Capítulo 4:
IV. Dimensión Social
A. Relaciones interpersonales
En el desarrollo social se considera que la adolescencia comienza cuando concluye el estadio llamado "de exploración", que termina entre los 10 y los 11 años, y cuando inicia el estadio llamado "de organización", hasta los catorce años. Es en este estadio donde se da el nacimiento de la verdadera sociabilidad, en cuanto que la persona llega a ser consciente del propio yo y comienza a darse cuenta de la propia vida, de su propio puesto en el mundo en el cual debe vivir. El siguiente estadio, el de la "reflexión consciente" sobre las relaciones sociales, es típicamente de la adolescencia. La sociabilidad, en sentido estricto, depende de la toma de conciencia de las capacidades y de los límites personales, de una parte, y de la exploración del entorno y de las relaciones interpersonales, por otra parte en el período evolutivo de la adolescencia la vida social toma una nueva dirección; en las personas normales es el momento donde se desarrolla la verdadera sociabilidad. Pero también en este período es donde se dan también las mayores dificultades, especialmente en el trato con las personas del otro sexo y en relación a los adultos. Muchos adolescentes se revelan incapaces de afrontar con éxito estas nuevas exigencias y terminan por retroceder a formas precedentes de relación social o por crear formas de comportamiento compensacional (fomentar aficiones infantiles, encerramiento en los propios sueños, autoerotismo, etc.).
Los adolescentes son muy sensibles a los estímulos sociales: ningún problema les parece tan importante como el de introducirse en la vida del grupo de sus coetáneos. La influencia del grupo social es más intensa por el hecho de que el adolescente necesita ser socialmente aceptado y por el hecho de que busca conformarse a las exigencias del mismo grupo.Pero el surgir y afirmarse de comportamientos sociales en el adolescente no implica inicialmente motivos altruísticos, más bien hay constatación de la propia debilidad: él desea apoyarse en alguien semejante, ser bien querido o, al menos, comprendido. Es relevante el hecho de que la vida grupal empuja al muchacho a la autonomía del ambiente familiar. ¿Por qué el muchacho abandona la seguridad de las relaciones familiares? ¿Por qué a veces se da una alternancia de comportamiento: muy bien con el grupo, muy mal con la familia? Es un cambio de valencias afectivas. Después del largo período de afectividad familiar, el muchacho va a la búsqueda de nuevas fuentes de afectividad. No son raros los muchachos que durante la adolescencia viven bajo la pesadilla del afecto (mal entendido) de sus padres, que les lleva a una deformación en sus relaciones sociales.
En la preadolescencia la amistad está más ordenada a la identificación grupal, por lo que es una amistad de carácter normalmente superficial. Los grados de intimidad o de distancia social entre amigos aparecen poco a poco a medida que se desarrolla la adolescencia. Los muchachos se eligen el propio confidente; en la amistad hay un fuerte elemento de selección, que se complica con el surgir del interés por la persona del otro sexo.Parece que el deseo de amistad es paralelo al deseo de conocerse. La actitud auto-analítica parece perder eficacia si el muchacho no tiene la posibilidad de realizarlo más intensamenteen la presencia de otra persona; él ama la confidencia, requiere sólo la existencia de uno que escuche, no le pide más. Más tarde el amigo pasará de ser mero confidente de "mis problemas" a compañero real. Es en este período en donde el educador puede presentarse como un verdadero amigo que, como ningún otro, sabe escuchar y comprender.La amistad responde a otras exigencias: la de defenderse contra la incomprensión o la opresión de los grandes, es decir, contra el mundo de los adultos; la de superar la dificultad de la instancia moral personal sustituyéndola con una instancia colectiva, la de las reglas del grupo. En las motivaciones para elegir a los compañeros hay un cambio con respecto a los niños: en éstos los motivos son más externos, en la adolescencia la elección viene determinada del comportamiento social y del carácter de la persona.Los adolescentes tienden a aislarse frecuentemente en la búsqueda de sí mismos; pero a menudo se unen en pequeños grupos muy homogéneos y muy críticos en relación al exterior, grupos inestables, influenciados por la personalidad del líder, en los cuales determinadas personas son aceptadas o rechazadas. En la vida grupal de los adolescentes hay elementos negativos que ellos mismos no logran eliminar. Pero es mucho más lo positivo de esta vida grupal: la vida de grupo reduce el hábito de fantasear y de soñar con los ojos abiertos; la inestabilidad del humor y carácter tiende a controlarse; en los grupos grandes se elimina el morboso gusto por el secreto personal; la inteligencia de la persona viene socialmente usada, y hay una cierta compensación en el uso de las capacidades intelectuales de diverso coeficiente.
