido hasta siete adolescente —¡seis de ellos simultáneos!—, junto con la observación de lo que ocurre en familias amigas, me ha conducido a advertir con claridad que, por decirlo de manera un tanto paradójica, la adolescencia está «pensada» sobre todo para que los padres maduremos, crezcamos como personas y, en definitiva, avancemos en el camino de la santidad, más fiados en Dios que en nuestras propias fuerzas.

Sobre todo cuando, en buena parte como fruto de nuestro empeño, los hijos han llevado una vida que nuestros amigos califican como «ejemplar», el ver que al llegar a cierto tramo del camino parece que «se nos van de las manos» y empiezan a adoptar actitudes que no son de nuestro gusto, constituye un medio eficacísimo para «devolvernos a nuestro sitio»: sobre todo, para descubrir de veras —y no solo en teoría— que es Dios el auténtico forjador de su carácter y para abandonarnos en Sus manos, sabiendo que Él los quiere mucho más y mejor que cualquiera de nosotros.

Aclarado lo cual, hay que reconocer que la adolescencia acarrea también problemas al chico y a la chica. Pero tal vez convenga tener en cuenta que, para ellos, está llena de fascinación, además que de malestar y molestias; de expectativas, además que de inseguridades; de sueños, además que de temores… En cualquier caso, cuidémonos mucho de olvidar que todos los chicos y las chicas tienen derecho a llegar a ese periodo y «navegar y naufragar» durante un tiempo en él… como asimismo hemos llegado —y hemos salido— cada uno de nosotros.

· Un periodo de crecimiento

La transformación de esos años es a la vez fisiológica y espiritual.

En esa edad se cae en la cuenta de ser «persona», dotada de vida interior; se descubre y se escruta la propia intimidad con la fascinación y el temor con que se explora un territorio nuevo, que además nos pertenece por completo. De aquí la extrema atención del adolescente hacia su «yo» que puede parecer egoísmo y narcisismo.
Todo lo cual, con independencia de los inconvenientes que de ordinario lleva aparejados, es fundamentalmente positivo.

Como veremos de inmediato, el chico o la chica están alcanzando por ver primera, en el ámbito psicológico y ético, la estricta condición de persona… aun cuando de un modo todavía muy imperfecto y repleto de zozobras y ambigüedades.

Vale la pena no perder de vista esta perspectiva, lo mismo que el carácter normalmente pasajero de esta etapa, si queremos eliminar dramatizaciones que solo conseguirán hacer más oscura y dolorosa la senda que nuestros hijos están transitando.

· Dejando de ser niños… para comenzar a ser «otra cosa»

Por lo común, la adolescencia comienza a los once o doce años para las chicas, y uno o dos años más tarde para los chicos, y dura de dos a cuatro años. Aunque en la actualidad, y sobre todo en algunos lugares, tiende a adelantar su comienzo… y a retrasar su término, hasta el punto de que se han vuelto comunes expresiones como «eternos adolescentes», padres y madres… o incluso abuelos que no han abandonado esa condición.

De ordinario, según apunté, se trata de una crisis de crecimiento y emancipación: todo en el adolescente le impulsa a no seguir siendo ese niño que hasta ahora los suyos conocían, pero tampoco desea ser un adulto según los modelos que tiene frente a él: rechaza ser como se querría que llegara a ser, y teme transformarse en un ideal que de hecho anhela al tiempo que desconoce. Por eso intenta, antes que nada, «no ser».

De ahí el espíritu de contradicción, que es en el fondo la única posible forma provisional de ser algo completamente nuevo… que no sabe bien qué es. Por eso el adolescente puede rechazar de los adultos hasta las más mínimas observaciones, consejos, peticiones de información sobre sus actividades, juicios sobre su comportamiento: en todo siente la amenaza de ser definido y él querría ser indefinible.

· … y acabar siendo ellos mismos

Existe, sin embargo, otra razón de fondo y tremendamente positiva para ese repudio universal. Hasta el momento, con los matices pertinentes, el chico o la chica se han guiado por lo criterios paterno-maternos o, en todo caso, exteriores a ellos.

Mas obsérvese bien: el único modo de que tales normas lleguen a ser propias —cosa del todo necesaria para una existencia adulta y responsable— es recusar por completo todo aquello que se considera ajeno e impuesto, para construir y apropiarse su personal escala de valores.

Por lo común, si desde el nacimiento hasta el momento de la crisis la educación del chico ha sido la adecuada, si ha habido diálogo e interés real por parte de los padres, si se ha huido de la imposición arbitraria y razonado los motivos de cada comportamiento… el joven acabará adoptando como propias —en el más hondo sentido de la expresión— unas directrices similares a las de su familia, aunque mucho más maduras.

