jueves, mayo 11, 2006

Homilía de Mons. Luis Armando Collazuol, Asesor General de la Acción Católica Argentina

25ª ASAMBLEA FEDERAL DE LA ACCIÓN CATÓLICA ARGENTINA
¡Alabado sea Jesucristo!
Estamos viviendo un tiempo de gracia del Señor, el Jubileo de los 75 años de nuestra querida Acción Católica Argentina, y la celebración eucarística de hoy es el cenit del mismo. En la clausura de la vigésimo quinta Asamblea Federal nos reúne el gozo del encuentro y el empeño de las promesas que renovarán dentro de un momento los miembros de la Asociación.
Conmemoramos hoy a San José obrero, patrono de los trabajadores. Saludamos a todos los trabajadores presentes. Ofrecemos nuestra Misa recordando a los trabajadores de nuestra patria y del mundo. Oramos por quienes sufren el flagelo de la desocupación y la subocupación, o tienen que desarrollar su trabajo en condiciones injustas, indignas o mal remuneradas, y les ofrecemos nuestra solidaridad. La economía valora el trabajo humano por el rendimiento. Los cristianos queremos valorarlo ante todo por el hecho de que quien lo ejecuta es una persona llamada a participar en la obra creadora de Dios. Al haber sido asumido por Cristo, el trabajo se nos presenta como realidad redimida y redentora. No sólo es el ámbito en el cual el hombre vive, sino también medio y camino de santidad. El mundo del trabajo es también ámbito de misión. ¡Que siempre sepamos respetar la realidad del trabajo y la dignidad del trabajador desde el luminoso designio de Dios! Que este universo del trabajo, maravilloso y ultrajado, sea un campo privilegiado del apostolado de ustedes, laicos.
Queridos militantes de la Acción Católica, ustedes están llamados a realizar la misión de la Iglesia con el estilo “secular” que les es propio en los ambientes de la vida cotidiana, y están llamados a ser trabajadores en la Viña del Señor. Miren el vasto campo que se les ofrece, el mundo de los asuntos temporales y la edificación de la comunidad eclesial. Sientan como su propio campo de apostolado, individual o asociado, todos los ámbitos de la vida familiar y social con las que su existencia está como entretejida: la familia, el estudio, el trabajo, la cultura, la política, el arte, la comunicación, la recreación, la comunidad cristiana... Viven en medio del mundo y allí hay que estar, allí deben “buscar el Reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales” (LG 31). Es propio de ustedes, laicos, imbuidos del Espíritu Santo, el convertirse en constante fermento para animar y ordenar según el Evangelio de Cristo este mundo herido por el pecado.
San José, obrero en una sencilla carpintería de Nazaret, también es reconocido como Patrono en la Acción Católica Argentina El mismo Jesús era hombre del trabajo, del trabajo artesano en los años vigorosos de su juventud, al igual que José y junto a él.
El Evangelio que hemos proclamado (Mt 13,54-58) nos presenta una sorpresa: ¡Jesús, un carpintero que anuncia el Reino de Dios a su pueblo! “Todos estaban maravillados. «¿De dónde le viene, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero?»”. Los de su pueblo lo escuchan, se admiran, se interrogan con escepticismo, se escandalizan, tienen la posibilidad de percibir los signos y el mensaje del Reino de Dios, pero los prejuicios los llevan a la ceguera espiritual. Al despreciar la condición del mensajero se pierden el Mensaje. Pero esto no detiene a Jesús. Sus horizontes misioneros están abiertos a todos los hombres, a quienes seguirá llamando para ser “su pueblo” y su nueva “familia”. ¿No sería sorprendente también hoy algo semejante? Un laico... maestro, estudiante, carpintero, albañil, ama de casa, abogado, desocupado, contador, mecánico, artista, funcionario... que anuncia el Reino de Dios entre los suyos... ¡Cómo deseamos que la presencia de los militantes de la Acción Católica suscite en los ambientes en que viven interrogantes parecidos a los que se planteaban en el ambiente de Jesús, “en su pueblo y en su familia”! ¿De dónde les viene esa sabiduría? ¡De