Según la profesora Hurlock, la aceptabilidad social durante la adolescencia estaría ligada a varios factores: actividad física; el mismo modo de vestir; intereses semejantes; status socioeconómico igual o superior a la media; deportividad y sentido del humor; experiencia social suficiente para poderse adaptar a las diversas situaciones; aptitudes para bailar, conversar, jugar al tenis, etc.; inteligencia suficiente para tomar iniciativas y para adaptarse a las actividades que gustan a otros; información social; hospitalidad en la propia casa; estabilidad de residencia; intereses amigables y cooperativos para con los otros; prestigio que resulta de la superioridad en alguna actividad; fama favorable.Las condiciones de aislamiento estarían ligadas a los siguiente factores: aspecto externo no atrayente; problemas físicos que impiden la participación grupal; diferencias muy acentuadas en el status socioeconómico; la religión; el nivel de inteligencia y cultura; aislamiento geográfico; sentimiento de inseguridad que hace a la persona demasiado dependiente de los otros; absorción en sí mismo, lo que extingue el interés por los demás; actitudes de prepotencia o de resentimiento; mala fama; cambios frecuentes de casa; imposibilidad de recibir a otros en la propia casa; timidez; agresividad; no tener cualidades para el deporte; intereses distintos.
B. Actitudes ético-sociales
Es necesario proveer el ambiente favorable en el que los sentimientos, valores, ideales, los comportamientos y hábitos de significado ético-social vengan aprehendidos antes que nada. Ésta es una responsabilidad concreta de los familiares y educadores: formar en los muchachos una personalidad socialmente adaptada de modo que, saliendo del círculo familiar o escolar, puedan tomar el puesto que les compete en la comunidad.El muchacho comprende rápido que, para poder vivir en medio de la sociedad según una línea de conducta racional, necesita saber hacer uso de la propia libertad y necesita saber respetar los derechos de los demás y de la comunidad civil. Más tarde, esta aspiración a la libertad se identifica con la defensa de la persona humana.Su actitud hacia la sociedad muchas veces es pesimista, en cuanto es considerada como una construcción arbitraria de los adultos. Ésta les provoca repulsión por estar fundada sobre el compromiso, lo transitorio, la astucia o la fuerza y raramente sobre la honestidad. En parte por esto, y en parte por la ineficacia del sistema educativo, la mayoría de los adolescentes muestra gran desinterés por la política.Un punto especialmente crítico en el joven es constatar que las normas de la convivencia social no son observadas por aquellos que teóricamente aprecian su valor. Esto puede llevar a serias desviaciones o, incluso, terminar en actitudes de rigorismo intransigente.El muchacho, debido a su incipiente personalidad, se coloca como igual ante sus mayores; pero al mismo tiempo se siente otro, diferente de éstos por la vida nueva que se agita en él. Y entonces, naturalmente, quiere sobrepasarles y sorprenderles transformando el mundo. Por ello, los sistemas o planes de vida de los adolescentes, por una parte, están llenos de sentimientos generosos, de proyectos altruistas o de fervor místico; y, por otra, no están ausentes de elementos de megalomanía y de consciente egocentrismo.El joven vive en función de la sociedad. Pero la sociedad que le interesa es la que quiere reformar. Las sociedades (grupos) de niños tienen como fin el juego colectivo, las de los adolescentes son principalmente sociedades de discusión. Es normal que dos amigos jóvenes se pierdan en discursos sinfín destinados a combatir el mundo real. Podrá haber crítica mutua de las soluciones respectivas, pero el acuerdo sobre la necesidad absoluta de reformas es unánime. La verdadera adaptación a la sociedad se hará cuando el muchacho, ayudado por el educador, de "reformador" pase a "realizador". No se trata, por tanto, de que el educador frustre de alguna manera los grandes ideales del adolescente. Antes bien, su papel es encauzarle progresivamente reconciliándole con la realidad, dando cauce a sus inquietudes con acciones concretas. Por ello es clave que el educador presente a los adolescentes grandes proyectos apostólicos encaminados a la promoción social y al cambio cultural. Lo único que hace con eso es aliarse íntimamente con la psicología del adolescente, y ayudarle a su pleno desarrollo y madurez.
