Los misterios de la Iglesia
Pbro. Paulo Alejandro González Enríquez, www.semanario.com.mx
Hoy hace cinco días se debería haber terminado el mundo, por lo cual, llevamos cinco días extras en nuestra existencia. Para muchas personas el rumor del fin del mundo fue de tal magnitud, que los llevó a afirmar categóricamente una serie de mentiras que se difundieron en referencia a la fecha del 6 de junio de 2006, olvidando una gran verdad proclamada ya hace más de dos mil años, cuando, ante situación semejante, Jesucristo respondió: «En cuanto al día aquél y a la hora (del fin del mundo), nadie sabe nada, ni los ángeles del Cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre».
La fecha del fin del mundo es un misterio, un secreto, aun para el mismo Cristo; con cuánta mayor razón para nosotros, simples hombres itinerantes de este planeta.
El misterio es parte crucial de nuestra vida misma; no es el secreto que se reserva por egoísmo en función de esgrimir una superioridad de frente al que no sabe, es únicamente el misterio que nos impulsa a mantener viva la esperanza; es un llamado a la vigilancia, a estar siempre atentos y preparados a través de una esperanza activa. Nuestra vida se ve rodeada de misterios, ciertamente no siempre religiosos, pero hoy, de manera particular, nos enfocaremos en el Misterio central de nuestra fe: La Santísima Trinidad.
La fecha del fin del mundo es un misterio, un secreto, aun para el mismo Cristo; con cuánta mayor razón para nosotros, simples hombres itinerantes de este planeta.
El misterio es parte crucial de nuestra vida misma; no es el secreto que se reserva por egoísmo en función de esgrimir una superioridad de frente al que no sabe, es únicamente el misterio que nos impulsa a mantener viva la esperanza; es un llamado a la vigilancia, a estar siempre atentos y preparados a través de una esperanza activa. Nuestra vida se ve rodeada de misterios, ciertamente no siempre religiosos, pero hoy, de manera particular, nos enfocaremos en el Misterio central de nuestra fe: La Santísima Trinidad.
El sentido del misterio
Es falso que para penetrar el misterio sea necesario ignorar los sentidos, ya que Dios mismo, al revelarse, se ha valido de nuestros sentidos, transfigurándolos por su Espíritu, potenciándolos y haciéndolos más penetrantes, ya que toda revelación llega por los sentidos y adopta su lenguaje.
Dios, para acercar su todo, habla el lenguaje de los hombres sembrando en su camino señales fácilmente perceptibles, para provocar que nos adentremos en su territorio sagrado; con la revelación de su Misterio no pretende sacralizarse, sino acercarnos a lo sagrado; no que Él disminuya, sino elevarnos con Él. Dios, al hacerse hombre, en la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, deja caer un fragmento de su Misterio para descubrirse frente al hombre, y lo toma en su condición de Dios y hombre para llevarlo ante Él.
Las palabras de la Revelación no constituyen la respuesta a un problema científico, sino que son la invitación a la contemplación; no significan que entre más aclaren la Revelación, más evidente se nos hará el misterio al menos de la manera en que nosotros quisiéramos; al contrario, siempre lo mostrarán de manera más insondable.
Dios no pretende, con su pedagogía, decirte: «Mira, óyeme, que te explico», sino que su método siempre será el de «ven y lo verás»; no se trata, por lo tanto, de un cúmulo de lecciones, sino de una experiencia personal.
Dios, para acercar su todo, habla el lenguaje de los hombres sembrando en su camino señales fácilmente perceptibles, para provocar que nos adentremos en su territorio sagrado; con la revelación de su Misterio no pretende sacralizarse, sino acercarnos a lo sagrado; no que Él disminuya, sino elevarnos con Él. Dios, al hacerse hombre, en la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, deja caer un fragmento de su Misterio para descubrirse frente al hombre, y lo toma en su condición de Dios y hombre para llevarlo ante Él.
Las palabras de la Revelación no constituyen la respuesta a un problema científico, sino que son la invitación a la contemplación; no significan que entre más aclaren la Revelación, más evidente se nos hará el misterio al menos de la manera en que nosotros quisiéramos; al contrario, siempre lo mostrarán de manera más insondable.
Dios no pretende, con su pedagogía, decirte: «Mira, óyeme, que te explico», sino que su método siempre será el de «ven y lo verás»; no se trata, por lo tanto, de un cúmulo de lecciones, sino de una experiencia personal.
El Dios que no puedo comprender
No se trata, en fin, de que Dios se desprenda del misterio que lo envuelve para satisfacer nuestras exigencias; somos nosotros quienes debemos salir de la oscuridad de nuestras certezas, en dirección a la luz del Misterio, como lo refiere la anécdota atribuida a San Agustín: Este santo pretendía descifrar el Misterio de la Trinidad, y mientras reflexionaba al respecto se encontró con un niño que intentaba introducir la inmensidad de las aguas del mar en un pequeño agujero excavado por él mismo en las arenas de la playa, a lo que San Agustín le dijo que era imposible, y al mismo tiempo se vio sorprendido al recibir la misma respuesta, pues pretendía meter el gran Misterio de Dios en su cabeza.
A Dios no lo podemos entender. Nuestra inteligencia, por más desarrollada que esté, es insuficiente para contenerlo. Nuestro objetivo no es descifrarlo, sino dejarnos seducir por Él; por instinto quisiéramos descubrir quién es Dios en sí mismo, pero el Señor, por el contrario, se da a conocer cuando actúa en cada uno de nosotros.
Más que obstinarnos en explicar quién es Dios, estamos llamados a manifestar nuestra pertenencia a Él, y al igual que el conocido literato Graham Green, digo con él: «Yo me negaría a creer en un Dios al que pudiera comprender».
A Dios no lo podemos entender. Nuestra inteligencia, por más desarrollada que esté, es insuficiente para contenerlo. Nuestro objetivo no es descifrarlo, sino dejarnos seducir por Él; por instinto quisiéramos descubrir quién es Dios en sí mismo, pero el Señor, por el contrario, se da a conocer cuando actúa en cada uno de nosotros.
Más que obstinarnos en explicar quién es Dios, estamos llamados a manifestar nuestra pertenencia a Él, y al igual que el conocido literato Graham Green, digo con él: «Yo me negaría a creer en un Dios al que pudiera comprender».
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"La Paz De Cristo en el Reino de Cristo"
Acción Católica Mexicana Diócesis de Querétaro
http://acm.cjb.net o
http://mx.geocities.com/acm_qromx/
correo: acm_qromx@hotmail.com
Jose Luis Aboytes
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