la contemplación, de la lectura y la escucha orante de la Palabra del Señor, de los ratos junto al Sagrario, yendo desde allí al encuentro del Abba, del Padre con el Espíritu y los sentimientos filiales de Jesús! ¿De donde les vienen esas fuerzas para estar entre nosotros de un modo distinto que los demás, comprendiendo y aceptando a todos, acompañando a los que sufren, siendo solidarios en los esfuerzos nobles y buenos? ¿De dónde les vienen esa fe y esa esperanza en algo que no se ve ni se osaría soñar? (cf. EN 21). ¡Del Dios en quien confían, del Espíritu Santo que los ha consagrado por la unción en el Bautismo y en la Confirmación, del Señor que los envía y los sostiene en la misión!
“La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos....” dice Jesús (Mt 9,37). Pero ustedes han dicho “¡Sí!” al llamado, y hoy renovarán su compromiso. “Oren”, añade el Maestro. Oración nos pide el Señor, para que sean muchos más los que ofrezcan sus brazos para la misión. Oremos y trabajemos para que se multipliquen y crezcan los grupos de militancia de las distintas áreas de la Acción Católica sirviendo en la mies de cada Iglesia particular. Oremos y trabajemos para que nuestra juventud de Acción Católica sea semillero de nuevas familias cristianas. Oremos y trabajemos para que en cada parroquia se pueda encontrar en la Acción Católica una experiencia eclesial para ser vivida en familia. Oremos y trabajemos para que en nuestros grupos puedan madurar nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. “Los obispos que tienen una buena Acción Católica tendrán sus seminarios llenos”, le oí decir una vez al Cardenal Caggiano. San José los acompañe con su protección y con su ejemplo de silencio y laboriosidad en el trabajo generoso de orar y evangelizar.
El Apóstol Pablo nos ha propuesto en el texto de su Carta a los Colosenses que hoy hemos proclamado (Col 3,14-15.17.23-24), un ideal cristiano de vida, que puede animar la espiritualidad laical apostólica del militante de la Acción Católica.
“Revístanse del amor”, nos ha dicho, no como un consejo sino como un imperativo. Es lo mismo que decirnos: ¡sean fieles al Espíritu Santo!, ya que es Él quien “derrama el amor de Dios en nuestros corazones” (Rom 5,5).. “Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento», sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro”, nos recuerda el Papa Benedicto XVI en su primera Encíclica “Deus caritas est” (n° 1). Los grupos de militancia sean fermento de amor fraterno, donde se aprenda a amar a los que comparten la vida cotidiana, para que ellos también puedan encontrar al Dios Amor.
“La paz de Cristo reine en sus corazones”, dice San Pablo como deseando una bendición a la comunidad. Dejemos que Jesús nos comunique su paz, dejemos que Él mismo habite en nuestros corazones, “porque Cristo es nuestra Paz” (Ef 2,14). ¡Seamos fieles al llamado a la santidad! Que cada grupo de militancia, procurando la vida en Cristo, sea también “escuela de santidad”.
“Formamos un solo Cuerpo” ¡Seamos fieles a la Iglesia y en la Iglesia! ¡Fieles al llamado a vivir una fuerte experiencia de la comunión que se proyecte en la solidaridad! Sería absurda cualquier “competencia” entre las diversas expresiones apostólicas. “¿Acaso Cristo está dividido?” (1 Cor 1,13). Comprometamos hoy nuestro esfuerzo a la comunión con los pastores y consagrados, con los movimientos y asociaciones, con todos los que trabajan para el Señor sirviendo a los hermanos. Busquemos la unidad en el afecto eclesial y en la complementariedad orgánica de los carismas. “Todos hemos bebido de un mismo Espíritu” (1 Cor 12,13) al recibir dones diversos para el bien común y la acción misionera.
“Vivan en la acción de gracias”, clama San Pablo a los cristianos. ¡Cuánto más debe ser la actitud permanente del que ha sido llamado a vivir la vocación laical como don y tarea en la Acción Católica! La Eucaristía es el sacrificio de acción de gracias al Padre por Jesús, en el cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. Por ello la Eucaristía será siempre el gran Amor del militante de Acción Católica