C. Ambiente social inmediato del adolescente
La vida del colegio va adquiriendo mayor importancia en la definición del rol social del muchacho. En la convivencia con sus compañeros va descubriendo su personalidad, sus virtudes y carencias y, lo que más le importa, el grado de aceptación. En este momento el fracaso en las relaciones con los compañeros puede ser definitivo. Los muchachos, muchas veces, no admiten a los compañeros menos capacitados, que pueden llegar a traumarse seriamente.Sus amigos, sus calificaciones y profesores, son con frecuencia causa de tensiones e incomprensiones para ellos, así como de imborrables momentos de alegría y sana convivencia. Aquí es importante subrayar que algunos profesores llegan a formar parte del círculo de amigos de los adolescentes. Su influjo, para bien o para mal, es a veces decisivo. Si el formador quiere ayudar al muchacho, debe poseer noticia de primera mano sobre el talante de sus profesores y de su ambiente escolar en general.Para el preadolescente el colegio es su mundo. Nada de lo que le sucede allí le es indiferente. Lo que al adulto le puede parecer insignificante (un gol en el recreo, un saludo del profesor, una burla del compañero, una clase aburrida, etc.) no lo es para él. Con frecuencia cosas pequeñas ocasionan grandes tensiones. En este contexto es muy importante que el formador esté muy atento para percibir e interpretar todas las reacciones que va mostrando el muchacho ante el mundo que poco a poco va empezando a descubrir.Son fundamentales también las actividades complementarias. Los padres y educadores deben fomentarlas sin atosigar ni "cargar demasiado las tintas". Esta serie de actividades pueden ser una válvula de escape para un muchacho menos afortunado en las aulas. Las reuniones sociales empiezan a ser el punto de referencia de la vida de los muchachos. Pueden pasarse la semana programándolas o hablando de cómo fue la última que tuvieron. El desenvolvimiento de estas reuniones, sus actividades concretas, serán proporcionalmente adecuadas a la forma de ser de los grupos participantes. Los padres y educadores de muchachos de por sí sanos no deberían preocuparse mucho de lo que hacen en ellas, bastan unas breves referencias para saber que todo va bien. En cambio, no pueden actuar así los padres y educadores de muchachos más inquietos. Es necesario prevenirles de las consecuencias negativas de lo que puede suceder en esas reuniones sociales. A éstos no hay que darles tantas facilidades, libertad de horarios, mucho dinero, etc. Los padres y educadores no deben dejarse impresionar de sus reclamos de mayor libertad ("porque todos van a ir..."). Tampoco se trata de prohibiciones tajantes, porque las consecuencias pueden ser peores.El problema no es tanto "a dónde va el muchacho", sino "con quién va". Fiestas, conciertos, partidos de fútbol, etc.; sin duda que el ambiente de estos lugares es importante, pero interesa más el ambiente limitado, inmediato, el que el grupito concreto de amigos forma en torno a sí en cualquiera de estos lugares. Ese ambiente inmediato es el que más importancia reviste para la educación moral y de la conciencia del muchacho, para el desenvolvimiento sano de sus capacidades sociales y humanas. Un buen grupo de amistades será capaz de construir en los adolescentes, en poco tiempo, valores y principios que el formador tarda años en hacerles entender. Y de igual manera, un ambiente negativo de amistades puede destruir en breve tiempo lo que se había construido con el esfuerzo de varios años.No podemos pasar por alto, en este punto, el hecho de que en