Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 11-18
- «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»
Palabra de Dios.
Reflexion
EL PASTOR BUENO
por José Antonio Pagola
7 de mayo de 2006
4 Pascua (B)
Juan 10, 11–18
La figura del pastor era muy familiar en la tradición de Israel. Moisés, Saúl, David y otros líderes habían sido pastores. Al pueblo le agradaba imaginar a Dios como un «pastor» que cuida a su pueblo, lo alimenta y lo defiende.
Con el tiempo, el término «pastor» comenzó a utilizarse para designar también a los jefes del pueblo. Sólo que éstos no se parecían siempre a Dios, ni mucho menos. No sabían cuidar al pueblo y velar por las personas como lo hacía él.
Todos recordaban las duras críticas del profeta Ezequiel a los dirigentes de su tiempo: «¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! No fortalecéis a las ovejas débiles ni curáis a las enfermas ni vendáis a las heridas; no recogéis a las descarriadas ni buscáis a las perdidas, sino que las habéis dominado con violencia y dureza». El profeta anunciaba un porvenir diferente: «Aquí estoy yo, dice el Señor, yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él».
Cuando en las primeras comunidades cristianas comenzaron los conflictos y disensiones, los seguidores de Jesús sintieron la necesidad de recordar que sólo él es Pastor Bueno. Felizmente, hubo un escritor que compuso una bella alegoría para presentarlo como el pastor modelo, capaz de desenmascarar a todos aquellos que no son como él.
Jesús había actuado solo por amor. Todos recordaban todavía su entrega a las «ovejas perdidas de Israel»: las más débiles, las más enfermas y heridas, las más descarriadas. El pastor bueno siempre trata a las ovejas con cuidado y amor. El pastor que se preocupa de sus propios intereses es un «asalariado». En realidad, «no le importan las ovejas» ni su sufrimiento.
Jesús no había actuado como un jefe dedicado a dirigir, gobernar o controlar. Lo suyo había sido «dar vida», curar, perdonar. No había hecho sino «entregarse», desvivirse, terminar crucificado dando la vida por las ovejas. El que no es verdadero pastor, piensa en sí mismo, «abandona las ovejas», evita los problemas, «huye».
La alegoría del «buen pastor» arroja una luz decisiva: quien tenga alguna responsabilidad pastoral ha de parecerse a Jesús.
fuente: Red de catequista, para más información, ver la sección páginas relacionadas a la catequesis
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