“Todo lo que puedan decir o realizar, háganlo siempre en Nombre del Señor Jesús” es otro mandato que nos deja el Apóstol. ¿Qué debe “decir” y “hacer” un militante de la Acción Católica? Anunciar y testimoniar a Cristo, el Redentor del hombre. Así de sencillo es el enunciado, y así de sublime es la misión. Hacerlo todo “en Nombre del Señor Jesús”, siendo fieles a su Evangelio, saliendo al encuentro de los hermanos en su situación, con sus criterios y sus necesidades, y “dando gracia por Él a Dios Padre”. Es la misión encomendada. ¡Hacerlo todo siendo fieles a la universal vocación misionera! La Acción Católica sólo desea una cosa: continuar, guiada e impulsada por el Espíritu Santo, la obra misma del Señor Jesús. Muy diversos pueden ser los ámbitos, los programas y los métodos que la misión asuma en cada diócesis, parroquia o sector; pero cualquiera sea el camino emprendido en cada lugar o situación concreta, la Acción Católica debe estar presente como primera e insustituible colaboradora de los pastores en la irradiación del Reino de Dios. La Institución y sus militantes no solo no deben estar ajenos, o “hacer la suya”, sino que deben estar presentes en pastoral diocesana y parroquial y hacer propios los planes de la comunidad guiada por su pastor. Allí la Acción Católica debe aportar el ardor evangelizador y ofrecer la colaboración de su organización y sus métodos, allí deben estar los laicos que van procurando una sólida formación para la misión en los grupos y la continúan en la acción.
Como pide el Apóstol Pablo, todo lo que hagan, “háganlo de todo corazón”. ¡Vivan una fidelidad ardiente en esta hora de la historia! ¡Vivan con pasión su vocación apostólica! El distintivo del militante de la Acción Católica debe ser la generosidad que no pone condiciones, debe ser una entrega fiel para llegar a todos los ámbitos de la misión de la Iglesia. Queridos militantes: procuren siempre evitar la contagiosa mediocridad, y sepan superar el “siempre se hizo así”, porque la hora presente requiere creatividad, audacia e imaginación para encontrar los caminos evangelizadores adecuados; la hora presente requiere pasión.
“Ustedes sirven a Cristo el Señor”, termina diciéndonos San Pablo. La hora presente también requiere servicio. Nos recuerda el Apóstol una condición del cristiano: servir al Señor en los hermanos, lavar los pies. “Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”, nos pide Jesús (Jn 13,15). “Nos apremia el amor de Cristo” (2 Co 5, 14). El servicio hará creíble el Mensaje proclamado. Nos enseña el Papa Benedicto XVI: “En la práctica del servicio de la caridad en la Iglesia... no han de inspirarse en los esquemas que pretenden mejorar el mundo siguiendo una ideología, sino dejarse guiar por la fe que actúa por el amor (cf. Gal 5, 6)” (DCE 33). Y nos recuerda también que el servicio abre el corazón a Dios. “Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama” (DCE 18).
Queridos miembros de la Acción Católica Argentina, “vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia”, vayan a todos los ambientes, como les pide Jesús. Pero vayan siempre con el sello inconfundible de la espiritualidad de la Acción Católica: profundamente eucarística, tiernamente mariana, con inclaudicable sentido de Iglesia y en comunión con los Pastores.
Que María, nuestra Madre, llena del Espíritu Santo y fiel a Jesús hasta la Cruz, nos acompañe en el camino.
Nuestra Señora del Rosario, ruega por nosotros.

+ Luis Armando CollazuolAsesor General de la Acción Católica Argentina
Rosario, 01 de mayo de 2006Homilía en la Misa de clausura de la 25ª Asamblea Federal de la Acción Católica Argentina
www.accioncatolica.com.ar

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"La Paz De Cristo en el Reino de Cristo"
Acción Católica Mexicana Diócesis de Querétaro
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Jose Luis Aboytes

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