los ambientes de preadolescentes y adolescentes es muy alto el índice del abuso de alcohol, tabaco y, aunque no tan generalizado en todos los países y ambientes, también la droga. Así mismo, la permisividad en materia sexual. Muchos de nuestros jóvenes se ven violentamente bombardeados y presionados por este ambiente de grupo y muchas veces no son capaces de sobreponerse, por curiosidad, inexperiencia y, sobre todo, por la necesidad, tan fuerte en la adolescencia, de quedar bien y ser aceptados. No es infrecuente el caso de muchachos que, por diversos motivos, se juntan con un grupo de diferente edad. Debido a los cambios fuertes que hay en los adolescentes de un año para otro, esto no es nada aconsejable. Hay que buscar lo más posible la homogeneidad. Incluso si un adolescente está repitiendo un curso debería seguir juntándose con los muchachos de su edad, a no ser que se demuestre que psicológica y afectivamente no esté aún a su altura.
Poco a poco el grupo de preadolescentes se va abriendo al grupo de niñas, normalmente de un curso o dos inferior al de ellos. Dentro de esta relación grupal se van creando intereses más particulares y se van definiendo las preferencias y tendencias concretas de cara al otro sexo. Es importante vigilar para que esta intersección de grupos de ambos sexos se realice en un entorno sano y de mucho respeto. En la adolescencia hay que fomentar esta relación múltiple para no adelantar un "noviazgo" que podría impedir un conocimiento del otro sexo variado y rico. El muchacho puede entender fácilmente que no le conviene "comprometerse" sólo con una niña, cuando está en la edad de la definición de las propias tendencias, preferencias, inclinaciones naturales y gustos.Es bueno fomentar lo más posible en los muchachos los viajes, fines de semana, períodos de vacaciones, que puedan compartir con los educadores (sacerdotes, laicos comprometidos). Hay que hacerles ver a los padres de familia lo absurdo de negar estos viajes a los hijos, mientras les permiten ir a otros lugares donde el ambiente sano, al menos, no está garantizado (mucho más cuando es mixto, donde las malas sorpresas suelen darse). Es recomendable que en las conversaciones con los adolescentes o en las pláticas que se les dirige se haga una constante referencia a la realidad de su mundo. El adolescente tiende a interpretar todo lo que le sucede en clave de su mundo interior y de su medio ambiente. Cuando nuestras recomendaciones están basadas en ejemplos de su vida ordinaria, de sus problemas específicos, adquieren una gran fuerza.Si se quiere influir eficazmente en la vida de un adolescente se tiene que asegurar la influencia en la vida de todo su grupo de amigos. Querer construir sin contar con el apoyo de su medio ambiente inmediato no da garantías de consistencia y de duración. Para lograr esto, es vital la ayuda de la vida de equipo. Un punto sabido es que, al encontrarse con un grupo de amigos, el formador debe apuntar a la conquista del líder natural. Ganado éste para el bien, será un "co-formador" de ayuda inestimable, pues llegará a ser eco de las orientaciones rectas y vigía de la fiel perseverancia de su círculo de amigos en los compromisos de vida cristiana.si reenvias este mensaje, puedes eliminar que proviene de esta lista, pero la fuente y el autor de este mensaje conservala.
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"La Paz De Cristo en el Reino de Cristo"
Acción Católica Mexicana Diócesis de Querétaro
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Jose Luis Aboytes
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