De lo contrario, resulta difícil prever en qué puede desembocar todo el proceso. De ahí que convenga prestar atención a dos verdades muy serias, pero que expresaré con un toque de humor:

a) ningún hijo «nace» adolescente; tenemos al menos diez años antes de la etapa temida para ganarnos su amistad y poner las bases de una personalidad sana y coherente;

b) en los tiempos que corren, ningún padre debería preocuparse gravemente por un hijo hasta que, pasada la barrera de los cuarenta, aún no hubiera sentado cabeza.

· ¿Contradictorios e incomprensibles?

Dando un buen salto atrás, la edad fronteriza de la adolescencia suele ir acompañada de un humor inestable y de irritabilidad: casi ningún adolescente se encuentra a gusto, antes que nada, con la persona que le resulta más cercana e inevitable: él mismo.

Por otro lado, las manifestaciones externas de cariño por parte de los mayores parecen molestar al adolescente, que se siente tratado como un crío, pero al mismo tiempo es muy susceptible respecto a cualquier falta de atención o muestra de indiferencia: casi sin advertirlo, proyecta sobre la actitud de los adultos el concepto empobrecido y ambiguo que tiene de sí mismo.

En su pretensión de ser esa persona mayor que aún ignora, se defiende de la propia sensibilidad y de la necesidad de ternura ostentando dureza y cinismo.

Ya no es la edad de las grandes amistades, sino del grupo: parece que solo en él, entre sus semejantes, interpretando todos el mismo papel con tácita complicidad, se siente seguro.

· Lo que podemos hacer

a) Crecer nosotros mismos. Una vez que se toma conciencia de todo esto, ¿cómo comportarse con un adolescente para poder vivir juntos y ayudarle?

Ante todo con mucha más madurez que él. Como aplicación muy concreta de lo que antes sostenía —que la adolescencia está pensada más que nada para los padres—, cuando el muchacho o la muchacha cambia nosotros no podemos quedarnos atrás: debemos cambiar con ellos, pegar un auténtico estirón, dar un salto de calidad.

Si el adolescente ya no quiere salir con nosotros, si comienza a mostrarse cerrado y molesto, es menester que nuestra presencia se haga más discreta y, sobre todo, evitar cualquier reproche por no ser ya cariñoso o simpático… «¡cómo cuando eras más pequeño!».

Habrá que estar atentos y tener detalles con él, pero sin hacerlos pesar ni darle nunca la impresión de que se le vigila o se está mendigando su cariño. Es normal que no venga a mostrarnos su intimidad. De nada sirve decirle que se abra, que la madre o el padre son sus mejores amigos. Habrá que buscar las ocasiones de diálogo y de confidencia —habitualmente muy breves, circunstanciales y esporádicas— pero sin jamás forzarlas.

b) Y ayudarles a crecer. El justo deseo de autonomía que se desarrolla en el adolescente debe ser bien apreciado y favorecido, sin demasiado miedo, aunque también sin confundir autonomía con ausencia de lazos.

Para él es importante sentir que goza de nuestra confianza, que se le estima. Los padres, por otro lado, no han de presuponer en su comportamiento una intención malévola que en realidad no existe, siendo más bien fruto del mismo desconcierto del chico.

De ordinario, no es oportuno suprimir las causas de su inseguridad o de sus preocupaciones, resolviéndole nosotros sus problemas. A menudo una ayuda no necesaria significa de hecho una limitación y una humillación para quien la recibe.

El resultado sería un aumento de su ambivalente y nunca voluntariamente manifestada sensación de insuficiencia, que le impediría aprender por medio de su experiencia personal. Por eso, cuando se estime oportuno proporcionarle un apoyo extra, es bueno que él busque junto con vosotros la solución y se sienta responsable de lo decidido.

Actuando de esta forma, la adolescencia, en la que no cabe evitar sobresaltos y turbulencias, podría muy bien transcurrir sin esos «visos dramáticos» que a menudo la acompañan… y culminar con una maduración nada traumática y bastante definitiva del chico o de la chica.

Tomás Melendo Granados

Catedrático de Filosofía (Metafísica)
Director Académico de los Estudios Universitarios sobre la Familia
Universidad de Málaga (UMA), España
tmelendo@masterenfamilias.com
www.masterenfamilias.com
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"La Paz De Cristo en el Reino de Cristo"

Acción Católica Mexicana Diócesis de Querétaro
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correo: acm_qromx@hotmail.com

Jose Luis Aboytes

miércoles, junio 21, 2006

Guion de Misa para el 12º Domingo durante el año

Celebrando la Vida
en el
Nuevo Milenio
Guiones para la celebración de la Cena del Señor
Ciclo "B"
Miguel Ángel Osimani
EDICIONES BETANIA

DOMINGO 12º
DURANTE EL AÑO
PREPARACIÓN:
Antes de la salida del celebrante
Celebramos hoy el domingo décimo segundo el tiempo durante el año, y en esta Eucaristía celebramos el inmenso amor de Dios, amor que lo hemos conocido en esto: Él nos ha amado primero, y nos ha enviado a su Hijo para mostrarnos el camino que lleva a la vida para siempre.
AMBIENTACIÓN:
Luego del saludo inicial y antes del acto penitencial
El Señor nos manifiesta hoy el poder que Cristo, como verdadero Dios, tiene sobre toda la creación, y que nos lo demuestra dominando la tempestad y el mar, ante la falta de fe de sus discípulos, testigos de muchos milagros. Y Dios, con ese mismo poder, cuida a cada uno de nosotros, pidiéndonos una confianza absoluta en su providencia de Padre; pero Él mismo también nos hace presente que esa confianza no nos libera de nuestro esfuerzo, de nuestra responsabilidad.,
1ª. LECTURA: (Job 38, 1. 8-11) (Ver texto)
Y en el Antiguo Testamento, Dios le manifiesta a Job que Él es el único que tiene toda potestad, el único que puede dirigir al mundo.
SALMO RESP.: (106, 23-26. 28-31) (Ver texto)
R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
Porque es eterno su amor!
2ª. LECTURA: (2 Co 5, 14-17) (Ver texto)
San Pablo, que se encontraba en un momento difícil, recuerda el motivo que lo hace vivir dedicado al Evangelio: el amor de Jesucristo muerto y resucitado, que es más poderoso que cualquier contrariedad.
EVANGELIO: (Mc 4, 35-41) (Ver texto)
Jesús, en el Santo Evangelio, nos manifiesta que, aunque nos parezca que Él está dormido, porque no sentimos su presencia, está velando con su poder sobre nosotros, sobre su Iglesia.
ORACIÓN DE LOS FIELES:
CELEBRANTE:
Nuestra fe nos dice que el amor del Padre es mayor que todo el mal que pueda haber en nosotros. Por eso, confiando en este amor, le presentamos ahora nuestra plegaria.
GUÍA: A cada una de las peticiones responderemos orando:
"PADRE BUENO, ESCUCHA NUESTRA ORACIÓN"
v Por la Santa Iglesia y el Santo Padre, para que en su palabra los hombres descubramos a Cristo, que es quien realmente la sostiene, la guía y nos da la absoluta confianza que las fuerzas del mal no prevalecerán contra ella, oremos...
v Por nuestro Obispo y todos los ministros que cuidan de este pueblo tuyo, para que junto a ellos y sostenidos por tu gracia, podamos formar una familia diocesana verdaderamente evangelizada y evangelizadora, oremos...
v Por nuestra querida patria, para que tu Santo Espíritu ilumine la mente y el corazón de cada uno de los que la habitamos, para que así tu Hijo vuelva a ser el fundamento de nuestras familias y de toda nuestra sociedad, oremos...
v Por nuestras familias, para que las ilumines y las sostengas en su difícil misión de formar a sus hijos en el modelo del tuyo: Jesucristo, nuestro Señor, oremos...
v Por todos los cristianos, para que con la certeza de la presencia de tu Hijo, trabajemos por la extensión de tu Reino, pero conscientes de nuestra responsabilidad en la tarea que Él mismo nos ha encomendado, oremos...
CELEBRANTE:
Señor, Padre amoroso, que escuchas siempre la plegaria de los que esperan en ti; atiende nuestras súplicas y haz que seamos fieles a la Buena Nueva de tu Hijo. Te lo pedimos por Él, que es Dios y contigo vive y reina por los siglos de los siglos.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS:
Ofrecemos el pan y el vino, que son signo de nuestro propio ofrecimiento al servicio de Dios, al de la Iglesia y al de todos los hombres, nuestros hermanos.
DIÁLOGO DEL PREFACIO:
Al iniciarse el Prefacio (antes de "El Señor esté con vosotros")
Jesús, aquél a quien el viento y el agua obedecen, el único en quien encontramos la salvación, se hace ahora presente entre nosotros, por eso, con alegría, demos gracias al Padre que nos lo ha dado como camino hacia la vida.
COMUNIÓN:
Jesús es el único camino hacia la vida; Él es nuestro alimento, la fuerza que nos lleva hacia el Padre. Participemos ahora de su Cuerpo, que es la verdadera promesa de salvación.
DESPEDIDA:
Lo que hoy nos ha dicho el Señor, debemos tenerlo presente en todo momento. Él sostiene a su Iglesia que va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios; Él nos pide que confiemos en su providencia, pero que afrontemos con decisión nuestra responsabilidad en la construcción de su Reino, ya aquí en esta tierra.